
“Me lo dijo Daniel, me lo dijo Daniel”. La voz, emocionada y febril de Ángel Labruna ganaba el bullicioso espacio de la noche rosarina el domingo 28 de diciembre de 1975. Su River había vencido en el último instante por 2-1 ante Central con el recordado gol de la Pepona Reinaldi, consagrándose campeón del torneo Nacional. Todos querían acercarse a Don Ángel, símbolo de grandes logros como jugador con la banda roja, ganador nato, que había devuelto esa terquedad por el éxito y las vueltas olímpicas, ahora como entrenador. Pletórico de emoción solo quería dedicárselo a su hijo mayor, que había fallecido muy joven, apenas unos años antes y lo sentía como parte decisiva de esa conquista…
La definición del Nacional ‘75. Pareja y disputada hasta el último segundo. Un reducido de 8 equipos todos contra todos en canchas neutrales. El arranque potente del Estudiantes de Bilardo, que en las primeras cinco fechas había encadenado 4 victorias y 1 empate. River, apenas un punto detrás. Y el choque entre ambos en cancha de Vélez, a una jornada del final, el domingo 21 de diciembre con una inmensa expectativa. Lo ganaron los Millonarios 1-0 con tanto de Reinaldi y soberbia actuación de Fillol, para sacar una unidad de ventaja antes de afrontar la última fecha, donde jugarían con Central, mientras que los Pinchas enfrentarían a Temperley en cancha de Racing.
El partido en Rosario parecía con un inexorable destino de empate. A poco de comenzar, Luque con golpe de cabeza abrió el marcador, pero Zavagno colocó el empate a la media hora. En ese momento, Estudiantes ganaba 2-0 con goles del Fantasma Benito y se ilusionaba con el desempate. El segundo tiempo en ambas canchas transcurría en la medianía hasta que, faltando exactamente 20 minutos, la historia empezó a cambiar. La tensión en el banco de suplentes de River se cortó ante una reacción de Labruna. Le apuntó a Reinaldi y a los gritos le indicó que debía entrar en ese momento. Casi sin calentamiento, ingresó por Pinino Mas.

Nada había cambiado en Avellaneda. Sin novedades en Rosario. En AFA empezaban a pensar en la sede del desempate para el martes 30 o en los primeros días de enero. Hasta que llegó ese instante, que la Pepona Reinaldi le contó a Infobae: “La fortuna me puso en ese momento del partido para hacer un gol histórico en el último minuto, que es el sueño de todos los jugadores. Vino un centro pasado y convertí el del triunfo cuando ya casi no quedaba tiempo. Lo hice de zurda, que solo la tengo para caminar (risas). Con el tiempo, Luis Landaburu, que era el arquero suplente, me contó la historia: Ángel Labruna me había hecho entrar porque él sintió que se lo pedía su hijo que había fallecido. Gritaba mirando al cielo con lágrimas en los ojos en el momento del gol ‘Me lo dijo Daniel, me lo dijo Daniel’. Fue algo muy conmovedor”.
El fútbol superando los límites del fútbol. Una vez más. Los que tenemos pasión por este deporte, siempre elegiremos creer que estas cosas suceden por algo. Labruna lo sintió así y la Pepona respondió, vistiéndose otra vez de héroe, como siete días antes en Liniers. Aquel gol sirvió para sacar una ventaja decisiva. Éste era para dar la segunda vuelta olímpica de un año inolvidable, pintado de blanco y cruzado por una banda roja para la eternidad.
El doblete de Angelito en el ‘75. River y aquel maleficio inexplicable de los 18 años sin títulos. Habían probado todas las fórmulas, tácticas, jugadores y técnicos, pero ninguna daba resultado. Él era el hombre. El único capaz de exorcizar los fantasmas. Lo fueron a buscar a comienzos de aquella temporada y en la primera frase, dejó sentada su posición: “Si agarro River es para ser campeón”.

Conocía como nadie los siempre intrincados pasillos del Monumental. Podía detectar todo con apenas una mirada. Aconsejó algunas compras, de hombres curtidos y con espíritu ganador (Perfumo y Pedro González) y solicitó que no vendieran a la columna vertebral: Fillol - Juan José López - Merlo - Alonso - Morete. Sabía que contaba con el material perfecto para hacer su obra. En agosto, River volvió a gritar campeón. La deuda estaba saldada, pero Angelito iba a ir por más.
Era el turno del Nacional, aquellas confrontaciones que nos llenan de nostalgia. Los torneos donde se sumaban los equipos del interior. En esta ocasión, tres de ellos alcanzaron el octogonal final, como prueba de su constante superación: Gimnasia de Jujuy, Atlético Tucumán, con la fulgurante aparición de Julio Ricardo Villa, y Talleres de Córdoba, ya en camino a ser un referente de estas competencias, con excelentes jugadores.
River vendió a su goleador, el Puma Morete, al fútbol español. Conseguir un reemplazo acorde no iba a ser tarea fácil. Sin embargo, el ojo sagaz de Labruna apuntó en la dirección correcta. Porque Leopoldo Jacinto Luque, hasta entonces en Unión, le iba a rendir muchísimo al club, convirtiendo una enorme cantidad de tantos, que le posibilitaron asentarse como el centrodelantero de la selección que sería campeona del mundo.

