Valeria Rueda, nutricionista: “Deja de beber agua para quitarte el hambre, no va a funcionar ni es sano”

La especialista explica que puede generar una sensación momentánea de saciedad, pero no elimina la necesidad de comer ni reemplaza la función esencial de la alimentación en el organismo

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La nutricionista Valeria Rueda junto
La nutricionista Valeria Rueda junto a una mujer que bebe agua en una imagen de recurso. (Montaje de Infobae/TikTok/Canva)

Beber agua no sustituye la necesidad fisiológica de comer. La nutricionista Valeria Rueda ha lanzado una advertencia sobre esta práctica extendida entre quienes buscan controlar el apetito. “Deja de tomar agua para distraer tu hambre”, pide en un vídeo publicado en su cuenta de TikTok (@vivetunutricion), desde donde da consejos de nutrición.

La especialista ha explicado que, aunque muchas personas creen que beber agua puede suprimir el deseo de comer, este efecto es solo pasajero. Rueda detalla que la sensación de saciedad que se experimenta tras ingerir agua responde a un mecanismo físico: “Al tomar más agua, las paredes de tu estómago se inflan, se hinchan y estos cambios de volumen le da una sensación momentánea al cerebro de como: ‘Mmm, parece que comimos’”. Sin embargo, ha matizado que esta percepción engañosa no resuelve el problema de fondo. “Ese ‘parece que comimos’ no es tan real, ¿cierto? Porque después esa agua se absorbe y el hambre sigue igual o las ganas de comer siguen igual”, resuelve.

Respecto a los antojos y el hambre emocional, la nutricionista ha subrayado que el agua no es la solución para gestionar estos impulsos. “Estos antojos o ganas de comer no se van con el agua, sino que hay que observarlos y aprender a tomar mejores decisiones o decisiones más conscientes, pero sin prohibirlas, sin como negarlas”, concluye.

Qué es el hambre emocional

A diferencia del hambre física, el hambre emocional se caracteriza por la aparición repentina e incontrolable de la urgencia por comer, incluso en ausencia de apetito real. La persona afectada experimenta una fuerte necesidad de ingerir alimentos, impulsada por la búsqueda de satisfacción ante un malestar interno que no logra identificar ni resolver. Este impulso suele desembocar en episodios de ingesta compulsiva, tras los cuales es frecuente que surjan sentimientos de culpa y decepción, ya que la comida no logra solucionar el conflicto emocional subyacente. Según explica un artículo redactado médicos especializados de los centros y hospitales del grupo sanitario privado Sanitas, este tipo de trastorno alimentario surge cuando las emociones, al no gestionarse adecuadamente, alteran el comportamiento alimentario y llevan a la persona a buscar en la comida una vía de alivio.

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Entre los rasgos más destacados del hambre emocional, los especialistas de Sanitas han señalado la tendencia a comer sin experimentar hambre fisiológica, así como la incapacidad para controlar el impulso de comer. La persona no reconoce el origen de esa necesidad, pero se ve arrastrada a comer de manera impulsiva y descontrolada. Tras estos episodios, es habitual que persista el malestar, acompañado de culpa y tristeza, dado que el problema de fondo permanece sin resolver. Además, la conducta de comer se convierte en un intento de alcanzar bienestar, aunque el resultado suele ser insatisfactorio.

El origen de este comportamiento no se encuentra en una carencia biológica, sino en factores emocionales como la ansiedad, la depresión, el aburrimiento o la tristeza. Por ello, los expertos de Sanitas han subrayado la importancia de identificar y abordar la causa emocional que desencadena estos episodios, en lugar de centrarse únicamente en el acto de comer.