A 45 años de la muerte de Dante Panzeri: su oposición al Mundial, el encuentro secreto con Lacoste y su final en soledad

Se cumple un nuevo aniversario de la muerte del periodista deportivo que marcó una era

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Se cumplen 45 años de la muerte de Dante Panzeri
Se cumplen 45 años de la muerte de Dante Panzeri

Hacía frío y era un día gris. Ahí todo era peor: en los cementerios siempre hace más frío. A lo lejos, respetando el momento, unos pocos fotógrafos. No había demasiada gente. Es más: era muy poca gente teniendo en cuenta la fama del hombre que había muerto. Apenas treinta personas. La familia, los amigos cercanos, unos pocos colegas agradecidos. Y algunos escasos exponentes del fútbol; eso sí nombres legendarios, integrantes del Panteón del Fútbol Argentino: Peucelle, Pedernera, Duchini.

El 14 de abril de 1978, hace 45 años, murió Dante Panzeri. Le habían descubierto cáncer de pulmón a mediados de 1977. Los últimos meses trabajó vendiendo seguros. Se había quedado solo. Su último trabajo había sido como jefe de deportes del Diario La Prensa. Pero duró poco, apenas 100 días. Ya los patrones de los medios no los soportaban en su puesto y el público no quería escuchar las cosas que él tenía para decir.

Era el único personaje público (junto a Borges) que se oponía a la realización del Mundial 78 en el país. Creía que era un dispendio de dinero que Argentina no se podía permitir, que había otras prioridades, otros necesidades básicas insatisfechas que debían priorizarse. Su prédica fue constante y duró años. En algún momento la polémica pública con Muñoz fue cruenta. En la batalla dialéctica siempre triunfaba él: más inteligente, más articulado, más informado, más preparado, más honesto. Pero en los hechos los que se imponían eran Muñoz y sus visiones pragmáticas y demagógicas.

Dante Panzeri fue, probablemente, el periodista deportivo más influyente de la historia. Siempre polémico, con una visión de los hechos más profunda que el resto, anticipó que el deporte era mucho más que una serie de competencias atléticas, que sus dimensiones eran múltiples. Supo ver que en él convivían la política, la economía y hasta el fenómeno sociológico.

Nació en 1921 en Rosario. Al poco tiempo la familia se trasladó a San Francisco, Córdoba. Con la muerte prematura del padre debió abandonar el colegio al terminar la primaria. Salió a trabajar para ayudar en la casa. Repartió fiambre en una bicicleta y fue cadete en el diario local. Le gustaba jugar al fútbol en las canchas polvorientas del pueblo. Los domingos iba hasta el bar frente a la plaza para escuchar las transmisiones radiales de los partidos. Después durante la semana leía en El Gráfico a Frascara, Borocotó, Last Reason, Chantecler.

En El Gráfico ingresó a trabajar en 1938 gracias a una carta de recomendación de El Chueco García, un ídolo del momento, jugador de Racing y la Selección que era de su pueblo. Al principio le encomendaron cubrir atletismo, natación y ciclismo. De a poco se fue haciendo su lugar. Y un nombre. Aprendió de los grandes de esa redacción.

En 1958 llegó a ser el Director. Le dio a la revista un cariz absolutamente personal. Nunca una publicación se pareció tanto a su director. Terca, obstinada, brillante, incorruptible, piantalectores. Contestaba el correo de lectores él mismo y se pelea con los que escribían. Llegó a responder una de esas misivas: “Sr. Esto no es una fiambrería: acá el cliente no siempre tiene razón”.

Los comentarios de los partidos eran verdaderas críticas. Más que el periodismo deportivo en esos momentos ejercía la crítica cultural. Era ingenioso, implacable y, también, dogmático.

La revista perdió muchos lectores. Un domingo muy especial fue su último día en la redacción. Era 1962. Se jugaba el súper clásico y sería la primera edición que saldría con una tapa de actualidad, con una foto del partido (antes se producían con 15 días de antelación). Salió Artime haciendo un gol y la palabra Zapatazo en cursiva cruzando la portada. Ese domingo a la noche en la redacción mientras muchos tecleaban febrilmente en las máquinas de escribir, Constancio Vigil, uno de los dueños de Editorial Atlántida, propietaria de El Gráfico, le acerca una hoja a su escritorio y le dice, casi sin mirarlo a los ojos, que debía ir en un recuadro en medio del comentario del partido. Panzeri vio que eran unas declaraciones del entonces Ministro de Economía Álvaro Alsogaray en las que decía que no sabía de fútbol pero opinaba del partido y de la situación del país. Panzeri le dijo que eso no iba a salir en medio de su comentario ni en su revista. Vigil le dijo que debía salir. Panzeri no respondió. Tomó el saco del respaldo de su asiento, guardó los cigarrillos en un bolsillo y salió de la redacción.

