No a la constituyente, no a la reelección

El pasado 4 de julio se cumplieron 33 años de la Constitución de 1991. Una constitución más viva que nunca. Este importante documento ha guiado nuestra nación en busca de un futuro más justo y pacífico, pero, además, ha sido fundamental para trazar el camino hacia el bienestar de nuestros ciudadanos y hacia la paz

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Hace poco, para ser más exactos el 16 de marzo de este año, desde Puerto Rellena, en Cali, el presidente Gustavo Petro anunció su interés en convocar una constituyente. Algo completamente sorpresivo, pues el mismo Petro, en campaña, había asegurado en más de ocho ocasiones y hasta firmado en mármol, que jamás intentaría cambiar la Constitución de 1991 a través de una constituyente durante su gobierno.

Este proceso, además de ser largo y complejo, inevitablemente genera incertidumbre política y económica. Una iniciativa de tal magnitud puede exacerbar las divisiones sociales y políticas, aumentando las tensiones en una sociedad que ya está dividida y fragmentada. Además, la incertidumbre regulatoria durante este proceso puede desalentar la inversión extranjera y local, afectando la confianza de los inversores y desviando recursos necesarios para áreas cruciales del desarrollo nacional.

Para las verdades el tiempo. Desde enero de este año lo advertí: Petro va tras la reelección.

A hoy, el presidente no ha sido capaz de explicar con precisión qué es lo que busca con una nueva constituyente. ¿Qué es lo que no está incluido en la Constitución de 1991, que además es uno de los consensos más importantes de nuestra historia? Para mí, solo hay una respuesta a esta insistente locura que se le ha ocurrido a Petro: su propia reelección.

Sus mismos aliados lo han afirmado sin temor alguno: quieren que el actual presidente se reelija y trabajarán en lograrlo. Una constituyente sería ponerles todo en bandeja de plata para que alcancen su cometido.

Nuestra Constitución de 1991 ha demostrado ser suficientemente robusta para enfrentar los desafíos del país. En lugar de buscar crear un nuevo texto para que sea manipulado a conveniencia de ciertos intereses políticos, debemos enfocarnos en la correcta implementación y aplicación del actual.

No podemos permitir más atentados contra la democracia, estos dos años han sido apenas un abrebocas de lo que sería un autoritario perpetuado en el poder: ataques sistemáticos a la prensa, seguimientos a la oposición, corrupción, el país en pausa y sin ningún tipo de progreso económico. ¿En serio queremos alargar más tanta incertidumbre y desasosiego?

A 33 años de su promulgación, nuestra Constitución ha sido un pilar fundamental para el progreso y la justicia en Colombia. En lugar de considerar nuevos proyectos constitucionales, debemos tener la voluntad y la capacidad de hacer cumplir plenamente el pacto que nos trazamos hace más de tres décadas.

Banalizar su contenido sería el peor mensaje que podríamos enviar a un pueblo que aún reclama el cumplimiento de los derechos y garantías ya consagrados en el texto de 1991. Es crucial que reafirmemos nuestro compromiso con esta Constitución y trabajemos juntos para hacerla efectiva en beneficio de todos los colombianos. No a la constituyente, no a la reelección.