Vivir entre tumbas abiertas, hierros oxidados y lápidas rotas: el drama de los sin techo en Caracas

Los muertos son enterrados para que descansen en paz, pero en el Cementerio General del Sur eso es lo último que podría pasar. Al día de hoy cientos de tumbas fueron profanadas y las que no, se convirtieron en el hogar de familias que no tienen techo.

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(AFP)
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En 1876 fue inaugurado en Caracas el Cementerio General del Sur. Un enorme lote de tierra que con el paso de las décadas se convirtió en uno de los camposantos más importantes de Venezuela. Tanto así que fue declarado monumento histórico de ese país en 1982.

Hoy poco o realmente nada queda de esa necrópolis que se alzó con grandes mausoleos como el de la familia Crespo, donde reposaban los restos del general Joaquín Crespo, presidente de Venezuela (1884-1886, y 1892-1898), de su esposa Jacinta de Crespo y de algunos de sus hijos y de sus descendientes directos, que hoy está en ruinas. Cuesta caminar entre escombros donde sobresalen dos destruidos sarcófagos de madera con paredes de vidrio, donde reposaban Crespo y su esposa.

Hace varios años empezaron las profanaciones en las tumbas por parte de grupos delictivos que roban lo poco que encuentran en los ataúdes y hasta en los mismos muertos. Pero esta solo es una parte del problema del abandono en el que se encuentra el cementerio.

A las tumbas convertidas en fosas se suman las familias que llevan años viviendo en ese lugar. Niños, niñas y adolescentes que han crecido junto a los muertos como es el caso Winifer, de 17 años, que junto Jackson, de 19, y su niña de cinco meses, habitan en un cambuche que improvisaron junto a una tumba.

“Prácticamente he vivido toda mi vida en el cementerio”, le dijo la joven a la agencia de noticias AFP, que visitó el camposanto.

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Negocios con los muertos en el Cementerio General del Sur

En 2016 se dio a conocer a que la tumba del expresidente venezolano Rómulo Gallegos, ubicada en el Cementerio General del Sur, fue profanada por unos sujetos denominados “paleros”, así les llaman los locales a quienes viven de desenterrar a los muertos.

Este fue tan solo el comienzo de un negocio poco claro que es el de profanar tumbas. Testigos cuentan que muchos de estos “paleros” buscan objetos de valor como collares, anillos u otras joyas de oro con el que el difunto pudo ser enterrado. Mientras que otros afirman, que se trata de brujería, que venden los huesos para rituales.

“Esos destrozos los causan los delincuentes que profanan las tumbas, especialmente las más antiguas, con la creencia de que esos difuntos fueron enterrados con cadenas de oro que les fueron entregadas en sus bautizos, con dientes del mismo material o cualquier otra joya que puedan vender”, dijo un obrero del cementerio al portal venezolano El Estímulo.

Lo cierto es que el trabajo de robar tumbas tiene al cementerio en condiciones deplorables. Las imágenes religiosas que decoraban como obras de arte el lugar fueron destruidas, al igual que los majestuosos mausoleos históricos y las placas de mármol que adornaban las tumbas de las familias adineradas.

Otro obrero le comentó al portal de noticias sobre la brujería que, “estas personas atienden a sus clientes en este cementerio, leen el tabaco, hacen amarres, montan trabajos de brujería, para lo cual utilizan osamentas humanas. Las autoridades saben de estas prácticas, conocen a los responsables, pero no hacen nada, quizás por miedo a que le recuesten un muerto o le hagan un hechizo, uno no sabe”.

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Con la masiva profanación de tumbas, de que los muertos queden expuestos y sus huesos regados por el suelo, varias familias decidieron hacer de esto otro negocio: protegerlos. Así lo contó a AFP Jackson, quien vive junto a su pareja desde hace años en el cementerio.

Mientras en otras tumbas “sacan los muertos, roban hasta la cerámica”, justifica Jackson, “uno está aquí y esto está seguro (...) Uno le cuida las cosas, uno le cuida su tumba”, comentó.

A este trabajo también se suma Luis, de 41 años, quien vive en un espacio semejante al de Winifer y Jackson. Según la agencia de noticias, este hombre dice cuidar 37 tumbas, incluida la que ocupa con su familia.

“Todas mis tumbas las tengo marcadas”, explicó. “Uno le cuida su tumba, se la mantiene barrida, lavadita, limpiecita y los familiares los domingos se te presentan con dos o tres productos” de comida.

Del otro lado, mientras algunos familiares de los muertos aceptan este canje para evitar saqueos de los “paleros”, otros se quejan de que haya familias enteras viviendo sobre la tumba de sus seres queridos.

Una mujer llamada Maritza le reclama a Jackson al ver utensilios de cocina sobre la tumba de un sobrino muerto a manos de policías. “Consigo una cocina aquí, ¿qué es eso? Tienen que respetar, esos muertos todavía a uno le duelen”, se quejó la venezolana en la conversación con AFP.

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La visita al cementerio se ha hecho famosa hasta en YouTube donde periodistas o simples curiosos han subido videos reportando lo que se vive en ese lugar. Muestran en esas imágenes como hay huesos regados por doquier, balaceras y los visitantes que temerosos arreglan la tumba de sus familiares y rápidamente salen del lugar.

El Cementerio General del Sur pasó a ser un lugar que por décadas fue el reposo para los que se van de este mundo a ser hoy el retrato de la miseria que se vive en Venezuela, donde ni los muertos ni los vivos pueden estar en paz.

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