Se lo tragó la selva: la historia del agente del CTI que se perdió en el Guaviare tras caer de un helicóptero

Andrés Felipe Mejía cumplió nueve años de haber desaparecido en medio de una operación en contra de las Farc

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A propósito de los cuatro menores desaparecidos en la selva del Guaviare tras la caída de la avioneta en la que viajaban con sus padres el 4 de mayo pasado, Andrés Felipe Mejía cumplió nueve años de haber desaparecido en la zona, en medio de un operativo en contra del frente oriental de las Farc.

Como investigador del CTI, su trabajo consistía en participar de allanamientos y portar las órdenes de captura de grandes capos del narcotráfico y otros delincuentes. Ese día, por ejemplo, llevaba la del jefe guerrillero Antonio Losada que, tras el acuerdo de paz –firmado en 2016– se convirtió en congresista.

La última imagen que se conoce de Andrés Felipe fue tomada desde un avión fantasma. En ella se aprecia la silueta de un helicóptero Black Hawk del que va colgando un cable de acero de 40 metros al que estaba atado. Aunque, en realidad, parece un punto negro, casi imperceptible por el contraste con el fondo gris que no es otra cosa que la selva virgen del Chiribiquete.

“Lo que nos dijeron fue que él debía descender por el cable y esperar entre la selva para reunirse con el Ejército, pero en la bajada el cable del que colgaba se enredó en un árbol. El piloto hace unas maniobras para soltarlo, no lo logra y debido a la necesidad de ahorrar combustible, deciden irse de la zona con mi hijo colgando del cable…”, recordó su padre Álvaro Mejía en una entrevista concedida para Infobae.

Y añadió: “Al parecer, la cuerda se rompió o fue cortada en algún punto entre el lugar del combate y en el que el helicóptero aterrizó. No se sabe qué más pasó con él ni dónde cayó o si fue secuestrado por las FARC. Yo lo único que pido es que me respondan qué pasó con mi hijo”.

Duda que haya sido Andrés Felipe quien cortó el cable. Y es que, para el día del operativo, había olvidado su cuchillo en casa. Así que solo llevaba una pequeña navaja.

Tras su desaparición, el 6 de mayo del 2014 agentes del CTI y el Ejército llevaron a cabo la operación Alfa–Faro con la que recorrieron 27 kilómetros de selva, pero solo encontraron su fusil. Y un año después, otros soldados hombres recorrieron la zona con apoyo aéreo, entre ellos su compañero desde el DAS Martín Sanabria.

“Todos los días me levanto pensando en él. Alguna vez hablamos de lo que nos podía pasar en el trabajo, de que podíamos morir. No me equivoco al decir que él también aceptaba lo malo que pudiera pasarle, porque esto es lo que nos gusta hacer, para este trabajo se nace y punto”, comentó en exclusiva.

Sin embargo, no encontraron nada, según él: “Porque es una zona muy complicada, el terreno es difícil de recorrer, la selva es muy tupida, es fácil perderse, a eso de las cinco de la tarde la oscuridad es total y llueve todos los días. Yo solo sé que es muy difícil sobrevivir en esa zona y que si él cayó sobre esos árboles es posible que haya resultado herido. ¿Cómo sobrevive uno en esa selva? No soy negativo, yo solo quiero que esta incertidumbre termine para todos”.

Incluso, sus padres estuvieron recorriendo la zona, junto a un grupo de fiscales y generales del Ejército. Pero aun así les pareció un lugar de pesadilla en el que, por aquel entonces, la guerrilla solo era uno de tantos peligros.

“Todos los del grupo del CTI nos fuimos con la esperanza de encontrar al ‘Flaco’, como le decíamos. Buscamos a un compañero entre los árboles caídos, bajo esas raíces inmensas, en los ríos de esa selva. Solo queríamos encontrar a un amigo y no lo encontramos. ¿Qué más podemos hacer?”.

El director del CTI en 2014, Daniel Quintana llegó a pensar que estaba en manos del Frente Oriental y ofreció 50 millones por su recuperación, pero, en más de una ocasión, Carlos Antonio Losada desmintió esta versión, incluso después de haber dejada las armas.

Es así que muchos dicen que la selva se lo tragó. Aunque, después de tantos años sus padres siguen hablando de él en presente y guardándole una habitación. Con la esperanza eterna de volver a verlo algún día.