El sistema migratorio comienza a descongelarse y las ciudades fronterizas se preparan para el aluvión

Compartir
Compartir articulo
A store near the international bridge in Eagle Pass, Texas, March 17, 2021. Small towns in Texas and Arizona are seeing dozens of migrants arriving each day, in some cases straining local resources. (Sergio Flores/The New York Times)
A store near the international bridge in Eagle Pass, Texas, March 17, 2021. Small towns in Texas and Arizona are seeing dozens of migrants arriving each day, in some cases straining local resources. (Sergio Flores/The New York Times)

Especial para Infobae de The New York Times.

EAGLE PASS, Texas — Los agentes migratorios están liberando a tantos migrantes en las pequeñas ciudades a lo largo de la frontera de Texas estos días que Laura Ramos, propietaria de una tienda cerca del puente internacional en Eagle Pass, dijo sentirse preocupada por la seguridad de su negocio y de sus hijos.

“Es horrible y muy peligroso”, comentó.

Sin embargo, Tohui Valero, quien vende gafas de sol y perfumes en una tienda situada a una manzana de distancia, dijo no sentirse preocupado por las decenas de nuevos inmigrantes que llegan todos los días. Son inofensivos, afirmó, y, en cualquier caso, hay una nueva e importante presencia de las fuerzas del orden en la ciudad. “Hay tanta policía y Patrulla Fronteriza aquí, que es muy seguro”, manifestó.

A medida que el gobierno de Joe Biden reactiva el sistema migratorio que había estado casi congelado durante el año pasado, las ciudades ubicadas a lo largo de la frontera de 3144 kilómetros se preparan para lo que los funcionarios federales advierten que será un fuerte aumento de las liberaciones de migrantes en sus comunidades durante las próximas semanas.

Ya está sucediendo en algunos lugares, lo cual ha llevado a algunos alcaldes y otras autoridades locales a solicitar ayuda federal. Los trabajadores humanitarios que gestionan los albergues para ayudar a los migrantes en su camino dicen que están sintiendo la presión sobre los recursos médicos y sus propias instalaciones, aunque descartan los temores de que los recién llegados sean una amenaza. En su opinión, la mayoría están ansiosos por reunirse con sus familiares en otras partes del país y no quieren meterse en ningún problema que los retrase.

En Eagle Pass, una ciudad de 29.000 habitantes, están llegando hasta cien migrantes al día, en su mayoría procedentes de Haití, Cuba y Ecuador. En Yuma, una ciudad de 96.000 habitantes en el suroeste de Arizona, el alcalde Douglas Nicholls afirmó que las autoridades fronterizas habían liberado a más de 1300 personas en su ciudad desde mediados de febrero. En Del Río, Texas, una ciudad de 36.000 habitantes situada a unos 230 kilómetros al oeste de San Antonio, han llegado más de 1300 migrantes en lo que va de marzo, en comparación con menos de 500 en febrero.

A principios de esta semana, ocho inmigrantes indocumentados que se encontraban en el país murieron en las afueras de Del Río después de que se vieron envueltos en una persecución a gran velocidad con las autoridades y la camioneta en la que viajaban chocó de frente contra otro vehículo.

“Solo tengo cuatro agentes para un condado de 8200 kilómetros cuadrados y 177 kilómetros de frontera”, comentó el alguacil del condado de Val Verde, Joe Frank Martínez, cuyo departamento patrulla las tierras fronterizas alrededor de Del Río. “Es simplemente insostenible”.

Funcionarios de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos han estado informando a los funcionarios electos y a los dirigentes de organizaciones sin fines de lucro a lo largo de gran parte de la frontera que la agencia se está preparando para liberaciones aún mayores de migrantes, con base en evaluaciones de la capacidad de los albergues en las ciudades más grandes y en las reglas que requieren que la agencia libere a los migrantes cerca de donde son arrestados y procesados.

Las advertencias han motivado temores de que se repitan las liberaciones masivas que saturaron a las comunidades fronterizas en 2019. El año pasado, al inicio de la pandemia, el gobierno de Donald Trump cerró casi en su totalidad el procesamiento de nuevas solicitudes de asilo a lo largo de la frontera y a los funcionarios de las ciudades fronterizas les preocupa que el plan más reciente para volver a poner en marcha el sistema les presente cargas que no están preparados para asumir.

