Un jefe policial en el frente contra el coronavirus en Italia: “Cuando mi compañero murió, su esposa me pidió a mí que se lo contara a su hijita”

Paolo Storoni es jefe de carabinieri en Bérgamo, el centro de la epidemia en aquel país. Su día a día con la muerte, los cementerios colapsados y la crítica situación de los ancianos que quedaron en soledad

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Un ataúd es llevado para alinearlo con otros en el piso de la iglesia de San Giuseppe en Seriate, una de las áreas más afectadas por el coronavirus, cerca de Bérgamo, Italia, a la espera de ser llevado a un crematorio (AP)
Un ataúd es llevado para alinearlo con otros en el piso de la iglesia de San Giuseppe en Seriate, una de las áreas más afectadas por el coronavirus, cerca de Bérgamo, Italia, a la espera de ser llevado a un crematorio (AP)

Mientras este lunes espera por la nueva cifra de víctimas fatales, Italia contabilizó este domingo 756 nuevas muertes y un número total de 10.779 como consecuencia de la pandemia del coronavirus COVID-19. El país europeo se ha convertido -junto a España- en el más golpeado por el brote epidémico. Sobre todo la región de Bérgamo, al norte de la nación, donde se encuentra el mayor número de casos infecciosos. Las imágenes que llegan desde ese lugar son dramáticas y muestran lo más crudo de las instancias finales de la enfermedad: cómo aquellos que mueren lo hacen en soledad, sin ningún familiar que los despida o acompañe en sus últimos momentos.

Los ataúdes llegan por docena y ya no existen lugares dónde alojarlos. Paolo Storoni, jefe de los carabinieri de Bégamo es crudo: “El norte está lleno. Emilia está llena, le pregunté a Ferrara, Bolonia, nada ... lo mismo en Piamonte. En Véneto, el horno de Vicenza estalló... Traje unos ataúdes hace dos días a Gemona, en Friuli, pero ahora tengo que moverme hacia Sur”. Y añade: “Acompañamos a las víctimas como si fueran nuestros seres queridos”. Es que las autoridades son los únicos que acompañan cada féretro a su destino final.

Paolo Storoni, jefe de carabinieri en Bergamo Italia (Gentileza: Corriere della Sera)
Paolo Storoni, jefe de carabinieri en Bergamo Italia (Gentileza: Corriere della Sera)

Muchas personas mayores están solas, especialmente en los pueblos de montaña. Hay quienes están en cuarentena y tienen que quedarse en casa, hay quienes han perdido a su esposo o esposa y se han encontrado sin nadie, gente pobre y aquellos que tienen familiares que no pueden ir a visitar porque están a su vez en cuarentena Al comienzo de la emergencia, sucedió que varias familias llevaron a los abuelos a las casas de las aldeas por miedo al contagio”, dijo Storoni al Corriere della Sera.

El oficial contó la historia más dura que atravesó: “Mi colega Claudio Ponzoni murió a los 46 años de coronavirus. En dos semanas, la esposa perdió al padre, que vivía con ellos, y luego a él. La dejaron sola con su hija de 10 años, sin nadie. En los días de la agonía de Claudio, yo era el único punto de referencia para la esposa. Ella, de 37 años, estaba en cuarentena y me llamó para averiguar sobre él. Cuando Claudio murió, me pidió el favor de ir a su casa para decirle a la niña. De hecho, para confirmarlo porque la niña no quería creerle a su mamá. Nunca olvidaré esos ojos. Al final, la niña también me dio un dibujo. Todavía estoy así, en cuarentena, solo”.

Este es un tema crítico en varios aspectos”, dijo Storoni en referencia al trabajo que deben realizar los prestadores de servicios fúnebres. “Por un lado, han tenido una gran cantidad de infecciones que los obliga a trabajar en rangos reducidos, en una situación grave. Por otro lado, descubrimos comportamientos incorrectos de algunas agencias. Detuvimos a tres que querían quitar los ataúdes con vehículos improvisados. Han sido reportados. En otros casos, hemos notado un aumento en los precios. En estas situaciones emerge la nobleza mental de unos y la bestialidad de otros”.

Don Marcello Crotti, izquierda, bendice los ataúdes con Don Mario Carminati en la iglesia de San Giuseppe en Seriate, Italia (AP)
Don Marcello Crotti, izquierda, bendice los ataúdes con Don Mario Carminati en la iglesia de San Giuseppe en Seriate, Italia (AP)
Una rosa roja yace sobre un ataúd alineado junto a otros dentro de la iglesia de San Giuseppe en Seriate, Italia, para ser bendecida antes de ser enviada a los crematorios en Udine y Venecia (AP)
Una rosa roja yace sobre un ataúd alineado junto a otros dentro de la iglesia de San Giuseppe en Seriate, Italia, para ser bendecida antes de ser enviada a los crematorios en Udine y Venecia (AP)

Los soldados, es decir, los carabinieri y el Ejército, hasta ayer hemos realizado casi 400 transferencias (de ataúdes), una cuenta que no podemos seguir. El hecho es que muchas familias ahora exigen la cremación y el sistema no está listo para absorber cantidades tan grandes. Nuestro trabajo es acompañar los cuerpos de estos conciudadanos como si fueran nuestros seres queridos. Son personas que conocimos en muchos casos”, concluye Storoni.

Por su parte, el sacerdote Mario Carminati, cura de Seriate en Bérgamo, también se alarma por la cantidad de féretros que llegan día tras día a su iglesia para ser bendecidos. Con 64 años, el religioso advierte: “Las autoridades ya no saben dónde poner los ataúdes”. Carminati se lamenta porque cientos de familias no puede dar un último adiós a sus seres queridos por el peligro de que el virus se extienda aún más, situación que comenzará a verse en otras latitudes. Para él, es lo más triste de toda la situación.

A menudo hablamos de los más necesitados, y ellos son los más necesitados ahora... aunque no estén más vivos. Nadie tuvo el tiempo o la opotunidad de cuidarlos más así que he decidido abrir la casa del Señor para ellos”, cuenta el sacerdote quien bendice a diarios decenas de féretros que llegan a su capilla en el norte italiano.

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