
El dramaturgo y periodista Mario Diament -corresponde que este sea el orden en que se lo caracterice- vino a Buenos Aires para acompañar el estreno de su nueva obra, Tres mujeres audaces, dirigida por Mauro J. Pérez (todos los viernes a las 20 hs. en el teatro El Tinglado). En simultáneo, tres de sus piezas más reconocidas —Café Central, Cita a ciegas y El cazador y el buen nazi— se encuentran actualmente en cartel, lo que supone una pequeña hazaña como para hacerlo sonreír satisfecho. “No creo que sea ningún fenómeno”, razona frente a un café cortado en un bar de Recoleta. “Es una coincidencia. En todo caso habla bien de la gente que se interesa por el teatro y de la perdurabilidad de las obras”.
A sus 82 años Diament, que reside en Miami y viaja con frecuencia a la Argentina para asistir a los estrenos de sus obras, se muestra locuaz y perspicaz para expresar sus pensamientos sobre el teatro, el periodismo y todo lo que pasa alrededor del mundo. Diament es una autoridad en varias de estas materias. Fue director de El Cronista, jefe de redacción de La Opinión y secretario de redacción de Clarín. También se desempeñó como corresponsal en Estados Unidos, Europa y Medio Oriente. En el ámbito académico, dirigió el Máster de Periodismo en Español en la Universidad Internacional de la Florida. Sigamos. Es autor de más de veinte obras teatrales, ha incursionado en la novela (Martín Eidán, 2006) , el ensayo periodístico y el guion cinematográfico.

Ante la pregunta “¿Vos crees que el mundo está cada vez peor”, él responde con otra pregunta “¿En relación a qué? No estamos peor, todo es relativo. Yo no creo que pueda medirse este fenómeno en términos de “mejor o peor”. El mundo que yo conocí también era un mundo de una dictadura militar en la Argentina, donde la gente desaparecía. El mundo en el que yo nací era el mundo de la Segunda Guerra Mundial, del franquismo y la guerra civil española. Si vos querés compararlo con eso, no sé si estamos mejor o peor. Lo que sí creo es que este primer cuarto de siglo del siglo XXI es una época de transformación. Cada vez se tiende a alejarse más de la democracia que uno conocía. Hay otras teorías que prevalecen, empezando por lo que sucede en Estados Unidos, y eso irradia hacia otros países que copian este modelo, que es un modelo autoritario”.
“Lo que pasa es que el autoritarismo del siglo 21 no es como el autoritarismo del siglo 20, porque en lugar de necesitar fuerza de choque, te limpian la cabeza con las redes sociales. Entonces, es una transformación de los mecanismos de poder”. Al fin y al cabo, y aunque el encuentro con Infobae Cultural está vagamente planteado para hablar del estreno de Tres mujeres.. y de las otras obras en cartelera, resulta inevitable escuchar a este hombre que ha visto pasar la historia argentina y mundial a través de los medios de comunicación en más de medio siglo ya. A partir de este momento se desarrolla el siguiente diálogo.

—¿Ya no ejerces el periodismo entonces?
—En los últimos 30 años, a pesar de que seguía teniendo una columna, me dediqué a la enseñanza. Y dejé de enseñar en la universidad durante la pandemia. Me parecía medio inútil enseñar vía zoom y estas cosas donde uno no tiene contacto directo. Además ya tenía edad suficiente como para decir me voy a dedicar a otras cosas. Así que desde la pandemia en adelante puse toda mi energía en el teatro, cosa que antes no podía hacer porque tenía que ganarme la vida y además porque le daba mucho, mucho tiempo al periodismo. Me parecía que era más interesante, más creativo y más profundo decir las cosas a través del teatro.
—¿Cuál es el punto de contacto entre ambos mundos? ¿Cómo se traduce tu visión de la realidad, antes periodística, a un texto teatral para que otros lo interpreten?
—Eso sucede con los instrumentos que te da el periodismo: la capacidad de percibir la realidad. Ahondar, investigar, cuestionarse, sorprenderse. Cuando eso se aplica el teatro, a través de una cierta ficción y con una actitud más libre y creativa, se puede tener un efecto más contundente. Si vos tomás una obra, no sé, como Café Central... No es una obra que transcurre en un famoso café de Viena, donde se juntaban personajes históricos. Está centrada en dos épocas, en 1913 y 1933, o sea, antes de las dos guerras. No es recreación histórica. Lo que a mí lo que me interesaba era ver de qué manera esa experiencia reflejaba el mundo que vivimos hoy. Y eso, de alguna manera -aunque para un público más reducido- es mucho más contundente que un alegato periodístico. La gente entra por otros canales a comprender la realidad en la que está viviendo. Eso te lo permite el teatro.

Inspirada en personajes femeninos de Ibsen, Strindberg y Chéjov, Tres mujeres audaces imagina un encuentro ficticio entre Nora, Julia y Elena, protagonistas de tres clásicos fundacionales del teatro moderno. La obra se sitúa en 1899, a bordo de un barco que parte de Hamburgo rumbo a Buenos Aires. Allí, las mujeres enfrentan nuevas circunstancias vitales. “Siempre he escrito mucho sobre mujeres ¿Sabes por qué? Porque las mujeres me resultan más interesante que los hombres... Es un mundo más curioso, más rico, más imprevisible”, justifica.
El punto es que tomó estas “tres mujeres maduras, personajes de la literatura teatral de fines del siglo pasado. Si hay tres obras que marcaron no solo una gran transformación del teatro, sino de alguna manera sembraron la semilla del feminismo. Nora en Casa de Muñecas, Julia en La señorita Julia y Helena en El tío Vania... Entonces, a mí se me ocurrió imaginar a estas tres mujeres después de lo que sucede en sus vidas, en cada una de las obras. Que se encuentra a bordo del transatlántico que viajaba de Hamburgo a Buenos Aires. Es un poco también responderme a mí mismo: ‘Bueno, ¿qué pasó con ellas? ¿Qué podría haber pasado? Este es el planteo de la obra”.

La mención del barco que llega a Buenos Aires deriva en el tema de la Argentina vista a la distancia, la particularidad de la “condición argentina” en el contexto latinoamericano y “este” momento de la Argentina.
—¿Se puede seguir estando cerca de la Argentina, a la distancia?
—Yo leo mucho, hablo con gente acá todo el tiempo. Yal mismo tiempo, la distancia te da una comprensión diferente. A veces hasta más profunda. Entonces, no me cuesta entender lo que está pasando.
—¿En Estados Unidos te hablan más de Argentina ahora, con un presidente tan particular?
—Yo no diría que hay un interés particularmente grande en entender la Argentina. Más bien, hay curiosidad. Yo creo que tenemos una particularidad fundamental y es que somos un país de inmigración. Por eso salen Barenboim, Martha Argerich, los científicos que ganaron el Nobel... Un país como la Argentina, con toda la mezcla inmigratoria cultural, especialmente la que llegó antes y durante la Segunda Guerra Mundial, recibió una riqueza cultural muy grande.
[Fotos: Maximiliano Luna; prensa MutuverríaPR]
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