
Después de más de 12 años de conflictos sangrientos contra el narco, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que esa guerra había terminado. “Oficialmente ya no hay guerra, nosotros vamos a conseguir la paz”, expresó el mandatario.
Durante la conferencia de prensa en la que dijo textualmente esas palabras, destacó que por primera vez en mucho tiempo en un solo día hubo 54 homicidios en todo el país, cuando el promedio era de 80 asesinatos diarios.
"Eso es lo que me importa: bajar los homicidios, el número de robos, que no haya secuestro, eso es lo fundamental. No lo espectacular", afirmó al referirse a la estrategia de perseguir a los cabezas de los cárteles del narco.
El mandatario mexicano dijo que hasta el momento ningún capo de la droga ha sido detenido, porque esa, a diferencia de los gobiernos pasados, ya no será su función principal.
"La función principal del Gobierno es garantizar la seguridad pública, ya no es la estrategia de los operativos para detener a capos. Lo que buscamos es que haya seguridad, que podamos disminuir el número de homicidios diarios", reiteró.

La interpretación del mensaje
Infobae México habló con varios especialistas en temas de seguridad para preguntarles cuáles serían las repercusiones y el alcance de las declaraciones del presidente.
Algunos respaldaron su estrategia, mientras que otros la interpretaron como una especie de pacto con los criminales. "Le bajas a la violencia, y nosotros también le bajamos", dijo Carlos Rodríguez Ulloa, integrante del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (CASEDE).
Froylán Enciso, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), explicó que ya se puede decir que existen algunos indicadores que muestran un cambio de prioridades en la política de seguridad, específicamente en el terreno del narcotráfico.

"En el primer mes de gobierno de López Obrador cayeron todas las cifras de decomiso y erradicación de plantíos en las zonas campesinas donde se produce marihuana y amapola. Y por otro lado aumentaron la incautación de armas y las detenciones", señaló.
Para el especialista, esto quiere decir que ahora, en lugar de atacar violentamente a las zonas campesinas donde se produce la droga, o capturar a los líderes de las bandas criminales, se va buscar desarmar y desarticular a los grandes cárteles.
"Ahora quieren aumentar el número de detenciones, detener toda la estructura, interceptar armas y dejar en paz a los campesinos que producen marihuana", insistió.
Sin embargo, admitió que todavía es muy pronto para saber si esa estrategia va funcionar, y no confió en que las cifras de homicidios difundidas por el presidente sean una referencia contundente. "Necesitamos más datos para poder sostenerlo", afirmó.
También mencionó que en el círculo de especialistas existe un cierto escepticismo con respecto a las políticas que aumentan el poder militar. Explicó que paradójicamente, por un lado, el presidente busca cambiar la estrategia de usar la violencia para combatir las drogas, pero al mismo tiempo está aumentando los recursos del Ejército y el poder de fuego por medio de iniciativas como la creación de la Guardia Nacional.
"Parece que estamos en una circunstancia en la que tenemos a un presidente que está buscando el poder de fuego militar para no usarlo. Aumentar el poder de fuego sin necesariamente salir a tirar balazos. Se trata de una estrategia de recuperación del control territorial del país mediante la disuasión del uso de la violencia", concluyó.

Rodríguez Ulloa, consideró las palabras del presidente como un mensaje "clarísimo" que va dirigido a los líderes de la delincuencia. "Lo que quiso decir es que mientras (los capos) no generen mayor violencia a la sociedad civil, no va haber mayor presión sobre ellos y sus actividades".
El analista de Casede no considera que esta estrategia funcione, pues depende de si los interlocutores escuchan el mensaje y si deciden darle la suficiente importancia.
El problema no se acaba
Para Francisco Rivas Rodríguez, director del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), una organización especializada en temas de seguridad, la cifra que usó López Obrador (54) para explicar que los homicidios van a la baja, en realidad no dice nada.
Mencionó que algunos especialistas creen que la tendencia en homicidios se mide anualmente. No se puede medir semestralmente ni mensualmente. "Mucho menos diariamente", aseguró.

"Esta cifra no dice nada de la realidad que vive el país y no es suficiente para poder decir que ya se resolvió el problema".
Explicó que, en todo caso, estos resultados, aparentemente favorables, serían el efecto de las políticas del gobierno pasado, pues aseguró que las políticas "también tienen sus tiempos".
Consideró que falta tiempo para que podamos decir que la tendencia de los homicidios va hacia la baja, y para determinar si coincide con el ingreso del nuevo gobierno.
Rivas Rodríguez no estuvo de acuerdo con la afirmación de AMLO en el sentido de que detener a los grandes capos no es la prioridad del gobierno.
La declaración de López Obrador no tiene ninguna repercusión, pues todavía no ha habido un cambio en las acciones del gobierno para atender los delitos. Los militares siguen en las calles y no existe una estrategia de fortalecimiento de las instituciones locales. Las procuradurías y las fiscalías siguen teniendo las mismas deficiencias.
“Nada ha cambiado. Siguen sucediendo exactamente las mismas cosas que sucedían antes”, concluyó.
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