
El amor puede tocar dos veces la misma puerta. Eso, al menos, es lo que les pasó a Milena y a Damián. El primer capítulo de su amor real sucedió en el verano del 2010, ella tenía 16 años y él 17.
La temporada marplatense hervía con adolescentes en modo diversión cuando Milena acompañó a una amiga a las playas de Punta Mogotes: quería encontrarse con un chico que le gustaba. Fue ese mismo día de suerte que Milena se topó con Damián, uno del grupo. Quedó flechada.
El amor de verano brotó sin demoras y superó la brevedad que suelen tener los sentimientos estacionales adolescentes. Poco después la relación se convirtió en un noviazgo formal.
“Los dos éramos de la zona sur de Mar del Plata. Yo vivía a diez cuadras del puerto. Ese día nos cruzamos en la playa y después nos fuimos a la calle Alem a tomar algo. Lo pasamos bárbaro. Los dos grupos nos hicimos muy amigos y Damián y yo terminamos poniéndonos de novios”, recuerda con una sonrisa Milena.
Con la efervescencia de la edad sintieron que el primer amor sería eterno. No se equivocaron tanto.
La etapa rosada
Milena nació el 31 de enero de 1994 en Mar del Plata. Era la mayor de cuatro hijos del matrimonio conformado por una docente llamada Rosana y de Ricardo, un laburante del puerto. A los 16 se puso de novia con Damián y las familias de ambos vivieron la relación con alegría.
Cuando Milena terminó el colegio y cumplió 18 años comenzó a estudiar Comunicación Social y a trabajar. Damián venía medio retrasado en el secundario, era un poco vagoneta para el estudio: todavía le faltaban dos años para terminar. Es acá donde el rumbo de ambos se bifurca. Milena había avanzado mucho y descubierto un mundo nuevo: “Estábamos en distinta sintonía. Yo me embalé con mis estudios y mi trabajo. Empecé a tener muchos grupos de amigos nuevos. Trabajaba en producción en una radio, en el Canal 10 de Mar del Plata, escribía en un diario y varias cosas más. Tenía plata e independencia. Un día estábamos en su casa y charlando nos dimos cuenta de que la relación no daba para más. Los últimos meses ya habían sido medio distantes, sin vernos mucho. No hubo peleas, ni discusiones, ni nada. Solo que no coincidíamos. Nos dijimos que ya estaba. Ninguno lloró. Yo creo que nos volvimos a ver un par de veces más, pero Damián dice que no, que no se acuerda de que nos hayamos vuelto a encontrar. Cada uno tomó su ruta. Cuando se enteró que habíamos dejado de ser novios, la que lloró como loca fue mi mamá. Y la mamá de él también estaba destrozada”.
Se había acabado una etapa que había durado unos dos años. Cada uno se volcó a su vida sin dramatismos.

