Pasé un año como hombre trans: me sentí miserable y ningún médico me ayudó

Sydney Wright decidió tomar hormonas masculinas pensando que lo que necesitaba era ser hombre. Pero rápidamente comenzó a sufrir los efectos negativos y ahora critica a los especialistas que no entendieron la compleja decisión que estaba tomando

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Sydney Wright, antes y después de comenzar la terapia de sustitución hormonal (Sydney Wright)
Sydney Wright, antes y después de comenzar la terapia de sustitución hormonal (Sydney Wright)

Apenas dos años atrás, Sydney Wright era una “sana y hermosa chica” en camino a graduarse de la escuela secundaria, como se describió a sí mismo en un reciente artículo en primera persona publicado la semana pasada por The Daily Signal. “En poco tiempo, me convertí en un hombre transgénero con sobrepeso y principios de diabetes”, explicó.

En este complicado proceso, Wright, reisdente de Rome, Georgia (sur de Estados Unidos) considera que los médicos que la atendieron le fallaron consistentemente, ayudándola a hacerse daño a cambio de una enorme cantidad de dinero.

“Desde mis primeros años, siempre fui diferente a otras chicas. Me vestía con ropa de niños y jugaba con juguetes de varones. Cuando crecí, empecé a sentirme interesada románticamente en otras chicas”, relató la joven, que trabaja como vendedora y estudia en la universidad técnica Georgia Northwestern. “En esa época no hubieras podido decir que yo era gay tan sólo mirándome. Tenía el cabello largo y rubio, usaba maquillaje y actuaba femeninamente. Pero en mi cabeza, sabía que era gay”, explicó.

Cuando tenía 17 años su padre, con quien vivía desde el divorcio, se enteró de que salía con chicas y la echó de la casa. Entonces se mudó con su madre y aprovechó la revelación para cortarse el cabello, su primer cambio.

Los juerguistas participan en el Desfile del Orgullo Gay en la playa de Copacabana en Río de Janeiro, Brasil, el 22 de septiembre de 2019. REUTERS / Ian Cheibub
Los juerguistas participan en el Desfile del Orgullo Gay en la playa de Copacabana en Río de Janeiro, Brasil, el 22 de septiembre de 2019. REUTERS / Ian Cheibub

A los 18 años comenzó a consumir “historias de éxito” de diferentes hombres transgénero en la red social Instagram. Estas historias sólo terminaban en finales felices y la llenaban de celos.

“Aquí estaba yo siendo despreciada por tomar la mano de mi novia en público, sintiéndome constantemente cuestionada por todos, mientras los transgénero podían salir con sus parejas y al mismo tiempo se veían como personas del género opuesto. Empecé a sentir resentimiento y envidiarlos, y pensarlo como opción para mí mismo", expresó, agregando que llegó a verse como una “lesbiana antinatural" y a odiar esa imagen de sí misma; quería ser un “tipo que saliera con chicas”.

Así como las historias de éxito y finales felices se multiplicaban, Wright no podía encontrar artículos que relataran arrepentimiento de parte de los trasngéneros ni tampoco problemas de salud resultantes de la transición. Esto lo llevó a tomar la siguiente conclusión: “¿Por qué no hacerlo?”.

El primer paso fueron obtener la prescripción para las hormonas masculinas, que comenzó a tomar el día que cumplió 19 años y con la asistencia de una terapeuta a la que debía visitar una vez a la semana y que aprobó la terapia de cambio de género luego de cinco sesiones. Esta carta de aprobación le ayudó a dar el siguiente paso y cambiar su género a masculino en su licencia de conducir.

“Ahora veo un gran problema en lo rápido que fue. Si la terapeuta hubiera avanzado más lentamente y sido más cuidadosa, podría haberse dado cuenta de que yo no era realmente trans”, consideró.

Las banderas de la Unión Europea junto a las del arcoiris que simbolizan al movimiento LGBT (Andreas Arnold / dpa / AFP) / Germany OUT
Las banderas de la Unión Europea junto a las del arcoiris que simbolizan al movimiento LGBT (Andreas Arnold / dpa / AFP) / Germany OUT

“Pero yo veía los videos promocionales y estaba convencida de que mi género estaba mal y la terapeuta me hizo sentir que el cambio de sexo era lo que necesitaba”, agregó. También recibió un amplio apoyo de sus amigos para avanzar.

