
El 1 de septiembre de 2025, el Gobierno de Gustavo Petro, por medio del ministro de Hacienda, Germán Ávila, presentó ante el Congreso de la República su tercera propuesta de reforma tributaria, con una meta de recaudo de $26,3 billones con el fin de financiar parte del Presupuesto General de la Nación (PGN) de 2026, cuyo monto inicial es de $556,9 billones, el más alto de la historia.
La primera reforma se presentó a finales de 2022 y es la única que rebició aprobación del Congreso, con una proyección de ingresos de $19,7 billones. La segunda fue introducida a finales de 2024, y buscaba recaudar $12 billones de pesos, pero no avanzó en el trámite legislativo y fue archivada.
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El más reciente proyecto de reforma tributaria fue presentado la semana pasada, aunque enfrenta un panorama desfavorable en el Congreso para su aprobación. La misma trae modificaciones a varios impuestos, como IVA, renta, carbono, entre otros, lo que ya recibió críticas de expertos. Y es que entre los aspectos más debatidos de la propuesta se encuentra la inclusión de un impuesto a los combustibles, una medida que, según el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), Bruce Mac Master, representa “probablemente el proyecto que más va a afectar a las familias colombianas de todos los que se han presentado durante todos los últimos años”.

Para ir más allá, Infobae Colombia consultó al exministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo, que rechazó la iniciativa, principalmente, porque no es la que necesita Colombia.
¿Cuáles son los reparos que le hace a la nueva reforma tributaria?
Parece que esta reforma es el fruto (pausa de dos segundos una política fiscal desafortunada que ha venido desarrollando el Gobierno. Una política fiscal en donde ha privilegiado los gastos de funcionamiento y el mayor endeudamiento. Y esto desemboca en la necesidad de financiar un presupuesto desbalanceado que presentaron.
De manera que más que la necesidad de la reforma como tal, lo que hay es la necesidad para financiar una política fiscal desacertada y burocratizante. Este Gobierno ha creado más 430.000 puestos nuevos. Entonces, naturalmente, para financiarlo, ahora echan improvisadamente mano a unos arbitrarios fiscales que, naturalmente, van a generar mucho malestar.
Y no hay tal lema de que el grueso de estos impuestos recargan sobre los más ricos, sino no también tiene golpes muy fuertes sobre la clase media. Entonces, el problema de fondo es que a este Gobierno se le salió de control el gasto público por financiar su tren burocrático y, ahora, no encuentra otro mecanismo para ajustarlo que una reforma tributaria.
Nunca ha querido aceptar que se requiere un ajuste en los gastos y, por eso, tiene un faltante de más de $26 billones en el presupuesto de este año.
¿Se le rescata algo bueno a esta reforma o no no tiene nada positivo?
Marginalmente, tiene algunas cosas buenas en el sentido de que racionaliza algunos temas del IVA. El IVA hay que racionalizarlo en algunos puntos, pero el que tenga algunos puntos buenos no justifica o acredita el conjunto de la reforma. El conjunto de la reforma es que es una reforma inoportuna. Es una reforma que veo de muy difícil trámite en el Congreso actual.
Las reformas tributarias no se suelen presentar en el último año de un gobierno, sino en el primero. Y es una reforma que presenta el Gobierno en el peor momento de pugnacidad y de desencuentros entre el Ejecutivo y el Congreso.
Mi pronóstico sobre el trámite que vaya a tener esta reforma en el Congreso es reservado. Que tenga uno, dos, tres, cuatro puntos defendibles no quiere decir que el conjunto de la reforma sea defensible.
¿Cuál es ese punto que menos le gusta de la reforma?
Tiene muchos, pero yo diría que uno de los más burdos desaciertos es el de proponer que se ponga un impuesto al patrimonio del 5%. Ningún país lo tiene, la mayoría no tiene impuesto al patrimonio, y los poquitos que tienen no pasan de un impuesto marginal al patrimonio del 1%.
Porque un impuesto del 5% conduce a que los patrimonios empiezan a destruirse, desestimula el ahorro y la inversión y es realmente una normalidad frente al conjunto universal de la tributación, que no grava, con esas tasas de ese tamaño, los patrimonios.