Despegar de lo negativo
“Dos años después, con 20 años, me puse de novia con quien es el papá de mi hijo. Él tenía mi misma edad, pero era una topadora. Tenía su propia empresa, era recontra laburador, sabía lo que quería, organizado y ordenado. Me enamoré totalmente. Estuvimos de novios dos años en los que yo seguí estudiando. Luego él me propuso empezar a trabajar con él y le dije que sí. Fue un error. Porque terminé dejando la facultad aunque solo me faltaban dar varios finales. Nos mudamos juntos y al año me quedé embarazada. En el año 2018 nació L. No teníamos casi relación ni con mi familia ni con la familia de él. Era una persona muy particular, que venía de una familia totalmente disfuncional. Fue en esa época que viví maltratos verbales y físicos y violencia económica. Hacía terapia, pero por vergüenza no le contaba a nadie lo que me pasaba. Ni a la psicóloga. Había pasado de hacer de todo y ser feliz a estar como desaparecida del mundo. Mi planeta se había convertido en algo muy chiquito. Lo único que pude sostener sin abandonar fue a la psicóloga que me decía volvé a estudiar, aprendé a manejar. Me aconsejaba hacer cosas por mí, pero yo no podía.
Un día me dije: si yo me quedo acá mi vida iba a ser esto y un día a él se le puede ir la mano y me puede matar en un ataque de ira. Mi modo supervivencia era saber qué cosas lo hacían explotar y entonces no las hacía. Dejaba de hacer cosas para que no se enojara. Dejé de estudiar, dejé de tener redes sociales. Cada tanto me animaba y me iba a la casa de mis padres, pero después volvía con él. Mis padres no preguntaban mucho. Él tenía un arma en la mesa de luz por seguridad, pero yo pensaba que en cualquier momento podía enojarse y agarrarla contra mí. Un día de invierno, en el año 2021, entendí que corría riesgos, que ya no me podía quedar más. Habíamos discutido y él se fue de casa a trabajar enojado. Yo hablé con una abogada que me dijo: si tenés miedo andate ya. Ahora. ¿Tu hijo está con vos? Agarrá las cosas y váyanse. Eran las 9 de la mañana y seguí sus instrucciones. Agarré cuatro bolsas de consorcio donde metí mi ropa y la de mi hijo, documentos y algo de plata y llamé a mi papá para que nos fuera a buscar. Cargamos todo en el auto y nos fuimos directo a la Comisaría de la Mujer. Hice la denuncia y me dieron la perimetral. Pero bueno, por suerte, mi ex reaccionó bien, estuvo tranquilo. Me quedé viviendo en la casa de mis padres y, cuando lo legal se calmó, hicimos un acuerdo para ocuparnos de nuestro hijo. Hoy en día tenemos una relación súper cordial y hasta vamos juntos a las reuniones del colegio. Es un padre excelente y muy presente”.
Empezar de cero
Superada esa etapa oscura y de angustia, Milena con 27 años, encontró que tenía que arrancar de cero. Ya no tenía casa, ni auto, ni vacaciones, ni título, ni trabajo. Tenía un hijo al que adoraba, cuatro bolsas negras de consorcio con su ropa y a sus padres.
“Tenía tres opciones: o me acostaba a llorar o me ponía a trabajar de lo que fuera o volvía a la facultad. Elegí volver a la facultad. Me recibí en Técnica en Comunicación Social y ahora voy por la licenciatura. Me faltan dos finales y la tesis. También empecé a hacer un curso de ambientación de eventos y entré a trabajar en ese tema hasta el día de hoy”, relata.
“Había empezado a reconstruirme como podía. El 4 de noviembre de 2021 me acordé que era el cumpleaños de Damián. Hacía diez años que no sabía nada de él. Tenía el teléfono fijo de la casa de su madre. Me daba intriga saber qué había sido de su vida. Junté coraje y llamé sin saber qué me iba a encontrar. Atendió su madre. Cuando le dije quién era reaccionó re contenta. Le pregunté por Damián y me dijo: Acá está, ya te paso.”
Milena estaba a la expectativa, ¿se habría casado o estaría de novio?, ¿tendría hijos?
Era una incógnita a punto de revelarse.
“Damián no entendía nada. Le expliqué que lo llamaba para saludarlo por su cumpleaños. Me contó que justo unos días atrás le había preguntado por mí a una chica que estaba de novia con un conocido suyo. Después de charlar un ratito me dijo: Gracias por llamar. ¡Y me cortó!”.
Milena se quedó con el auricular del teléfono fijo apoyado en su oreja. No parecía haber tenido éxito con la llamada.
El mismo amor, pero distinto
Pasaron varios días desde aquella llamada, quizá una semana, cuando la hermana de Milena le habló. Le contó que Damián le había pedido por Instagram su teléfono celular. Después de todo, la llamada había surtido efecto. Milena sonrió.
“Así fue que empezamos a hablar por WhatsApp. ¡Imaginate lo que fue! Hacía diez años que no sabíamos del otro. Teníamos un montón de temas para conversar. Nuestras vidas, las familias, los amigos. Estuvimos dialogando casi un mes. Un día, antes de Navidad, quedamos en salir a comer algo y vernos. ¡Qué nervios! Fuimos a comer unas hamburguesas. ¡Las más horribles de nuestras vidas! El pan estaba como viejo y húmedo. Damián dice ahora que yo andaba entonces con cara de tristeza. Es cierto, estaba mal. Empezamos a salir como amigos, como viejos conocidos que nos volvíamos a encontrar. A reconocer. Pero yo ya no estaba sola, ahora tenía a mi hijo”.
Otro enero de una década después. Otra vez era verano en Mar del Plata. Otra vez hacía calor y sonaba la alegría. Nuevas salidas y conversaciones interminables. Milena se dio cuenta enseguida de que se había vuelto a enamorar de su primer novio.

