The Economist se pregunta: ¿hay fantasmas en el Museo Británico?

Ruidos inexplicables, avistamientos espectrales, caídas repentinas de temperatura: algo extraño está sucediendo en el Museo Británico. A medida que crece el clamor por la restitución colonial, Killian Fox investiga los objetos inquietos de la colección

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Turistas en el Museo Británico de Londres
Turistas en el Museo Británico de Londres

El edificio que sirve al Museo Británico fue construido en 1820 e históricamente ha sido la atracción turística más importante del Reino Unido, incluso más que el Tate Modern y la Galería Nacional, según reseña en medio The Economist.

Pero lo que más preocupa a los trabajadores del museo, es la pregunta que se hace el propio medio británico: “¿hay fantasmas en el Museo Británico?”.

La inquietud surge por distintas “anomalías” que suceden dentro del edificio como ruidos inexplicables, avistamientos espectrales, caídas repentinas de temperatura, entre otras cosas.

“Para cuando comienza el turno de noche, la mayoría de las luces del museo se han apagado. El personal de seguridad, que patrulla a lo largo y ancho del complejo de 14 acres hasta la madrugada, lleva a cabo muchas de sus funciones a la luz de las antorchas. Examinando las instalaciones en busca de anomalías (fugas de agua, olor a gas, un empleado atrapado en un pasillo remoto), lanzan sus rayos hacia los rincones oscuros, las sombras se derriten para revelar un busto romano con aspecto de guerra o una máscara azteca con ojos brillantes y dientes. Incluso pueden enfrentarse a un ser humano real, como el cuerpo de un antiguo egipcio, muerto hace 5.500 años, acurrucado dentro de una reconstrucción de su tumba de arena”, describe el The Economist.

Mármoles de Elgin (REUTERS/Dylan Martinez)
Mármoles de Elgin (REUTERS/Dylan Martinez)

Por la antiguedad de la edificación y las remodelaciones a las que se ha sometido, es normal que se escuchen crujidos, que el aire acondicionado haga zumbidos, que las puertas suenen, que se perciban brisas repentinas que silban en las esquinas y en los huecos de los ascensores.

Sin embargo, lo que no parece normal son los ruidos de “raspaduras y gemidos de ahogados durante las horas de apertura”, que, “pueden volverse desconcertantemente fuertes por la noche”.

Los trabajadores aseguran estar ya acostumbrados a este tipo de situaciones. Sin embargo, aseguran hay ciertos momentos inesperados que siguen sacudiendo incluso a los más veteranos.

“A veces son las puertas. Para completar un circuito completo del museo, es necesario abrir y cerrar más de 3.000 puertas. Algunas de estas, particularmente las que sellan las galerías principales, son engorrosas de cerrar, pero cuando están persionadas, no se abrirán de nuevo sin hacer esfuerzo”, asegura The Economist.

Un niño en la tienda de British Museum (REUTERS/Tyrone Siu)
Un niño en la tienda de British Museum (REUTERS/Tyrone Siu)

“Entré a la galería Sutton Hoo, que alberga tesoros de un barco anglosajón, entre ellos un casco de aspecto feroz que se cree que usó Raedwald, rey de East Angles, en el siglo VII. En una ocasión, un guardia echó el cerrojo a las puertas dobles y pasó a la siguiente habitación, solo para que un operador de las cámaras de seguridad (CCTV) le informara que las puertas estaban abiertas de nuevo. Las imágenes del video de la galería las mostraban moviéndose espontáneamente”, describe el medio británico.

Otro de los fenómenos que suele repetirse de manera inexplicable son los repetinos bajones de temperatura.

“A veces es un descenso repentino de la temperatura, como las inquietantes manchas de aire frío que permanecen junto al toro alado de cabeza humana de Nimrud en la entrada de las galerías asirias”.

Una de las historias más curiosas que relata el diario es cuando “una noche un guardia de seguridad pasaba por las galerías africanas del sótano y se detuvo un momento ante la figura de un perro de dos cabezas. El guardia creía que el fetiche congoleño de madera del siglo XIX, erizado de toscos clavos de hierro, poseía algún poder misterioso. En esta noche en particular sintió una compulsión irresistible de señalarlo con el dedo. Mientras lo hacía, las alarmas contra incendios en la galería se dispararon. A los pocos días el guardia volvió a la galería con su hermano, quien también señaló al perro de dos cabezas. De nuevo sonaron las alarmas”.

Cuenta The Economist, que todas estas narraciones fueron contadas a Noah Angell, un artista de Estados Unidos que ha estado investigando los extraños fenómenos en el Museo Británico desde 2016.

Al artista se le despertó el interés por estudiar estos acontecimientos desde que escuchó por primera vez una de las historias en un pub de Londres.

Guerreras, seductoras, diosas madres y otras criaturas femeninas espirituales del mundo entero son objeto de una exposición  en el British Museum de Londres (AFP)
Guerreras, seductoras, diosas madres y otras criaturas femeninas espirituales del mundo entero son objeto de una exposición en el British Museum de Londres (AFP)

Angell se encontraba festejando el cumpleaños de una amiga que trabajó en el museo, junto con otros ex compañeros de ella, cuando sus antiguos colegas comenzaron a intercambiar anécdotas espeluznantes de lo que sucedía en el trabajo.

