¿El auge del fútbol en China está en declive?

Los equipos chinos se lanzaron a la ambición y al gasto excesivo en un audaz intento de remodelar su deporte. Ahora ni siquiera juegan

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Seguidores del Guangzhou Evergrande cantan antes del inicio de un partido (Reuters/archivo)
Seguidores del Guangzhou Evergrande cantan antes del inicio de un partido (Reuters/archivo)

Los correos electrónicos y las cartas para quejarse sobre los salarios sin pagar se han acumulado durante meses.

Hay quienes reclaman pérdidas por miles de dólares. Hay quienes buscan recuperar bastante más. Sin embargo, algunas de las solicitudes que llegan a las oficinas en Zúrich de la FIFA, el órgano rector del fútbol mundial, como las que involucran a un puñado de jugadores famosos de Sudamérica, rondan los millones de dólares.

No obstante, algo de lo que se han percatado los directivos de la FIFA que reciben las quejas es que una cantidad sorprendente proviene de un solo lugar: jugadores y entrenadores en clubes de China. Y temen que el flujo está a punto de empeorar.

El máximo circuito del fútbol de China —el cual hace no tanto tiempo fue proclamado como la nueva frontera del deporte gracias a media década de un apoyo intenso, dueños ambiciosos y una era de gasto ilimitado que atrajo a algunos de los mejores jugadores con sueldos enormes— está sufriendo una crisis existencial. Las empresas que alguna vez gastaron decenas de millones de dólares para adquirir futbolistas ahora no pueden pagar las cuentas. El presidente de China, quien en su momento defendió el deporte, ahora enfrenta prioridades bastante más serias. Y la primera división del país, la Superliga, no ha celebrado ningún partido en meses.

“Por supuesto que habían ocurrido algunos problemas del estilo”, comentó David Wu, un abogado deportivo de Shanghái. “Pero no de esta magnitud”.

Fotos en el exterior del estadio de Jiangsu FC, último campeón de la Superliga El club cesó sus operaciones (Reuters)
Fotos en el exterior del estadio de Jiangsu FC, último campeón de la Superliga El club cesó sus operaciones (Reuters)

Dinero perdido

Las malas noticias fueron saliendo en oleadas. En febrero, de imprevisto, el minorista de aparatos electrónicos propietario del campeón defensor de China, el Jiangsu Suning FC, cesó las operaciones del club menos de cuatro meses después de que obtuvo el campeonato de la Superliga.

En el tiempo que se tardó en salir un comunicado de prensa, uno de los clubes más grandes del país se evaporó, sin pagarles a sus jugadores y atrajo una atención indeseada a un proyecto que había sido una de las piedras angulares del esfuerzo del presidente Xi Jinping para que China pasara de ser un remanso futbolístico a una de las superpotencias del deporte.

Ahora, el colapso del Jiangsu parece que fue un presagio de más problemas. La temporada de la liga se ha interrumpido en repetidas ocasiones a fin de acomodar el calendario clasificatorio de la selección nacional de China para la Copa del Mundo y ya no se reanudará hasta diciembre. Hasta ese momento, los clubes tendrán poco o nulo acceso a sus mejores jugadores.

Hace poco, hubo dudas en torno a la viabilidad continua del equipo más exitoso de China, el Guangzhou FC. Una crisis de efectivo en su empresa matriz, el conglomerado de bienes raíces Evergrande, es tan grave que amenaza con contaminar la economía en general.

La construcción del Guangzhou Evergrande Soccer Stadium quedó en suspenso ante los problemas del gigante inmobiliario (Reuters)
La construcción del Guangzhou Evergrande Soccer Stadium quedó en suspenso ante los problemas del gigante inmobiliario (Reuters)

La semana pasada, el equipo accedió a separarse de su entrenador, Fabio Cannavaro de Italia, uno de los directores técnicos mejor pagados del fútbol mundial. Las autoridades y los futbolistas en otros equipos también han accedido a rescindir contratos a largo plazo bajo el entendimiento de que les pagarán los sueldos que les deben.

