
En un año, el mundo produjo 268 millones de toneladas de residuos plásticos. De esta cifra colosal, apenas un 14% fue reciclado. El resto fue incinerado o, más frecuentemente, destinado a vertederos, según un análisis reciente citado por New Scientist.
Esta baja tasa de recuperación, que se ha mantenido prácticamente inalterada a lo largo de los años, plantea una pregunta incómoda: ¿debemos abandonar la idea de reciclar plásticos?
El diagnóstico es complejo. Pese al crecimiento exponencial del uso del plástico en las últimas décadas, muchos países siguen sin contar con la infraestructura básica necesaria para recolectar, clasificar y procesar estos residuos de forma eficiente.
A nivel global, solo el 27% de los residuos plásticos llegan siquiera a ser recolectados con posibilidad de reciclaje; de ese porcentaje, apenas la mitad completa el ciclo y se convierte efectivamente en material reciclado.
La complejidad de los envases de consumo
El panorama se complica aún más si se considera la naturaleza del residuo. Según Quanyin Tan, investigador de la Universidad de Tsinghua en China, los envases de consumo —en especial los de un solo uso— representan el 44% del consumo mundial de plástico.
Son productos baratos, diseñados para ser descartados tras un solo uso, y su recolección y clasificación implica un alto coste para las empresas recicladoras.

Además, la gran variedad de tipos de plásticos y aditivos químicos empleados en su fabricación dificulta la tarea de separar los materiales reciclables de los que no lo son.
A esto se suma un incentivo perverso: en muchos casos, resulta más barato para los fabricantes adquirir plástico virgen que utilizar material reciclado.
Este desequilibrio entre producción y reciclaje no se limita a países con ingresos bajos. En Estados Unidos, por ejemplo, solo el 5% del plástico se recicla, mientras que más del 75% se entierra en vertederos.
“Tenemos una infraestructura muy desarrollada para fabricar nuevos plásticos, pero una muy poco desarrollada para reciclarlos”, resume Agi Brandt-Talbot, investigadora del Imperial College de Londres.
El dilema de la incineración
Frente a estas carencias, muchos países optan por la incineración. En 2022, el 34% de los residuos plásticos globales se eliminaron por esta vía, una práctica más extendida en regiones como Japón (70%), China (60%) o la Unión Europea (38%).
Aunque la incineración permite generar energía, emite gases de efecto invernadero y no forma parte de un sistema circular de aprovechamiento de materiales, advierte Brandt-Talbot.
Sin embargo, no todo es pesimismo. En contextos donde se han implementado políticas robustas, acompañadas de hábitos ciudadanos conscientes y sistemas de gestión eficientes, los índices de reciclaje son notablemente superiores.

Japón, por ejemplo, alcanza una tasa cercana al 20%, y China, un 23%. “Es un problema global con soluciones locales”, afirma Andrew Dove, químico de la Universidad de Birmingham. Cada país cuenta con su propio marco normativo y logístico, por lo que las estrategias deben adaptarse a la realidad de cada territorio.
Innovaciones que podrían cambiar el rumbo
Pese a ello, incluso los sistemas ideales tienen límites. Dove señala que durante más de 70 años se ha invertido en hacer plásticos cada vez más complejos y especializados, sin desarrollar paralelamente soluciones adecuadas para su tratamiento al final de su vida útil.
El reciclaje tradicional, por tanto, encuentra barreras técnicas que no pueden superarse únicamente con más recolección o mejor clasificación.
La buena noticia es que emergen nuevas tecnologías que podrían cambiar el panorama. Entre ellas, el reciclaje químico permite descomponer el plástico en sus componentes originales, lo cual podría facilitar la reutilización de materiales que hoy resultan imposibles de reciclar.
También se están desarrollando plásticos más simples, pero igual de funcionales, que mejorarían la eficiencia de los sistemas existentes.
“Estamos viendo muchas tecnologías nuevas dedicadas a resolver los problemas de clasificación y simplificación de los materiales”, concluye Dove, quien confía en que estos avances impulsarán una mejora progresiva de los índices globales de reciclaje.
Una acción sencilla que sigue teniendo impacto
Mientras tanto, el mensaje para los ciudadanos de países con sistemas eficaces sigue siendo claro: no abandonar los hábitos de reciclaje. Botellas, envases de yogur y otros plásticos domésticos, bien clasificados y dispuestos, aún pueden tener una segunda vida útil. El desafío de cerrar el ciclo de los plásticos sigue en pie, pero su solución —aunque compleja— aún está en construcción.
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