La aerolínea rusa Aeroflot canceló al menos 42 vuelos este lunes tras sufrir un ciberataque que afectó sus sistemas informáticos y alteró las operaciones en el aeropuerto Sheremétievo de Moscú, su principal centro de conexiones. El incidente, el primero de esta magnitud registrado contra la compañía, se produce en un contexto de continuas presiones sobre el tráfico aéreo ruso desde el inicio de la guerra en Ucrania.
En un comunicado oficial, Aeroflot admitió que una “falla técnica” comprometió su plataforma digital de reservas y despacho de vuelos. Poco después, el Ministerio de Transporte ruso confirmó que la interrupción también impactó a las aerolíneas subsidiarias Rossiya y Pobeda, lo que forzó una reorganización de los vuelos programados. De acuerdo con la cartera dirigida por Vitali Savéliev, se cancelaron o reprogramaron al menos 49 pares de vuelos, con más alteraciones posibles en los días siguientes.
La situación generó largas colas y esperas en Sheremétievo. Numerosos pasajeros denunciaron la falta de información, caídas intermitentes en la web de la compañía y la inoperatividad de las aplicaciones móviles durante varias horas. El Ministerio de Transporte y la Agencia Federal de Transporte Aéreo (Rosaviatsia) colaboran con Aeroflot para minimizar el impacto en los pasajeros y garantizar la mayor cantidad posible de operaciones.

Dos colectivos de hackers se atribuyeron la responsabilidad del ataque: Cuervo Silencioso (Silent Raven), de origen ucraniano, y los Partisanos Cibernéticos (Cyber Partisans), activistas digitales bielorrusos opositores al régimen de Aleksandr Lukashenko y aliados de la causa ucraniana. En un comunicado conjunto divulgado en Telegram y redes sociales, ambos aseguraron haber accedido de forma coordinada a los sistemas de Aeroflot para “interrumpir la logística del Estado terrorista ruso”. Las publicaciones incluyeron capturas de pantalla internas y mensajes donde celebran el alcance del sabotaje. “No habrá refugio seguro para quienes sostienen esta guerra desde la retaguardia”, afirmaron los grupos.
Silent Raven, activo desde 2022, se ha distinguido por acciones de sabotaje digital en el contexto de la guerra rusoucraniana, dirigidas a instituciones financieras, portales estatales rusos y sistemas logísticos con sede en Moscú. Operan de forma descentralizada y su retórica se inscribe dentro de la resistencia digital ucraniana, que promueve operaciones ofensivas desde el inicio de la invasión.
Por su parte, los Partisanos Cibernéticos nacieron en las protestas contra el fraude electoral en Bielorrusia en 2020 y desde entonces han reivindicado ataques contra el ministerio del Interior bielorruso, el sistema de transporte ferroviario y entidades policiales, dificultando, entre otros objetivos, el traslado de tropas rusas hacia el frente. Aunque han colaborado previamente, esta operación marca su primera acción conjunta contra una empresa estratégica del transporte aéreo ruso.
El Kremlin, a través de su portavoz Dmitri Peskov, calificó el incidente como “bastante alarmante”. Las autoridades rusas abrieron una investigación por “acceso ilegal a sistemas de información de importancia crítica para la seguridad del Estado”. Si bien Moscú evitó señalar oficialmente a Ucrania, la reivindicación reforzó las tensiones entre ambos países.
Desde febrero de 2022, Rusia enfrenta desafíos crecientes en el ámbito aéreo, que van desde restricciones internacionales hasta ataques con drones cerca de la frontera con Ucrania. Sin embargo, hasta ahora ningún ciberataque había provocado una interrupción de tal envergadura en el sector.
Mientras Ucrania ha recibido en los últimos años apoyo tecnológico de países de la OTAN para reforzar su defensa digital, Moscú es acusada internacionalmente de ataques cibernéticos en el extranjero, campañas de desinformación y daños a infraestructura en Europa. La escalada de la guerra en el ciberespacio añade un frente nuevo y difícil de controlar, como dejó en evidencia el impacto del ataque sobre Aeroflot.
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