¿Qué reforma propondía usted?
Es que una reforma buena no sería una reforma tributaria. La reforma buena sería un programa de moderación, de austeridad en el gasto público. Si usted recorta el gasto público en $26 billones, automáticamente termina financiando sin ponerse a a cambiar la tributación actual a las carreras, subiéndole las cargas a todo el mundo, porque no son solo los ricos, son las también las clases medias las que resultan muy perjudicadas.

Entonces, lo que habría que hacer, que se viene predicando desde hace mucho tiempo y el Gobierno, obstinadamente, ha dicho que no lo hará, es moderar el gasto burocrático.
¿Piensa que el Gobierno Petro le piensa dejar la olla raspada al próximo Gobierno?
Claro que sí, se la va a dejar no solo raspada, sino desfondada.
¿Qué tan peligroso es eso para las finanzas del país?
Lo ha dicho con todas las letras en el Marco Fiscal de Mediano Plazo que presentó no hace mucho. Dice que el Gobierno va a seguir gastando al ritmo aceleradísimo en gasto primario, que no es otra cosa que gastos de funcionamiento. Dice que se va a endeudar más. para lo cual suspendió la regla fiscal y que la tarea de hacer un ajuste le quedará al próximo Gobierno, pero que este Gobierno no hará ningún ajuste.
Ya lo ha dicho con gran desfachatez el actual Gobierno, y eso es grave, porque se desmerita mucho la imagen de credibilidad de Colombia en los círculos de las entidades financieras nacionales e internacionales.
Usted ha sido bastante crítico con el hecho de que se tramite la reforma tributaria al mismo tiempo del PGN, ¿por qué?
No, yo no soy enemigo en que se tramite una reforma tributaria simultáneamente con un presupuesto, esa es una posibilidad que la constitución colombiana permite desde el año 1991. Lo que sucede es que la misma constitución dice que los ingresos esperados, en este caso de $26 billones, no se podrán incorporar al presupuesto básico hasta tanto la ley de financiamiento, que es el nombre piadoso que se le da a las reformas tributarias, no haya sido aprobada por el Congreso.
¿Qué pretende el Gobierno con esto?
El Gobierno pretende que por mantener un presupuesto con un monto elevado es como un hecho anticipado de que el Congreso va a aprobar la reforma tributaria. Eso no puede ser así y sería un desaire constitucional por segunda vez el tener que recurrir a un presupuesto dictado por decreto, porque la regla democrática dice que el Gobierno propone, pero quien dispone es el Congreso.
Entonces eso no es que haya una ley de financiamiento al mismo tiempo del PGN, sí puede haberla, la constitución prevé esa posibilidad. Y esta es una posibilidad. Pero lo que no se puede volver es una camisa de fuerza para incorporarle unos ingresos inciertos, algo que no es más que unos ingresos contingentes, que son los que están previstos en la ley de financiamiento.
¿Cree que al Congreso le alcanzará aprobar esa reforma por ese monto tan grande de $26 billones, el más alto de la historia? ¿Espera recortes?
Yo soy muy escéptico. Prácticamente, todos los partidos, grupos políticos y parlamentarios que se han manifestado, se han manifestado en contra de que haya una nueva reforma tributaria en Colombia. De manera que no veo francamente ambiente para que el Congreso apruebe ahora una nueva ley tributaria.
¿Cuál es su mensaje que le deja a los actores que definirán el trámite de la reforma?
Ahora va a venir el consabido berrinche del presidente de la república. Ahora van a venir los consabidos insultos tratándolos de traidores, de enemigos del pueblo, si no le aprueban a pie juntillas al Gobierno todo lo que ha propuesto.
Ahí mi mensaje sería: señores congresistas, no se asusten con ese berrinche y con esos insultos. Recuerden que desde el siglo XVIII, quien aprueba en las democracias el programa de gastos y el tema de ingresos, o sea los impuestos, es el Congreso nacional, es la representación nacional. Ojalá que esa idea permanezca viva.
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