
La periodista e hija de Caroline Kennedy, relató su batalla contra un raro tipo de leucemia este año. "Ahora he añadido una nueva tragedia", escribió en The New Yorker, "a la vida de nuestra familia, y no hay nada que pueda hacer para impedirlo".
Tatiana Schlossberg, periodista medioambiental e hija de Caroline Kennedy --y nieta del presidente John F. Kennedy--, cuyo desgarrador ensayo sobre su raro y agresivo cáncer de sangre, publicado en la revista The New Yorker en noviembre, suscitó la simpatía y los elogios de todo el mundo por su valentía y cruda honestidad, murió el martes. Tenía 35 años.
La Fundación de la Biblioteca John F. Kennedy anunció la muerte en una publicación de Instagram firmada por su familia. No se indicaba dónde había fallecido.
El ensayo, titulado "Una batalla con mi sangre", apareció en internet el 22 de noviembre, en el 62 aniversario del asesinato de su abuelo. (Impreso se publicó en el número del 8 de diciembre de la revista con un titular distinto, "Una orilla más lejana"). En el texto, Schlossberg contaba cómo se enteró de su cáncer tras el nacimiento de su hija en mayo de 2024. Su médico notó que había algo raro en su hemograma y le dijo: "Podría ser algo relacionado con el embarazo y el parto, o podría ser leucemia".
Era leucemia, con una rara mutación. Schlossberg tenía una bebé recién nacida y un hijo de 2 años.
"No creía, no podía creer, que estuvieran hablando de mí", escribió. "Había nadado una milla en la piscina el día anterior, embarazada de nueve meses. No estaba enferma. No me sentía enferma. De hecho, era una de las personas más sanas que conocía. Corría regularmente entre cinco y 10 millas por Central Park. Una vez nadé tres millas por el río Hudson, extrañamente, para recaudar fondos para la Asociación de Leucemia y Linfoma".
Y añadió: "Mi vida no podía ser así".
Relató meses de quimioterapia y una hemorragia posparto, por la que estuvo a punto de morir desangrada, seguida de más quimioterapia y luego de un trasplante de células madre, un avemaría que podría curarla. Su hermana mayor, Rose Schlossberg, era compatible y donaría sus células. Su hermano, Jack Schlossberg, ahora candidato al Congreso por el distrito 12 de Nueva York, era medio compatible; no obstante, presionó a los médicos, preguntándoles si una media compatibilidad sería suficiente. ¿Podría donar él también? (No podía).
Tras el trasplante, cuando a Schlossberg se le cayó el pelo, Jack se afeitó la cabeza en solidaridad. Llevaba pañuelos para cubrirse el cuero cabelludo desnudo; cuando su hijo vino a visitarla al hospital, también lo hizo.
Nunca pudo cuidar plenamente de su hija --alimentarla, cambiarle los pañales o bañarla-- debido al riesgo de infección, y sus tratamientos la mantuvieron fuera de casa durante casi la mitad del primer año de vida de la niña.
"No sé quién cree realmente que soy", escribió Schlossberg, "y si sentirá o recordará, cuando me haya ido, que soy su madre".
Entró en remisión, recibió más quimioterapia, recayó y se unió a un ensayo clínico. Hubo transfusiones de sangre, otro trasplante de células madre, de un donante no emparentado, más quimioterapia, más reveses. Volvió a entrar en remisión, recayó, se unió a otro ensayo clínico y contrajo una forma del virus de Epstein-Barr. Las células donadas atacaron a las suyas, una enfermedad denominada injerto contra huésped. Cuando volvió a casa en octubre, tras pasar un tiempo en el hospital, estaba demasiado débil para cargar a sus hijos.
Su oncólogo le dijo que creía que tal vez podría mantenerla con vida un año más.
"Durante toda mi vida he intentado ser buena", escribió. "Ser una buena estudiante y una buena hermana y una buena hija, y proteger a mi madre y no enfadarla nunca. Ahora he añadido una nueva tragedia a su vida, a la vida de nuestra familia, y no hay nada que pueda hacer para impedirlo".
La tragedia, por supuesto, ha perseguido a la familia Kennedy durante décadas. Caroline Kennedy, exembajadora en Australia y Japón, solo tenía 5 años cuando asesinaron a su padre el 22 de noviembre de 1963; tenía 10 cuando asesinaron a su tío Robert F. Kennedy, candidato presidencial en las primarias demócratas de 1968. Su hermano, John F. Kennedy Jr., murió en 1999, cuando el avión que pilotaba se estrelló frente a Martha's Vineyard, matándole a él, a su esposa, Carolyn Bessette Kennedy, y a la hermana de ésta, Lauren Bessette. Tenía 38 años, y Tatiana había sido la niña de las flores en la boda tres años antes.
Al crecer bajo el resplandor del glamour de sus padres y las tragedias de su familia, Caroline Kennedy consiguió en gran medida dar a sus propios hijos una vida alejada de los reflectores: una educación relativamente normal, aunque privilegiada, junto con un llamado al servicio público que constituyó el legado Kennedy.