Angell, de 39 años y oriundo de Carolina del Norte, a menudo suele inspirarse en historias populares para desarrollar sus proyectos artísticos.

Al escuchar estos relatos, fue inevitable ver la oportunidad de “meterse debajo de la piel” de una de las instituciones más grandes del Reino Unido.

“Pensé que habría una media docena de historias que todos conocen, y circulan por el museo, y se crean pequeñas variaciones y mutaciones”, le dijo Angell a The Economist.

Pensó que documentar todas las historias sería algo sencillo. Sin embargo, cuatro años después, las historias siguen llegando. “Más de 50 visitantes y miembros del personal han hablado con él hasta ahora, y no hay señales de que el suministro se esté agotando”, dice el reconocido diario británico.

Ha sido tanta la pasión del estadounidense por lo que ocurre dentro del museo, que lo ha llevado ofrecer tours por los lugares donde se han desarrollado estos fenómenos inexplicables. Pese a que no cuenta con la puesta en escena que caracteriza muchas veces a los guias turísticos, Angell comienza su recorrido advirtiendo que cualquiera que se burle de los espíritus del museo corre el riesgo de salir lastimado.

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“En la primera parada, en la galería Clocks and Watches, cuenta cómo una pareja holandesa tomó una fotografía del galeón mecánico, un modelo de barco de cobre dorado y hierro de la Alemania del siglo XVI, solo para encontrar, reflejado en la vitrina, la aparición de una enana a la que le faltaban mechones de cabello y les devolvía la sonrisa. Una mujer en el mostrador de información que atendió la consulta desconcertada de la pareja terminó dirigiéndolos a la Asociación Espiritualista de Gran Bretaña. Ella resaltó que el fantasma estaba vestido con un traje del siglo XVI”, describe The Economist.

Gracias a este tipo de situaciones, Angell ha manifestado que uno de sus objetivos para el proyecto es “dar voz a los asistentes de la galería, los limpiadores y otro personal pasado por alto, que han acumulado un conocimiento íntimo de la colección a través de años de observación y proximidad”.

Otra de las historias más relevates y escalofriantes que relata el medio británico es cuando “alrededor de las 3 de la madrugada, se activó una alarma en un baño para discapacitados y un par de guardias se apresuraron a verificar qué estaba pasando. Nada parecía estar mal hasta que un guardia recibió una llamada de un operador de las cámara de seguridad, quien dijo que grandes bolas de luz blanca flotaban sobre una escalera en el Gran Patio y se perseguían por el aire. ´No podemos ver nada´, respondió el guardia de seguridad. ´Están a tu alrededor´, respondió el operador de cctv”.

Además agregaron que “el guardia que se encontraba entre las bolas de luz se preguntó si podrían estar conectados con una de las exhibiciones: una puerta blanca de hierro forjado del campo de concentración de Buchenwald que tenía el lema ´Jedem das Seine´ (A cada uno lo que se merece). ´Obtienes objetos que contienen energía´”, dijo el guardia.

“Nada en esa exposición fue algo que haya causado algo así... Realmente no me sorprende que alguien apegado a ese objeto viniera con él. No podrías culparlos, para ser honesto. Estoy feliz de tenerlos aquí”, agregó.

Las luces aparecieron en el periodo en el que se estaba llevando a cabo una exposición llamada “Alemania: memorias de una nación”, que se realizó entre octubre de 2014 hasta enero de 2015, a la misma hora cada noche hasta que terminó la exhibición. “Cuando se fue Alemania”, dijo el guardia de seguridad, “se fueron”.

La mayoría de las personas de las que he recopilado estas historias... no se identifican como creyentes en fantasmas”, dice Angell, que además resalta: “En su mayor parte, esta gente de servicios de visitantes y seguridad son tipos de clase trabajadora y no arman un escándalo a menos que esté pasando algo realmente serio... Pero en lo que todos parecen estar de acuerdo, como el tipo de gente creencia del trabajador del museo, es que los objetos contienen energía. Esta es una fórmula con la que todos se sienten cómodos”.

Hay alrededor de 8 millones de objetos en el Museo Británico, muchas de ellas objetos sagrados de todo el planeta, por lo que el lugar debería ser una de las instituciones más embrujadas del planeta. El museo abrió sus puertas en 1759 y las historias de fantasmas no son nada nuevo: hace 100 años el departamento egipcio recibió decenas de cartas que pedían la devolución de artefactos que se creía que estaban malditos.

A Angell le gustaría poder mirar todo más de cerca, pero tener acceso en horarios no habituales es difícil. “Por ahora, millones de objetos permanecen en la oscuridad, excepto por una mirada ocasional de un asistente departamental o las atenciones nocturnas de los guardias de seguridad, quienes encienden las luces por un breve momento para asegurarse de que nada esté fuera de lugar, antes de cerrar la puerta. y continuando sus rondas”, concluyó The Economist.

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