
Un número creciente de padres en Estados Unidos está rechazando la administración de la inyección de vitamina K a sus recién nacidos, una tendencia que, según expertos, podría exponer a los bebés a riesgos graves y prevenibles de hemorragia. El fenómeno, que se ha intensificado desde la pandemia de Covid-19, genera preocupación en la comunidad médica por su posible impacto en la salud pública y la seguridad infantil.
Aumento de la negativa a la inyección de vitamina K
Un estudio publicado en la revista Journal of the American Medical Association, liderado por el Dr. Kristan Scott, neonatólogo del Children’s Hospital of Philadelphia, analizó los registros médicos electrónicos de más de 5 millones de bebés nacidos entre 2017 y 2024 en 403 hospitales de los 50 estados. Los resultados muestran que aproximadamente el 4% de los recién nacidos —unos 200.000 bebés— no recibieron la inyección de vitamina K durante ese periodo. La proporción de rechazos aumentó de menos del 3% en 2017 a más del 5% en 2024, con una incidencia especialmente alta entre familias blancas no hispanas.
Scott expresó su sorpresa ante la magnitud del incremento: “El aumento no es sorprendente, pero el grado sí me sorprendió”. El estudio también identificó que la tendencia comenzó a intensificarse entre 2019 y 2020, y se aceleró durante y después de la pandemia. Según Scott, no se han producido cambios recientes en las políticas hospitalarias ni en las recomendaciones médicas sobre la vitamina K, lo que sugiere que el aumento se debe casi exclusivamente a la negativa de los padres.
Riesgos médicos de no administrar vitamina K

La vitamina K es esencial para la coagulación sanguínea y los recién nacidos presentan niveles muy bajos de este nutriente al nacer, lo que los expone a hemorragias potencialmente graves. Desde la década de 1960, la administración de una inyección de vitamina K en las primeras horas de vida se ha convertido en una práctica estándar en Estados Unidos para prevenir sangrados, incluidos los que afectan al tracto gastrointestinal o al cerebro.
La preocupación de los especialistas se centra en que los bebés que no reciben la inyección tienen más de 80 veces más probabilidades de sufrir hemorragias por deficiencia de vitamina K, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Estas hemorragias pueden manifestarse hasta seis meses después del nacimiento y abarcan desde hematomas leves hasta sangrados internos graves. Scott advirtió que “estamos creando una población de recién nacidos en riesgo de hemorragia”, y subrayó que la mayor inquietud es el sangrado cerebral, que puede derivar en un accidente cerebrovascular y, en última instancia, en la muerte.
Aunque no existen cifras exactas sobre un aumento de casos de hemorragia, Scott señaló que en su hospital han observado tanto un incremento en el rechazo de la vitamina K como en los episodios de sangrado. La Dra. Tiffany McKee-Garrett, profesora asociada de pediatría en el Texas Children’s Hospital, también ha recibido reportes de hemorragias por deficiencia de vitamina K, una condición que había sido extremadamente rara durante décadas.
Causas del rechazo: desinformación y desconfianza

El Dr. Ivan Hand, director de neonatología en NYC Health + Hospitals Kings County, identificó una creciente desconfianza hacia las autoridades médicas desde finales de la década de 2010 como otro factor relevante. Hand, quien participó en la redacción de una declaración de la Academia Americana de Pediatría sobre el rechazo a la vitamina K, observó que la tendencia se ha intensificado en los últimos años, especialmente tras la pandemia.
Alternativas y limitaciones de los suplementos orales
En algunos países, se administran suplementos orales de vitamina K a los recién nacidos. Sin embargo, Hand advirtió que estas fórmulas pueden ser inconsistentes y que la absorción varía según el sistema digestivo de cada bebé. Además, la leche materna no proporciona suficiente vitamina K para prevenir la deficiencia.
A diferencia de la inyección, que se aplica una sola vez, los suplementos orales requieren varias dosis. Estudios realizados en Europa han demostrado que, aunque la suplementación oral puede ser eficaz durante la primera semana de vida, resulta mucho menos efectiva para prevenir hemorragias tardías, que pueden presentarse hasta los seis meses de edad. McKee-Garrett destacó que la mortalidad asociada a estas hemorragias internas puede oscilar entre el 20% y el 50%.
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