Tatiana Celia Kennedy Schlossberg nació el 5 de mayo de 1990 en Manhattan, hija del medio de Caroline Kennedy y Edwin Schlossberg, diseñador digital interactivo. Asistió a la Brearley School y luego a la Trinity School, colegios privados de Manhattan. Estudió Historia en la Universidad de Yale, donde se licenció en 2012, y obtuvo un máster en Historia por la Universidad de Oxford en 2014.
Entre medias, Schlossberg, que había sido redactora en The Yale Herald, trabajó como reportera en The Record, del norte de Nueva Jersey. En 2012, fue nombrada Novata del Año por la Sociedad de Periodistas Profesionales de Nueva Jersey. Se incorporó a The New York Times en 2014, trabajando primero en la sección metropolitana, donde cubría locales, y luego como reportera de ciencia y clima.
A lo largo de los años, tanto en Nueva York como en Nueva Jersey, cubrió diversos temas, desde la guerra de los donas (una disputa entre tiendas por acusaciones de recetas robadas) hasta la violencia armada y el huracán Sandy.
En un ensayo en primera persona publicado en el Times en 2015, se describía a sí misma como un poco nerd. Ese año había estado cubriendo una serie de sobredosis en la Universidad de Wesleyan, cuando sus editores la enviaron de nuevo al campus de Middletown, Connecticut, para investigar el ambiente de la droga allí. Tenía 24 años y pensaron que podría pasar desapercibida.
"Incluso cuando estaba en la universidad, nunca había querido ir a fiestas", escribió, "¿y ahora iba a tener que pasarme un viernes por la noche intentando averiguar dónde había fiestas en una universidad a la que yo no iba y en la que no conocía a nadie? Una pesadilla".
Continuó: "Además, nadie me había ofrecido drogas en la universidad, así que no tenía ni idea de cómo se suponía que debía encontrarlas. Le dije a mi hermano más joven y mucho más cool que tenía que ir a Wesleyan a informarme sobre drogas. Me contestó: '¿Por qué te envían a ti? Eres prácticamente un agente antidroga'".
En la redacción de locales, Schlossberg cubrió asesinatos espeluznantes y otros temas más ligeros, como el de una monja camino de la santidad, los barcos rompehielos del puerto de Nueva York, el declive de las bodegas y el misterioso descubrimiento de un osezno negro muerto en Central Park en 2014. Diez años después, la revista The New Yorker informó que el cadáver había sido dejado allí por su primo Robert F. Kennedy Jr. como una peculiar broma.
"Al igual que las fuerzas del orden --dijo entonces al Times--, no tenía ni idea de quién era el responsable cuando escribí el reportaje".
En su ensayo en The New Yorker, denunció a su primo por sus acciones como secretario de Salud y Servicios Humanos, describiéndolo como "una vergüenza para mí y mi familia inmediata".
Bajo su mandato, señaló, se estaban recortando los fondos destinados a la investigación médica en instituciones como la Universidad de Columbia, donde su marido, George Moran, urólogo, es profesor adjunto, y ella temía que su puesto de trabajo y el de sus colegas estuvieran en peligro. Escribió sobre el horror que sintió cuando el secretario Kennedy recortó 500 millones de dólares a la investigación de vacunas de ARNm, una tecnología que también se utiliza contra algunos tipos de cáncer. Tras su hemorragia posparto, le administraron misoprostol, un fármaco utilizado para los abortos médicos; señaló que su primo había ordenado a la Administración de Alimentos y Medicamentos que revisara el fármaco tras décadas de uso seguro.
"De repente", escribió, "el sistema de salud en el que confiaba se sintió tenso, tambaleante".
Schlossberg fue autora de Inconspicuous Consumption: The Environmental Impact You Didn't Know You Had (2019), una especie de guía del consumidor sobre las formas en que el comportamiento humano afecta negativamente al clima. En 2020, la Sociedad de Periodistas Medioambientales distinguió el libro con el Premio Rachel Carson al Libro Medioambiental. Schlossberg esperaba que su libro ayudara a la gente a modificar su comportamiento y sus hábitos de compra, en lugar de dejarse abrumar por la ansiedad y el fatalismo climáticos.
"No tenemos por qué seguir viviendo así, con miedo al futuro y con culpa por el pasado, porque el cambio es posible", escribió.
A Schlossberg le sobreviven sus padres, sus hermanos y su marido, al que conoció en Yale y con el que se casó en 2017, además de sus dos hijos pequeños.
Antes de su enfermedad, se estaba preparando para empezar a escribir su segundo libro, centrado en el cambio climático y los océanos del mundo. Se enteró de que uno de sus fármacos de quimioterapia, la citarabina, procedía de un tipo de esponja marina sintetizada por primera vez por científicos de la Universidad de California, Berkeley, en 1959. Esos científicos, escribió, "casi con toda seguridad dependían de la financiación pública", la misma, añadió, que su primo había recortado.
"En el fondo, el cambio climático es una cuestión de justicia", escribió Schlossberg en el prefacio de una edición de 2022 de Inconspicuous Consumption. "Agrava la desigualdad dentro de los países y entre ellos. Tenemos que salvar a los osos polares, claro, pero también tenemos que salvar a las personas. En realidad, no podemos salvar a los osos polares si no salvamos a las personas".
Ash Wu colaboró con reportería.
Penelope Green es reportera del Times en la sección de Obituarios.
Ash Wu colaboró con reportería.
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