
Años antes de convertirse en dictador, Porfirio Díaz fue un joven que se enfrentó a diferentes adversidades desde muy niño, empezando con la pérdida de su padre José de la Cruz Díaz, quien murió a causa de una epidemia de cólera en 1833.
Aunque fue un lamentable suceso, ese hecho marcó gran parte de su destino, pues los cambios que surgieron en su vida lo orillaron a querer ser militar desde los 16 años cuando, por influencia de uno de sus profesores, decidió dejar la escuela y pelear junto al ejército mexicano para defender al país de la invasión norteamericana en 1846 durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna.
De acuerdo con información del investigador Pablo Serrano Álvarez de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se enlistó en los batallones de Trujano y Constancia, que no llegaron a ser considerados para la batalla.
Este acontecimiento fue clave en lo que sería una enemistad con el entonces mandatario veracruzano, Santa Anna. Según Serrano Álvarez, este resentimiento comenzó a gestarse cuando Díaz decidió “darlo todo por su nación” y fue ignorado por las propias autoridades de su país.

Al enterarse de que los estadounidenses se habían salido con la suya, decidió dejar su sueño de ser militar y siguió con sus estudios. No obstante, en 1853 cuando Díaz ya era un joven con una formación académica completa, declaró públicamente “su hostilidad al gobierno de Antonio López”.
Su recelo incrementó cuando en el mismo año, el entonces presidente encarceló a uno de sus mayores mentores. Se trataba de Marcos Pérez, el intelectual que lo había apoyado en su carrera y lo había ingresado a la masonería a través de la Logia Cristo, del Rito Nacional.
Pérez fue llevado preso por expresar su militancia en contra del gobierno de Santa Anna. Por otro lado, su “venganza” comenzaría a través de su hermano Félix Díaz, quien era estudiante del Colegio Militar.
En 1854 Félix fue invitado a participar en el Plan de Ayutla del general Juan Álvarez, para derrocar la dictadura del veracruzano. Más tarde, en diciembre del mismo año, Porfirio Díaz logró integrarse a la votación para pronunciarse a favor de Álvarez y exigir la renuncia de Antonio.
Debido a la tensión política decidió huir de su ciudad natal, Oaxaca, para formar parte de la Revolución de Ayutla y pelear bajo las órdenes de Francisco Herrera en una localidad llamada Teotongo.
Posterior al triunfo de la Revolución, Díaz fue nombrado jefe político del Partido de Ixtlán, hecho que marcaría oficialmente su entrada a la milicia. Debido a su talento nato en la guerra, en 1856 recibió el nombramiento de Capitán de la Compañía de Infantería de la Guardia Nacional por órdenes de Benito Juárez.
Fue así como uno de los personajes más icónicos de la historia mexicana conocido por lograr diversos aspectos como la pacificación temporal del país, su política de “orden y progreso” y múltiples obras públicas como las rutas ferroviarias, empezó a figurar en el contexto político de la nación.

Cabe destacar, que aunque hay varias cosas positivas que resaltar durante su papel en la presidencia, sus acciones también se vieron marcadas por lo que él tanto le criticó a Santa Anna y en su momento a Juárez: la centralización del poder, la desigualdad social, política y económica que al final le originaron la Revolución Mexicana.
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