Los Millonarios ganaron su zona con cuatro puntos de ventaja ante Estudiantes, aunque el cuadro dirigido por el doctor Bilardo le ganó los dos partidos. Y ambos equipos fueron despegándose lentamente del resto en el octogonal final, apenas con la tibia compañía de San Lorenzo, que solo alimentaba sus esperanzas en el fenomenal año del Gringo Scotta, que llegó a la inconmensurable cifra de los 60 goles.
El esperado mano a mano fue el domingo 21 de diciembre. Estudiantes un punto arriba y con solo dos fechas por delante. El antecedente, fresco y resonante, de sus triunfos en la fase de grupos. Los Pinchas dominantes. A despecho de su estilo más vinculado al contragolpe. De pronto, en una jugada aislada, la Pepona puso la cabeza a un centro de Luque y selló el 1-0. A partir de allí, todo de Estudiantes, con Pagnanani y Frasoladatti, los laterales, como flechas en ataque, la calidad de Carlos López, haciendo honor al 10 en la espalda, para cuidar la pelota y hacerla circular, más la potencia de Galletti y Verón arriba.
Pero todo fue en vano. En el arco rival había una figura descomunal, que muchas veces recordó ese partido como la mejor actuación de su carrera. Y en el caso de Fillol, es mucho decir, porque en su impecable trayectoria ha tenido más de una performance para el asombro, llegando a pelotas imposibles, de esas que atragantan el grito de gol de las hinchadas rivales, cuando ya parece un hecho consumado. El Pato era un abonado al 10 en la calificación de los medios, que no caían en la exageración, porque como se tituló alguna vez en la revista El Gráfico: “Todos los arcos del mundo le quedan chicos”.
Esa noche no le dejó ni un resquicio al asombro. Tuvo atajadas formidables, pero sobre todo una es recordada medio siglo más tarde. Con el score en blanco, llegó un centro desde la derecha que aterrizó en el punto penal. Los defensores de River estaban descolocados. Juan Ramón Verón, midió la parábola de pelota en el aire y se arrojó en palomita, despachando un perfecto cabezazo alto, con destino de red. Nadie nunca sabrá como Fillol volvió sobre sus pasos, se elevó hasta lo imposible para darle un manotazo que envió el balón por sobre el travesaño. El asombro se disparó desde Liniers, diseminándose por toda la geografía nacional que vio la acción por televisión.

Luego el gol de Reinaldi, el pertinaz dominio de Estudiantes, el repliegue de River y un penal, ejecutado por Carlitos López, que se estrelló en un travesaño que no quiso ser menos que Fillol. Quedaban 40 minutos por delante, pero todos sabían el final de la película. Por más que los Pinchas intentaran por arriba y por abajo, allí estaba el inexpugnable Pato.
Y entonces la definición, una semana más tarde, con el interregno festivo de la Navidad, para colocar en el arbolito los deseos. El de River, era volver a repetir el título, después aquella anemia de tantos años sin vueltas olímpicas. Estudiantes alentando la última esperanza, soñando con que Central le diera un rosario donde aferrarse a rezar por un milagro.
Pero éste lo realizó el aviso que recibió Labruna. Cuando el 1-1 parecía inamovible decidió el ingreso de la Pepona. Y Reinaldi no le falló. Ni a él, ni a la gente de River ni al hijo de Angelito, que envió el mensaje. Puso la punta del botín izquierdo, superando la indecisión del arquero Ferrero, para desatar el festejo. Enorme y merecido, porque había sido el mejor equipo del torneo.
Atrás, y con creces, quedaban los 18 años pálidos y vacíos de festejos. Era la hora de la revancha, de la mano del único hombre que podía ahuyentar los fantasmas del pasado. Y cuando parecía que su sabiduría futbolera ya no tenía más respuestas en aquella calurosa noche rosarina, le llegó la ayuda desde el más allá. “Entrá Pepona, entrá ya”. Fue lo que se le escuchó en la recta final del partido. Esa misma voz que veinte minutos más tarde repetía sin cesar, entre la emoción, el agradecimiento y la pasión: “Me lo dijo Daniel, me lo dijo Daniel”.
Últimas Noticias
La historia de amor entre Venus Williams y Andrea Preti: una prueba de fuego y la romántica propuesta de casamiento en Italia
Ambos iniciaron su vínculo en septiembre de 2024 y pasaron por muchos obstáculos que afirmaron la relación

El video de Miguel Borja entrenando en la montaña luego de comerse cuatro empanadas: “Esto es para machos”
El ex jugador de River Plate se encuentra en Colombia y disfrutó de una comida callejera antes de comenzar su rutina física

La Conmebol realizó un balance de fin de año y compartió sus principales logros de 2025
La casa madre del fútbol sudamericano analizó lo que dejó el calendario y ponderó los premios millonarios en las principales competiciones continentales
La sorprendente predicción de un jugador histórico de Uruguay sobre el Mundial 2026: “Vamos a salir campeones”
El ex lateral Jorge Fucile, quien jugó dos Copas del Mundo, habló de sus expectativas con el equipo de Marcelo Bielsa

El secreto que Sergio Goycochea guardó 35 años sobre el Mundial de Italia 1990: “Es muy fuerte lo que me pasó”
El ex arquero de la selección argentina reveló cuál fue el deseo que dejó en el Muro de los Lamentos en la antesala a la Copa del Mundo