Pero Wright considera ahora que ella no era un hombre. En realidad, tenía inseguridades con la idea de ser lesbiana en público. “Mi terapeuta no me ayudó nunca a frenar y pensar en eso”, lamentó.

La joven viajó a Atlanta, Georgia, para atenderse con un doctor que le administraría la primera dosis de testosterona. Lejos de mostrar empatía para con sus nervios, el profesional tan sólo le preguntó: “¿Quieres hacerlo o no?”.

Ante la respuesta afirmativa, le pidió la carta de aprobación de la terapeuta y acto seguido le entregó la prescripción para que comprara las hormonas y se las inyectara ella misma. No sabía cómo, ante lo cual el médico le recomendó buscar un video de YouTube.

“Eso me asustó y debió ser la primera alerta. Al doctor no le importaba, para él era sólo una estafa por dinero”, expresó Wright.

Un desfile del orgullo gay en Polonia (Wojtek RADWANSKI / AFP)
Un desfile del orgullo gay en Polonia (Wojtek RADWANSKI / AFP)

Pero su deseo de ser “normal” estaba latente y siguió adelante.

Las inyecciones de hormonas comenzaron a tener un efecto que no esperaba: comenzó a subir de peso, su piel se hinchó y descoloró y la sangre se le puso más espesa. Los exámenes médicos indicaron que Wright se había convertido en pre-diabética, pero el doctor le dijo que no se preocupara.

Entonces buscó una segunda opinión, y otro médico le advirtió que iba en camino a sufrir un infarto.

En total, Wright pasó un año bajo el tratamiento, durante el cual subió 22 kilos y sufrió depresión. Sus problemas no estaba siendo solucionados y ahora tenía aún menos confianza en sí misma que antes.

Fue en ese momento en el que comenzó a sentir arrepentimiento.

Desaforunadamente, me sentía acorralada: ya había declarado en quién me había convertido. Había cambiado mi género y había forzado a la gente a seguirme la corriente y llamarme por mi nuevo nombre: Jaxson”, dijo.

Asimismo, Wright señaló que nadie en su trabajo se atrevió a oponerse al proceso por miedo a ser tildados de discriminación o incluso demandados.

“Mientras tanto mi mamá lloraba todos los días y se culpaba a ella misma”, contó.

Fue el abuelo de Wright quien finalmente le pidió que frenara todo. “Yo quería seguir, especialmente por orgullo. ¿Qué diría la gente? Pero allí estaba mi abuelo, el hombre al que más respeto, con lágrimas en los ojos. No pude decir que no”.

Entonces la joven decidió frenar abruptamente la terapia con hormonas sin siquiera visitar al médico que le recetó la testosterona. Pero no sería tan simple.

Los síntomas de la abstinencia de las hormonas llegaron dos meses después, con vómitos constantes y fuertes dolores, y Wright debió ser internada en numerosas ocasiones.

La situación duró cuatro duros meses en los que perdió los 22 de kilos, pero finalmente pudo superarla. “Mi cuerpo aún tiene cicatrices de la terapia de cambio de género. Mi voz es más grave, parezco muy masculina. Y soy 1.000 dólares más pobre, aunque esto es sólo una fracción de lo que pagó mi seguro médico”, relató.

Además, ante la ley sigue siendo un hombre tras el cambio en la licencia de conducir, y deberá ahora presentarse ante una corte para volver a ser mujer.

“Es delirante que nuestra sociedad le permita a los jóvenes hacer esto. A los 18 ni siquiera tenía la edad suficiente para comprar alcohol, pero sí podía ir a una terapeuta y conseguir hormonas para cambiar de género”, lamentó.

“Esto es un problema de salud pública que los medios y los políticos están ignorando. Más y más gente joven están siendo engañados cada día para creer que la solución a sus problemas de inseguridad personal e identidad se solucionan con un cambio de sexo”, agregó. “Espero que mi historia pueda servir de advertencia y salvar a otros jóvenes adolescentes de vivir la miseria y el dolor que atravesé”, concluyó.

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