“Mi casa es tu casa”: cómo viven los refugiados ucranianos acogidos por familias españolas

Infobae conoció las historias de los desplazados ucranianos que fueron recibidos por españoles que les abrieron las puertas de sus hogares

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Kateryna, Olga, Faig y Alisa junto a la perrita de la casa de acogida (Martina Putruele)
Kateryna, Olga, Faig y Alisa junto a la perrita de la casa de acogida (Martina Putruele)

(Desde Madrid, enviada especial) Las nubes negras se agolpan a la distancia sobre el cielo de El Espinar y las gotas empiezan a caer insolentes sobre el parabrisas. Ya en el Ayuntamiento de este municipio de la provincia española de Segovia, a una hora de Madrid, Ester llega con el pelo salpicado y con una sonrisa cálida.

Ella es una de los tantos españoles que, a través de la ONG Mensajeros de la Paz, acogieron familias ucranianas en sus hogares. “Hacemos lo que podemos. Hay muchos en hospitales, vino mucha gente enferma de Ucrania y hasta hay un niño internado que no sabemos si va a sobrevivir. Para nosotros fue una hostia de realidad”, reconoce a Infobae.

Más de 3,5 millones de personas huyeron de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa, y los refugiados encuentran amparo en pequeñas comunidades de toda Europa. Según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones español, el número de refugiados ucranianos dentro del sistema de acogida de España es de 12.000 personas.

Junto a su marido y sus hijos adolescentes, Ester le ha abierto su buhardilla -”que es bastante grande, he puesto un par de camas, un perchero y algunas cosas más para que estén cómodos”- a una mamá con un niño de 7 años y otro de 11. “Los hemos acogido hasta que les han arreglado una casa en otro pueblo, una de esas que tienen algunas familias y que ya no usaba nadie. Las ofrecieron y les pagan luz, agua, calefacción”.

Más de 3,5 millones de personas huyeron de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa (Foto: Franco Fafasuli)
Más de 3,5 millones de personas huyeron de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa (Foto: Franco Fafasuli)

“Ha sido una experiencia que no es todo rosa, por la situación emocional de la familia, cosas en las que no había pensado. El niño de 11 años miraba al mundo de una manera... Durante un día y medio no había sonreído todavía, pero cuando vio que le habíamos preparado la mochila para ir al colegio sonrió. Lo recuerdo y me emociono, porque yo regaño a mis hijas que no quieren ir y este chico pensaba en el colegio y se veía de nuevo teniendo una niñez y una vida normal. Que eso todavía era posible”.

Se detiene un instante y como si no pudiese refrenarse exclama: “La mujer venía con una mochila que era como para una portátil. Ella tenía una vida allí como la mía”.

Y de golpe se acuerda: “Yo tengo un Tik Tok en el que posteo videos divertidos de mi perro, y nos dimos cuenta de que ella me seguía ya hacía un año porque le había hecho gracia un video. Quién iba a decir que después de un año esta familia que me seguía por redes iba a terminar en mi casa. Cómo es el destino…”.

Interrumpe la conversación la llegada de Igor, un ucraniano que vive en El Espinar y que llegó a España en el 2007. Durante este mes se convirtió en una figura clave entre los poblados de la zona al actuar como intérprete entre los locales y los refugiados, y al pasar todos los días de al menos una familia ucraniana para ayudarla a hacer trámites.

Igor y Ester lideran el camino hacia San Rafael, un pueblito cercano en donde se encuentra la casa de Conchi y José Luis, dos madrileños de más de 70 años que abandonaron la gran ciudad por la vida tranquila, y que ahora acogen a una pareja de ucranianos: Leonid de 66 y Nuri de 64.

“No nos entendemos, así que no discutimos”

Leonid, Nurid, Conchi y José Luis (Martina Putruele)
Leonid, Nurid, Conchi y José Luis (Martina Putruele)

Nuri sonríe con tranquilidad, en sus pies luce unas pantuflas con corazones. Conchi tiene unas parecidas, pero con unos pingüinos. En los últimos días se han vuelto compinches y hablan con una app de traducción del teléfono. Se comunican como pueden. Conchi cocinó el otro día una paella que Nuri muestra orgullosa en su celular; y otro día le tocó a ella deleitar a sus anfitriones con un plato de su Patria.

“Vinimos de Kharkiv hace una semana y media”, dice Loenid, mientras su mujer muestra una foto que ella sacó en la que se ven destrozos en el barrio donde vivía. Ella agrega: “Estaban bombardeando muy cerca. La casa de al lado tenía un cráter en la tierra de un misil. Pensábamos que nos iba a caer una bomba en nuestra casa y que no tendríamos tiempo para salir, por eso nos fuimos. Durante días estuvimos sin calefacción, agua o luz. Vivíamos con un miedo permanente”.

A 200 metros de donde vivían, explotaron todas las ventanas de un edificio de nueve pisos. Unos vecinos suyos salieron a comprar pan y nunca volvieron: murieron tras el impacto de un misil.

Nunca pensaron que iban a tener que tomar esa decisión de irse de Ucrania. “Fue difícil pero instantánea”.

Nuri y Leonid (Martina Putruele)
Nuri y Leonid (Martina Putruele)

El viaje pareció eterno. “Viajamos en tren 24 horas hasta Varsovia. Estuvimos mucho tiempo parados y apiñados, por eso no llevamos equipaje, porque nos dijeron que no iba a entrar. Después tomamos un avión hasta España, fue un vuelo de tres horas. Y al fin llegamos aquí, en dónde estamos muy a gusto”.

