Lorena, dueña de una cafetería de especialidad, habla del tiempo que invierte: “Me gustaría algún día poder delegar y tener alguna tarde libre”

Hace poco más de un año y medio, Lorena apostó por abrir el primer café de especialidad en su localidad, Viladecans, tras quedar cautivada por la cultura del café en Bristol, Inglaterra

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La cafetería de especialidad de
La cafetería de especialidad de Lorena, en Viladecans (Barcelona), el Bristol Caffee.

Los cafés de especialidad son la moda. Especialmente entre las influencers, que buscan aprovechar su tirón para abrir un negocio. Pero no todo el mundo tiene esa facilidad. Sacar una cafetería adelante tiene lo suyo: mucho sacrificio y poco tiempo libre. Aun así, Lorerna, la fundadora y rostro visible de Bristol Coffee en Vila de Cans, cerca de Barcelona, tiene claro que no se arrepiente.

“Sí, absolutamente. Lo volvería a hacer todo de nuevo. Lo haría igual de bien. Al final, vendemos experiencias, ¿no?”, asegura . El aroma del café recién molido y los bizcochos saliendo del horno acompañan a la emprendedora mientras repasa, junto al youtuber Eric Ponce, los desafíos y recompensas de emprender.

Hace poco más de un año y medio, Lorena apostó por abrir el primer café de especialidad en su localidad, tras quedar cautivada por la cultura del café en Bristol, Inglaterra. “Diez años atrás, nos mudamos a Bristol. No tomaba café, pero llegué y me empecé a aficionar. Los sitios eran encantadores, el ambiente genial y el café, riquísimo”, recuerda. La experiencia desencadenó un cambio de vida: “Empecé a investigar el mundo del tueste, me formé como barista y vi que aquí en España el café de verdad estaba cobrando fuerza. Decidí que el primer local de este tipo aquí sería mío”.

“Me formé como barista y vi que aquí en España el café de verdad estaba cobrando fuerza”

Lorena no solo quería abrir una cafetería; quería contar una historia en cada taza. “Aquí lo que nos distingue es el café natural, sin azúcar quemada, sin químicos. Nos importa el grano, el clima, el proceso. Hay que estar ajustando las muelas constantemente, buscando que no quede demasiado ácido ni amargo. Siempre buscamos la excelencia”, detalla.

Una jornada que empieza a las siete de la mañana

Ese empeño en lo artesanal va mucho más allá del café. “Las galletas, los bizcochos, las cheesecakes… todo lo hago yo. Solo los croissants vienen de fuera y me he preocupado de que sean de la mejor calidad”, afirma con orgullo. El esfuerzo, admite, es titánico: “A las siete de la mañana ya estoy dentro, preparando corazones, horneando y dejando todo listo antes de que abra la persiana. En verano vendo entre diez y veinte galletas al día, pero en invierno pueden ser setenta. Tengo todo bien etiquetado y congelado, para hornear cada mañana lo justo y necesario. Prefiero quedarme sin stock a servir algo que no esté fresco”.

Pero detrás del ambiente acogedor y la apariencia de negocio familiar se esconden retos diarios que, según Lorena, son los verdaderos enemigos del pequeño empresario. “A veces pienso: ‘Mira, le paso el problema a otro y ya está’. O llamar a quince personas para entrevistas, que se presenten nueve y obtener uno solo… es increíble”, confiesa sobre la dificultad para encontrar y retener equipo. “El tema del personal es lo que más me cuesta. He pasado meses duros, pero ahora por fin tengo un buen equipo y espero que dure. Me gustaría algún día poder delegar más y tener alguna tarde libre, pero por ahora estoy al pie del cañón”.

Café de especialidad. (Libería libre
Café de especialidad. (Libería libre de derechos)

La inversión inicial para abrir Bristol Coffee fue considerable. “Unos 105.000 euros, contando el traspaso, las obras, la maquinaria… todo lo que había ahorrado junto con un crédito bancario. Pero hoy puedo decir que ya pagué esa deuda. No tengo ese dinero en el banco, pero por lo menos ya no le debo nada a nadie”, explica. Eso sí, la letra pequeña y los trámites burocráticos no se lo pusieron fácil: “Tuvimos que hacer una migración de la licencia —de panadería a cafetería— porque si no me limitaban el espacio para sentar gente. Al principio me asusté porque parecía que tenía que empezar todo desde cero, pero al final, hablando con los ingenieros y el ayuntamiento, se solucionó pagando la diferencia”.

Desafío económico

El desafío económico es constante, incluso ahora que el proyecto está asentado. Lorena describe: “Los gastos fijos mensuales rondan los 7,700 euros, entre alquiler, sueldos y seguridad social. Después están los variables: café de especialidad, leche fresca, refrescos, bubble tea… En total, los gastos mensuales pueden llegar a los 10 mil euros fácilmente”. Facturación en mano, calcula: “El promedio mensual son unos 11,500 o 12,000 euros. Claro que depende de la temporada: en verano baja el consumo de café pero suben las bebidas frías. Mantener el equilibrio y el margen depende del producto, pero después de un año y medio, lo invertido ya está prácticamente cubierto”.

“Mucha gente piensa que el café deja un montón de margen, pero la verdad es que el café bueno cuesta caro”

El margen es modesto, pero la calidad no se negocia. “Mucha gente piensa que el café deja un montón de margen, pero la verdad es que el café bueno cuesta caro. Solo la dosis para un buen café ya me sale alrededor de 55 céntimos, y eso si todo sale perfecto. Si ese día hay que regular el molinillo o pesar más, el coste puede subir. Las galletas me dejan un margen de unos 40%, pero llevan muchísimo trabajo”, reconoce.

Para atraer y fidelizar clientela, Lorena apuesta por la presencia local y el poder de las redes sociales. Sabe que, en los barrios, el boca a boca es fundamental: “Siempre que hay una feria o evento en el pueblo, ponemos un stand, repartimos folletos y nos dejamos ver. Pero también cuando subo algo a Instagram, por ejemplo los cinnamon rolls, la gente viene directo a pedirlo. Hay que estar atento, porque el cliente de café de especialidad busca y compara”.

“Aquí viene quien quiere algo diferente”

La competencia, lejos de atemorizarla, la estimula a mantener su estándar: “Hay otros locales, sí, pero no somos lo mismo. La gente que quiere un café rápido va a otro sitio. Aquí vienen quienes quieren algo diferente, que valoran el producto. Muchos ya nos conocen por nombre, hay quienes vienen a diario y traen a su familia y amigos. Es bonito porque se crea una especie de familia en torno al café”.

El chollo de regentar la cafetería de los jardines del Palacio Real: 432.000 euros de ingresos al año cuando solo se paga un canon de 39.500 euros al Estado.

Si bien el trabajo es extenuante, Lorena asegura no arrepentirse. “Lo volvería a hacer sin dudar. Aposté por algo distinto y he visto cómo la gente lo valora. Al final, vendemos experiencias, y está buenísimo ver que la gente sale de aquí feliz y con ganas de volver”.

Al preguntarle si abriría otro Bristol Coffee, no vacila: “Absolutamente. Es lo que soñé durante años y lo logré sin apartarme del camino que me marqué. Si volviera atrás, haría casi todo igual; sólo organizaría mejor las horas del personal al principio, pero nada más. Me quedo con la satisfacción de haber creado algo de calidad en mi pueblo y de ser referente de lo que es posible lograr cuando haces las cosas con cariño y constancia”.