“Yo lo llamaría una crisis haciendo énfasis en ello”, comentó Don McLaughlin júnior, el alcalde de Uvalde, una ciudad de 16.000 habitantes a casi 100 kilómetros al noreste de Eagle Pass. “Cambiamos el gobierno, cambiamos las políticas y es como si se hubieran abierto las compuertas”.

Las autoridades federales afirman estar haciendo su mejor esfuerzo para manejar de la mejor manera posible el creciente número de migrantes en la frontera y trabaja para ampliar el espacio disponible en los albergues federales. Esta semana, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias destinó fondos por 110 millones de dólares a organizaciones locales sin fines de lucro y gubernamentales que han ayudado a atender a los migrantes liberados en la frontera.

“La situación en la frontera suroeste es difícil”, dijo el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, en un comunicado esta semana. “Estamos trabajando sin descanso para gestionarla y seguiremos haciéndolo”.

El número total de migrantes liberados todavía es bastante pequeño, pero los grupos de voluntarios a lo largo de la frontera se están preparando para una mayor afluencia después de la advertencia de Mayorkas de que el gobierno espera el mayor número de aprehensiones de migrantes en 20 años.

La mayoría de los adultos solteros y las familias están siendo expulsados con rapidez conforme a una orden sanitaria de emergencia invocada por el gobierno de Trump como protección contra el coronavirus. A las familias migrantes, dijo Mayorkas, se les está permitiendo entrar en Estados Unidos cuando México no tiene capacidad para recibirlos en sus albergues, una situación que explica la mayoría de las liberaciones en las ciudades fronterizas en las últimas semanas.

Las cifras podrían aumentar mucho más cuando, como se espera, el gobierno de Biden minimice las restricciones fronterizas relacionadas con la pandemia y muchos más migrantes puedan solicitar asilo.

Según los funcionarios del gobierno de Biden, esta semana, más de 9500 niños y adolescentes se encontraban en refugios gestionados por el gobierno federal. Más de 4500 jóvenes migrantes seguían retenidos en los centros de detención de la frontera y aún no habían sido trasladados a los albergues, incluidos más de 3200 que estuvieron retenidos más de las 72 horas máximas permitidas por la ley federal. Los niños y adolescentes pasan un promedio de 129 horas en los centros de detención fronterizos, según documentos obtenidos por The New York Times.

Se tiene contemplado que la mayoría de los adultos liberados en las comunidades fronterizas comparezcan ante los tribunales a fin de revisar sus solicitudes para permanecer en el país. A todos se les examina para ver si están infectados y la mayoría permanece en las ciudades donde son liberados de unas cuantas horas a uno o dos días.

Sin embargo, las cifras ya están demostrando ser un desafío.

Un centro gestionado por la Coalición Humanitaria Fronteriza de Val Verde, en Del Río, registró unos 1325 migrantes en lo que va de marzo, más del triple que en febrero, según Tiffany Burrow, su directora de operaciones. Alrededor del 70 por ciento de los migrantes son haitianos y muchos otros provienen de África, “desde Ghana hasta Angola, así como del Congo”.

En Eagle Pass, un centro dirigido por Mission: Border Hope, una organización sin fines de lucro, auxilió a una decena de personas esta semana, en su mayoría familias de Ecuador y Cuba.

Yaritza Cruz Gamboa, de 32 años, una cubana con ocho meses de embarazo, dijo que fue detenida hace tres semanas con su hermano y otros quince cubanos. Comentó que a su hermano se le impuso una multa de 5000 dólares y se le envió a un centro de detención con otros hombres solteros, mientras que ella fue liberada.

Gamboa, que tenía planes de ir a Houston, dijo que no sabía qué hacer ahora dado que su hermano seguía detenido. “No puedo viajar a Houston sola”, dijo. “Estoy embarazada. No conozco a nadie”.

En el albergue de Del Río, Burrow señaló que la mayoría de los migrantes que libera la Patrulla Fronteriza tienen dinero para el transporte gracias a los familiares que ya están en Estados Unidos; muchos toman autobuses hasta San Antonio o Houston antes de continuar hacia otros lugares.

No obstante, le preocupa que esto sea solo el principio. Por ahora, los voluntarios del albergue de Del Río pueden dar a cada familia una mochila con cepillos y pasta de dientes, jabón, toallas y un peine.

“No tenemos suficientes recursos para la cantidad que prevemos”, dijo. “Se proyecta que el número de migrantes se duplique, triplique y cuadruplique”.

This article originally appeared in The New York Times.