Atrás quedaron su hijo, su nuera embarazada de 7 meses y su otro nieto pequeño”, nos traduce Igor. “Tienen miedo de salir por el riesgo que implica irse del país en esas condiciones”.

Nuri se quiebra en varios momentos de la charla y Leonid acude a su rescate, pero pronto se emociona él también: “Quiero decirles a mis hermanos ucranianos que siguen allá que tienen que seguir teniendo fuerza; estamos muy preocupados por ustedes”.

“Sólo queremos que se termine todo rápido, sin tantas víctimas”, clama Nuri, y Leonid intercede: “Rusia decía que somos la misma Patria; ahora no hay retorno: estamos separados para siempre. Esto es un exterminio. Matan y matan a la gente”.

Nuri se comunica a través de la app de traducción (Martina Putruele)
Nuri se comunica a través de la app de traducción (Martina Putruele)

En principio no sabían dónde iban a vivir, ni cómo iba a ser su vida en España, pero pronto entendieron que con Conchi y José Luis habían encontrado la calma que andaban buscando. Ellos llevan casados unos 50 años. “Y otros 7 de novios”, aclara ella, y le acomoda el sweater a su marido para que salga bien en las fotos.

“Pues nos enteramos a través de una amigo que estaban preguntando si había gente disponible para acoger y nosotros ya no tenemos a nuestros hijos viviendo aquí, dijimos, nosotros podemos”, cuenta Conchi y José Luis suma, viendo a su mujer comenzando a llorar: “Nuestros hijos nos dijeron adelante y que contemos con ellos para lo que necesitemos. La realidad es que nos llevamos bien con Nuri y Leonid. No nos entendemos, así que no discutimos”, bromea.

“Nosotros deseamos que ellos puedan volver a ver a su familia, estar en su casa. Que se acabe ya la guerra y puedan estar en paz. Si les pasa a ellos, ¿qué evita que nos pueda pasar a nosotros?”.

“Cuando sonaban las bombas le decía a mi hija que era una tormenta o fuegos artificiales”

La pequeña Alisa juega con Lau
La pequeña Alisa juega con Lau

Una niña juega en el pasto. Toma una pelota desinflada azul, roja y blanca y la arroja a unos centímetros. Una perrita que responde al nombre de “Lau” la agarra con los dientes y se la pone en los pies para que la tire de nuevo. La niña ríe y ríe.

Los Ángeles de San Rafael es otro poblado del mismo municipio. Allí se encuentran Kateryna junto a su hija Olga, su yerno Faig y la niña de ambos, Alisa, de tan sólo 3 años. Llegaron a España desde Kiev el 12 de marzo. Una familia que vive en Madrid les ha cedido su casa de veraneo y les ha dejado de compañía a Lau. Como con Nuri y Leonid, Kateryna explica que la decisión de irse “fue rápida pero muy difícil”. “A mí no me quedaban dudas que yo me iba a ir a dónde sea con tal de acompañar a mi hija y mi nieta”.

“En Kiev aún no hay muchas víctimas pero hay mucho escombro. No sabemos cómo va a estar nuestra casa cuando volvamos. No sabemos si va a seguir existiendo”.

La familia completa (Martina Putruele)
La familia completa (Martina Putruele)

Olga es profesora de escuela y cuenta que lo peor del viaje fue ver sufrir a su hija: “Fue muy difícil para ella física y emocionalmente. No tenía apetito, no comía. Noto un cambio en ella, es más cerrada, siempre fue más extrovertida y ahora no”, dice mientras le acariciaba las mejillas.

Recuerda los momentos más duros, cuando Alisa escuchaba las explosiones y temblaba “Se escapaba. Se rompían los cristales de las ventanas y ella preguntaba qué pasaba. Yo le tenía que decir que era una tormenta o fuegos artificiales porque no podía explicarle qué era el sonido de las bombas”.

Su marido, Faig, es ex militar. “Viví una guerra en Azerbaiyán. Yo sé cómo es la guerra pero no me imaginé esto en Ucrania. Putin está destruyendo el país. No me entra en la cabeza”.

"Nos sorprendió y emocionó tanta generosidad. Esta casa tiene un gran espacio verde para que la niña juegue" (Martina Putruele)
"Nos sorprendió y emocionó tanta generosidad. Esta casa tiene un gran espacio verde para que la niña juegue" (Martina Putruele)

Ellos pasaron tres días en un centro de refugiados de Varsovia. “No era un sitio bueno”, dice Faig. “No se podía dormir, aunque la comida era buena. Decidimos venir a España porque el clima es más suave, no hace tanto frío y para la niña fue mejor. “Tomamos un avión y la verdad es que no sabíamos con qué nos encontraríamos. Nos sorprendió y emocionó tanta generosidad. Esta casa tiene un gran espacio verde para que la niña juegue. No lo podemos creer”.

Pero pronto su semblante se ensombrece: “Pienso que la guerra va a ir a Europa. No va a parar con Ucrania. Por eso el mundo tiene que pensar bien. “Todos tienen que darse cuenta de que este tipo es un demente”, traduce Igor. Se miran y asienten.

En el umbral de la casa, la familia de cuatro posa para una foto. La perrita viene corriendo. En este momento, son multitud.

Fotos: Martina Putruele

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