Fernando Martins y Renato Augusto, dos estrellas brasileñas en la creciente lista de jugadores que se han quejado con la FIFA, aceptaron un acuerdo de este tipo, con millones de dólares en juego. Su club, el Beijing Guoan, liberó a cada uno de su contrato y esperaban sus primeros pagos en agosto.

Según los futbolistas, el dinero nunca llegó.

De acuerdo con miembros de la Cámara de Resolución de Disputas de la FIFA, se están analizando los hechos. Tienen el poder de suspender el registro de nuevas contrataciones para los clubes de cualquier país hasta que hayan resuelto deudas de salarios no pagados. Algunos equipos chinos ya parecen estar sujetos a ese tipo de prohibición: en China, un reportaje reciente mencionó que el Wuhan FC, propiedad de otro grupo de bienes raíces, Wuhan Zall Development Holding Co., tiene suspendido su derecho a adquirir nuevos fichajes.

Sin embargo, las multas y las prohibiciones de transferencias podrían no ser suficientes para ayudar a que otros recuperen lo que les deben. Al defensa brasileño Miranda se le debían más de 10 millones de dólares cuando cerró el Jiangsu Suning. Su abogado tiene la abrumadora tarea de sortear el complejo sistema legal de China en su esfuerzo por recuperar el ingreso perdido.

Un estado alterado

El futuro de la liga china es incierto. El mercado de los jugadores extranjeros de primera línea, y su disposición para ir a China en medio de las historias de sueldos no pagados, ha desaparecido. Y los destinos de los clubes y otras entidades que trabajan en la economía del fútbol de China siguen sujetos al antojo de las autoridades caprichosas del fútbol local, famosas por cambiar las reglas con frecuencia y de manera abrupta, y a la salud financiera de los principales inversionistas de la liga, comúnmente negocios de bienes raíces, por la que se le conoce coloquialmente como la liga de los bienes raíces en vez de la Superliga.

No cabe duda de que los días de los pagos impresionantes se acabaron. En algún momento, Carlos Tévez, un delantero, ganó 40 millones de dólares por una sola temporada improductiva en el Shanghai Shenhua, un equipo que pertenecía a la empresa de bienes raíces Greenland Group. Jugadores brasileños importantes como Hulk y Oscar recibieron salarios asombrosos, pero otros futbolistas también aprovecharon la bonanza: en cierto momento, el salario de Darío Conca, un delantero argentino poco conocido, supuestamente lo convirtió en el tercer jugador mejor pagado del mundo.

Carlos Tevez en un partido de la Superliga china (AFP)
Carlos Tevez en un partido de la Superliga china (AFP)

Además de las penurias de la liga, está la incertidumbre que se cierne sobre su calendario. En julio, la federación nacional anunció que iba a reducir la cantidad de rondas de partidos de 30 a 22 —otro golpe para los equipos desesperados por obtener ingresos— y ajustó los calendarios para acomodar los requisitos de la campaña clasificatoria de la selección nacional para el Mundial de 2022.

“Si una liga es tan maleable como para simplemente parar y comenzar según el calendario de la selección nacional, se puede ver dónde están las prioridades”, opinó Zhe Ji, el director de Red Lantern, una empresa de mercadotecnia deportiva que trabaja en China para grandes equipos de fútbol de Europa. “Sin duda ya no están en la liga”.

China ha calificado al Mundial tan solo en una ocasión, en 2002, y lo único que consiguió fue perder sus tres partidos sin anotar un gol. Construir una selección nacional competente que haga algo más que solo calificar a torneos futuros sigue siendo un componente clave de los planes de China para el fútbol, de ahí que la inversión de la Superliga en jugadores extranjeros, entrenadores extranjeros e instalaciones lujosas se había considerado un medio para darle un mayor impulso a esa idea.

Sin embargo, a pesar de todo su gasto, de toda la esperanza de que las nuevas adiciones iban a elevar la calidad de los jugadores nacionales, los resultados han sido decepcionantes. La selección nacional está casi en el fondo de su grupo para calificar a la Copa del Mundo, tras haber perdido dos de los tres partidos que ha disputado.

“Me jugaría el pellejo y diría que es todavía peor que antes”, comentó Ji.

© The New York Times 2021