Chile elige, América Latina gira

Las elecciones chilenas entre Jeannette Jara y José Antonio Kast permitirán consolidar la trayectoria del péndulo político latinoamericano

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Jeannette Jara y José Antonio
Jeannette Jara y José Antonio Kast durante un acto público (Infobae)

El próximo 14 de diciembre, Chile celebrará la segunda vuelta de sus comicios presidenciales, que le otorgan —según las últimas mediciones— una ventaja significativa al candidato de la centro-derecha, José Antonio Kast, frente a la candidata del Partido Comunista, Jeannette Jara.

Para algunos politólogos, se observa en estas elecciones el nacimiento de un nuevo “clivaje”, entendido como “un punto de quiebre, una fisura generativa, una grieta producida por el propio funcionamiento de la sociedad”, que sirve de base para el surgimiento de un sistema renovado. Este tiene como contexto histórico la coyuntura post-estallido social y el rechazo a las propuestas de reforma constitucional, y como base un sentimiento profundo de desasosiego social ante la falta de resultados y la percepción negativa de la gestión gubernamental.

El panorama chileno refleja un desgaste de la izquierda progresista en los últimos años, que ha tenido dificultades para encontrar su rumbo luego del fracaso de la Asamblea Constituyente y para conectar con la población, la cual ha manifestado una creciente preocupación y descontento, principalmente por la inseguridad pública y la economía. Las cifras así lo evidencian: el apoyo popular al presidente Boric se resquebrajó y perdió su base tradicional del 30%. Esta caída fue más notoria entre los jóvenes de clase media con estudios superiores y entre sectores urbanos de la zona norte y centro-norte de Chile.

Es el momento para que el país retome la senda del desarrollo y el liderazgo que ostentó décadas atrás, como una estrella polar en temas de vital importancia para América Latina. Su inserción internacional —con énfasis en una extensa red de acuerdos comerciales y en Asia-Pacífico—, así como sus políticas económicas y fiscales prudentes, la transformación productiva, el sistema previsional y la gestión de los recursos naturales y del sector minero, entre otros, se constituyeron en un ejemplo para más de uno. Fueron el resultado de decisiones audaces y visionarias.

Hacia el futuro, los cambios requeridos deben darse en democracia y exigen un profundo espíritu de inclusión, concertación y visión de largo plazo. Debe preservarse un marco de derechos, contrapesos y convivencia. El desarrollo, la seguridad, las libertades y las políticas sociales requieren una mejor gobernanza, eficiencia y un apego irrestricto a las instituciones. Se requerirá del trabajo de estadistas y de la sociedad en su conjunto para poner la casa en orden. No hay espacio para la complacencia, el continuismo ni las improvisaciones. Experiencia, inteligencia y equipos idóneos deben marcar la pauta y el rumbo.

Desde una perspectiva más amplia, este nuevo “clivaje” de Chile también se traslada a un nuevo “clivaje” en América Latina. En los últimos años, esta última se encuentra inmersa en una serie de “crisis en cascada” y está girando hacia gobiernos de centro-derecha ante los desgastes y fracasos de ciertos proyectos de izquierda e izquierda radical. El tiempo se les acabó a sus gobernantes en medio de profundas crisis económicas, brechas sociales, corrupción rampante, ataques a la libertad, así como la consolidación de autoritarismos y la expresa solidaridad, sin disimulo alguno, hacia estos regímenes.

Este movimiento pendular de la historia —como metáfora— refleja cómo las sociedades oscilan entre polos ideológicos y también entre políticas gubernamentales, en periodos específicos, en reacción a situaciones de crisis, descontento o a los excesos de etapas anteriores.

En los próximos años, los gobiernos de centro-derecha de la región tienen el enorme reto de rectificar el camino, construir consensos y emprender una serie de reformas al interior de sus países para responder a los crecientes retos y demandas sociales, en medio de las nuevas tecnologías que han hecho el diálogo entre gobernante y ciudadano más directo, inmediato y desafiante. A ello se suma un entorno interno marcado por la polarización, la fragmentación y el debilitamiento institucional, y un escenario externo caracterizado por la incertidumbre en “tiempos de transición internacional” —en palabras de Paul Kennedy—. Es necesario, por lo tanto, volver a crecer a tasas superiores al 5% de forma sostenida para salir de la “trampa del ingreso medio”, transformar el aparato productivo y generar riqueza, crear empleos de calidad, reducir la pobreza y las desigualdades, liderar la acción climática y contribuir a la transición energética y digital global.

La región tiene el imperativo de avanzar hacia la construcción de un proyecto que ubique en su corazón al humanismo, bajo principios de libertad, orden y respeto a la ley, seguridad, convivencia pacífica y justicia. Las oportunidades de desarrollo que tiene hoy América Latina no se pueden desperdiciar. Alberga el potencial de constituirse en una región-solución, dadas sus enormes riquezas.

Las elecciones de Chile son un paso fundamental en esa dirección y permitirán consolidar la trayectoria del péndulo político latinoamericano, con el espíritu y la convicción de construir sociedades más prósperas y democráticas que contribuyan, a su vez, a cumplir el anhelo de una integración regional y de una voz activa a nivel global. Se aproxima un cambio de ciclo. Chile elige, América Latina gira.

* El autor es vicepresidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales y miembro asociado de prestigiosas universidades en los Estados Unidos y el Reino Unido.