
Lucy, una perrita de Jack Russell Terrier de dos años, se ha convertido en una nueva alumna muy especial en el Colegio Pare Manyanet de Barcelona. Si bien no asiste a clase para aprender matemáticas ni historia, cumple con una labor fundamental dentro del centro. Su función consiste en velar por Olivia, una niña de 12 años que convive con un desequilibrio de glucosa. Lucy está entrenada como perro de alerta médica y es capaz de detectar, con gran precisión, cuándo su dueña sufre una bajada o subida de glucosa, algo que puede ocurrir en cualquier momento de la jornada escolar.
La presencia de Lucy en las aulas no es solo un apoyo vital para Olivia, también representa un avance importante en materia de derechos y accesibilidad. Su caso se enmarca en un cambio legal reciente. En mayo, un decreto aprobado por el Ministerio de Derechos Sociales permitió que los perros de asistencia pudieran acceder sin restricciones a centros educativos y otros espacios públicos. Gracias a esta normativa, Lucy puede acompañar a Olivia en todo momento de la jornada escolar.
Lo más llamativo, sin embargo, es que la integración de Lucy ha sido tan natural que muchos ni siquiera se dieron cuenta de su llegada. Maribel, profesora de Lengua castellana y tutora de la clase, recuerda con una sonrisa cómo fue el inicio de curso: “algunos profesores me preguntaban ‘¿cuándo viene el perro?’, pero ya estaba en clase y ¡no se habían dado cuenta!“, declara para el periódico La Vanguardia.
Lucy asiste a clase en un transportín abierto junto a Olivia, donde pasa desapercibida la mayor parte del tiempo. “Se queda tranquila, a mi lado”, cuenta la niña, que describe con ternura la calma de su compañera de cuatro patas: “se pasa todas las clases haciendo la siesta”, explica riendo, con un poco de envidia.
La cotidianeidad de Lucy y Olivia
El trabajo de un perro de alerta como Lucy no consiste en moverse constantemente, sino en detectar cambios en el olor corporal asociados a alteraciones de glucosa en la sangre. Y cuando eso ocurre, la perrita avisa con señales sutiles. Olivia detalla: “se rasca la nariz, o lloriquea, o lanza como un gemido. Solo una vez ladró y fue un solo ladrido”.

El comportamiento de Lucy ha sorprendido gratamente tanto al profesorado como a los compañeros de clase, que han visto cómo la convivencia con un perro de asistencia puede darse de manera muy discreta. Asimismo, su presencia también ha servido para sensibilizar sobre el papel fundamental que estos animales desempeñan en la vida de muchas personas con determinadas condiciones de salud
Aunque el caso de Lucy es pionero en Cataluña, no será el último. La nueva normativa abre la puerta a que más niños y niñas que necesitan este tipo de asistencia puedan llevar a sus perros a clase, con todas las garantías legales. Lucy no solo acompaña a Olivia, sino que constituye un auténtico avance en materia de sensibilización social y derechos. De esta manera, Lucy se ha ganado un lugar en el aula.
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