Al día siguiente volvió para arreglar su desvinculación. Puso una condición: que le dejaran decidir la tapa del número siguiente. Se lo permitieron. Apareció Antonio Báez, un jugador que se había retirado más de una década antes pero que nunca había tenido su tapa consagratoria. El epígrafe decía: “Antonio Báez. Justicia para un olvidado”. Y nunca más volvió a El Gráfico.

Después de eso escribió en muchísimos medios. A principios de los años setenta era muy popular. Estaba en la radio, era columnista estrella en el canal más visto, el Tele Once de Héctor Ricardo García, escribía en Crónica, El Día de la Plata y en la revista Así que tiraba alrededor de 600.000 ejemplares semanales.

Dante Panzeri fue el autor del libro "Dinámica de lo impensado"
Dante Panzeri fue el autor del libro "Dinámica de lo impensado"

Fue el inventor de los newsletters. Editó en hojas mimeografiadas “Panzeri Confidencial”. Una revistita precaria para suscriptores con textos suyos, respuestas a preguntas específicas y con encuentros mensuales personales con los socios.

Era un personaje histriónico que no dudaba en polemizar. Sus rivales siempre fueron pesos pesados. Dirigentes como Alberto Armando, Liberti o Valentín Suárez, los dirigentes fuertes de su tiempo. También, claro, José María Muñoz. Fue el primero en hacer periodismo de periodistas. No dudaba en criticar a los sicarios del micrófono, a los que le quitaban valor a su profesión tan amada. Lo criticaba por chauvinista, por demagogo, por ser un pertinaz oficialista y por su pésimo uso de lenguaje.

Vio la importancia de los Juegos Olímpicos. Su cobertura de los de Roma 60 es memorable. En 1951 fue echado de la radio porque minimizó las medallas obtenidas por los deportistas argentinos en los Primeros Juegos Panamericanos disputados en Buenos Aires. Contó que la mayoría de los deportistas norteamericanos de elite no habían venido a competir. Al gobierno peronista no le gustó que le sacara épica al triunfo tan propalado por los medios oficialistas (casi todos) y lo despidió. Panzeri nunca escondió que era un ferviente antiperonista.

A mediados de 1976 ya en tiempos de la Dictadura, el capitán Lacoste, hombre fuerte del EAM 78, el ente organizador del Mundial, lo citó para conversar con él. Panzeri fue a la casa de Lacoste. En una larga reunión Lacoste trató de llevarlo hacia sus filas, trató de apagar sus críticas permanentes. Panzeri lo escuchó y luego sacó de su maletín tres anchas carpetas en las que estaban los antecedentes de los negociados y los argumentos para oponerse a la organización del evento. Antes de irse vaticinó también que se gastarían muchísimos millones más que los 70 millones vaticinados por la Junta. Y que nunca recuperarían pese a lo que Lacoste gritaba a los cuatro vientos. Panzeri una vez más tuvo razón. El Mundial salió más de 700 millones de dólares. Las pérdidas fueron cuantiosas. De esa reunión tomó apuntes y escribió un relato de lo sucedido pero nadie se lo publicó, quedó perdido en su archivo personal hasta que fue editada en Dirigentes, Decencia y Wines, una antología de su obra periodística que realicé para Editorial Sudamericana en 2013.

Siempre decía que “al fútbol argentino le faltan tres cosas: Dirigentes, decencia y wines”.

Su otra gran frase célebre y una de las peor citadas de la historia es: “Fútbol, dinámica de lo impensado”.

La utilizó para titular su primer libro. Un estudio de la táctica en el fútbol, un texto que quedó avejentado en muchas ideas pero que es el primer intento de pensar el juego desde un punto de vista conceptual. Una de sus grandes pifias: denostaba a los directores técnicos y les restaba cualquier importancia. El tiempo no le dio la razón. Era Jugadorista acérrimo.

El otro fue Burguesía y Gangsterismo en el Deporte, un catálogo de todas las cosas que andaban mal en el deporte.

Vio cada problema en su germen y anticipó muchos de los males que afectan el deporte moderno. La corrupción, las barras bravas, la mercantilización excesiva. Así como sus aciertos eran enormes y únicos, sus errores también eran clamorosos y resonantes. Pero siempre se movió sin cálculo. A lo largo de su carrera mantuvo una coherencia asombrosa. Se pudo haber equivocado (y lo hizo muchas veces) pero jamás se traicionó.

Al final llegó solo y sin trabajo como periodista aunque le habían ofrecido ser el columnista de deportes de una publicación que saldría en junio del 78: la Revista Humor. Y que la revista La Semana de Editorial Perfil lo quería para cubrir el Mundial. Pero los tiempos habían cambiado. Los dueños de los medios ya no estaban tan interesados en el prestigio ni en la verdad. Querían espectadores, oyentes, lectores. Y periodistas complacientes. Y Panzeri no lo era. Pero también había cambiado el público. Ya eran muchos los que no querían escuchar críticas, no opiniones que no eran las que esperaban.

Dante Panzeri era honesto, valiente, veía más allá que los demás y hacía escuchar su opinión: básicamente, un periodista.

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