
El insomnio ha dejado de ser una queja médica en las diferentes consultas. Se ha erigido como un problema de salud pública de primer orden. En los últimos años, se ha disparado hasta afectar al 14% de la población adulta en España, es decir, más de 5,4 millones de personas. Además, cerca del 43% de la población presenta algún síntoma que dificulta dormir, según ha revelado la Sociedad Española de Sueño (SES).
No obstante, si antes se pensaba que la falta de descanso se debía a un solo trastorno, la investigación de la organización ahora apunta a una realidad mucho más compleja. Un estudio multicéntrico español realizado en ocho clínicas del sueño y liderado por la psiquiatra Francesca Cañellas ha confirmado la existencia de cinco subtipos distintos de insomnio.
“Lamentablemente, el insomnio no puede ser atribuido a una sola causa y tampoco disponemos de un tratamiento etiológico, por lo que es necesario un abordaje multifactorial y muchas veces individualizado para cada paciente”, señalan los autores del informe coordinado por el doctor Cecilio Álamo González y la propia Cañellas.

Una puerta a tratamientos personalizados
El insomnio crónico se define como la dificultad persistente para iniciar o mantener el sueño, o el despertar precoz, con consecuencias diurnas como cansancio, irritabilidad o problemas de concentración, presentes al menos tres veces por semana durante un mínimo de tres meses. Tanto el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales como la Clasificación Internacional de los Trastornos del Sueño han unificado el término bajo el de “trastorno de insomnio crónico”, eliminando la distinción entre insomnio primario y secundario.
“Es una afección compleja y heterogénea en la que diferentes vías fisiopatológicas conducen a la queja común de falta de sueño y al deterioro del funcionamiento diurno”, ha explicado Cañellas a El País.
Cinco subtipos y un denominador emocional
El estudio también recoge la existencia de cinco subtipos de insomnio descritos inicialmente por los investigadores holandeses Tessa Blanken y Eus Van Someren. A diferencia de otros enfoques, esta clasificación no se basa solo en las horas de sueño, sino en los rasgos emocionales, la historia vital y la forma en la que cada persona responde al estrés.
Los resultados son que el 82% de los pacientes que llegan a las unidades del sueño pertenecen a los subtipos 1 y 3, los más complejos y los que mayor riesgo malestar psicológico presentan.
“Los pacientes del subtipo 1 se caracterizan por estar muy angustiados con su sueño, el insomnio más grave y unos niveles de depresión muy elevados”, ha señalado Cañellas. En estos casos, el insomnio puede ser incluso el primer síntoma de un trastorno depresivo. “Si no se les trata de la depresión, no puede mejorar el insomnio”, ha subrayado la especialista.
El subtipo 3 agrupa a personas con una preocupación intensa por el sueño y rasgos de personalidad con tendencia a la negatividad. Ambos subtipos presentan un consumo elevado de hipnóticos (el 30% tomaba dos fármacos o más) y con mayor frecuencia de antecedentes familiares de insomnio o patología psiquiátrica.
Los subtipos 2, 4 y 5 presentan perfiles menos complejos. El subtipo 2 incluye a personas con angustia moderada e insomnio reactivo al estrés, que suelen responder bien a la terapia cognitivo-conductual. Los subtipos 4 y 5 se asocian a insomnio de larga duración vinculado a acontecimientos vitales y, con frecuencia, a experiencias traumáticas en la infancia.

Tratar mejor, no dormir más
La identificación de subtipos revela que no todos los pacientes necesitan el mismo tratamiento. Las guías europeas y el consenso de expertos sitúan la terapia cognitivo-conductual (TCC) como el tratamiento de primera línea, demostrando “mejoras en la calidad y la continuidad del sueño y en los síntomas diurnos”, recuerdan los especialistas.
Por otra parte, la utilización de medicamentos debe ser limitado y cuidadosamente individualizado. “En los ancianos, las benzodiacepinas, por su mal coeficiente beneficio/riesgo, se consideran medicamentos inapropiados y con capacidad de producir dependencia, por lo que, siempre que sea posible, deben evitarse”, advierten los autores. Así, reconocer que no todos los insomnios son iguales es el primer paso para tratar mejor a los pacientes.
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