“La noche del 1 de enero de 2022 tuvimos la charla más hermosa de mi vida. Fuimos a Olavarría, la zona de bares de Mar del Plata. Con él siempre habíamos podido hablar de todo, de cualquier cosa trivial o seria. No dudé y me animé a confesarle que me gustaba mucho. Él podría haber dicho cualquier cosa, me jugué. Me había enamorado de ese nuevo Damián y también del viejo Damián. Porque su esencia era la misma, pero estaba cambiado, más maduro. Me sorprendió porque me contestó que él sentía lo mismo, que yo también le gustaba, que conmigo sentía una conexión especial, algo que no le había pasado con ninguna otra mujer en su vida”.
Milena fue muy clara en la conversación que siguió. Le recordó que ahora estaba L. quien tenía ya 3 años: “Si él quería una historia conmigo sí o sí tenía que tener un buen vínculo con él y quererlo. Damián respondió con altura y mucho afecto: Ya lo sé, él es lo más importante de tu vida y siempre lo va a ser. Quiero que él también esté en mi vida. Me explotó el corazón de amor. Damián conocía lo mejor y lo peor de mi vida y eligió amarme. ¡Era tan una noche hermosa! Salimos del lugar caminando de la mano”.
La charla terminó sellada con un beso. Hoy llevan dos años juntos: “Los tres estamos formando una hermosa familia”, dice.

A la conquista del futuro
“Los dos nos parecemos. Somos iguales. Nos hemos encontrado ahora en una mejor versión que cuando éramos jóvenes. Me enamoré de ese Damián de 16 años y me vuelvo a enamorar de este Damián de 30. ¡¡Sí, me enamoré dos veces de la misma persona!! ¿Qué valoro de él? Que está, que es un lugar seguro, un verdadero pilar. Está cuando estoy bien y está cuando estoy mal, a cualquier hora, con una palabra o con un abrazo. Y también está para L. cuando está enfermo, cuando tiene un capricho o cuando quiere jugar”, dice Milena.
¿Qué sueños tienen? Ella confiesa que tienen planes para vivir juntos, pero que la realidad económica es complicada. Damián trabaja en el puerto y vive con sus padres. Milena hace ambientación de eventos y vive con su hijo en la casa de sus padres.

“Está en nuestros planes formar una familia, pero falta un poco. Hacemos malabares para juntar plata. Si fuéramos nosotros dos solos, alquilamos un monoambiente y listo. Pero con un hijo es distinto, no puedo llevarlo a un monoambiente y someterlo a mudarse cada tanto. Tenemos que ir a algo más cómodo los tres y medianamente estable. Mi trabajo es estacional y no me permite ahorrar. Es de noviembre a marzo, pero ahí se corta. Estamos esperando a que yo tenga algo fijo para poder hacerlo. Tengo 29 años y quisiera tener un hijo más. ¡Pero lo primero es tener un lugar para los tres! Un sueño que creo que, en uno o dos años, ya podremos concretar”, pronostica.
Y mirando para atrás Milena dice que se siente una afortunada: “Tuve la suerte de que cuando volví a encontrarme con Damián pude recuperar el vínculo perdido, la misma vida, retomar la facultad. Fue como si todo hubiese estado diez años frizado, en stand by. Pude arrancar justo en el mismo lugar, pero mejor. En la facultad me reconocieron las materias para poder terminar y Damián estaba ahí, libre, para recomenzar nuestra historia”.

Cada enero festejan el haberse reencontrado en la misma ciudad que tanto aman y con sueños renovados.
Aquel viejo amor que dormía en alguna esquina de su corazón despertó con un beso y, como en los cuentos de cuando éramos chicos, volvió a latir. Solo que para el final feliz no había transcurrido un siglo, solo diez años.
*Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com
* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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