El tiempo tenía que detenerse el 27 de junio de 2007. El gol de autor lo ameritaba. Nery Castillo bajó el balón en el área, dejó sembrados a sus rivales con un sombrerito, y con una frialdad resolutiva solo al alcance de los elegidos envió el balón a la red. México le ganó a Brasil ese día. Nery, que había llegado a la selección después de mucho tiempo de incertidumbre, encendió la ilusión de un país en el que nació por casualidad, cuando su padre jugaba para el Atlético Potosino.
El acento uruguayo le delataba. Ni su nacionalidad mexicana ni los siete años que llevaba en Atenas habían rebajado su indómito espíritu charrúa. “Vine a los 15 años a Olympiacos y firme como profesional en el primer equipo. Fue difícil al principio por el tema del idioma y la diferencia de edades, pero me adapté poco a poco”, comenta Castillo desde Grecia en entrevista para Infobae México.
Castillo aterrizó en El Pireo sin haber alcanzado la mayoría de edad. Era casi un niño. Cuando se fue, dejó siete ligas en las vitrinas y una colección de goles, gambetas y florituras que la valieron la idolatría de una de las aficiones más pasionales del mundo. “Después me sentía como en casa y pasé los mejores años aquí”, recuerda.

En tiempos en los que las redes sociales eran una quimera, la información sobre el futbol europeo resultaba sumamente selectiva. Las pantallas cedían espacio sólo a los clubes globales y a los pocos mexicanos que había en el Viejo Continente. El rumor de un compatriota que la rompía en el Olympiacos comenzó a recorrer los periódicos desde 2003, pero tomó fuerza en vísperas del Mundial de Alemania. No bastaba con desearlo. La decisión estaba en Nery, que se debatía en una encrucijada: elegir entre Uruguay, Grecia y México.
Nery aplazó su decisión hasta 2007, cuando el nuevo entrenador de la Selección Mexicana, un tal Hugo Sánchez, inclinó la balanza: “Es el responsable de fuera a la selección. Para mí, fue el mejor director técnico que tuve en el tema grupal y también como persona”, repasa sobre el Penta, que ha contado que tuvo numerosas llamadas telefónicas con Castillo para convencerle. “Trabaja muy bien, pero lo más importante es que fue jugador y sabe hacer un buen grupo. Creo que se le tendría que reconocer más al mejor jugador de la historia de México”.
El primer verano de Castillo como seleccionado nacional fue una prueba de fuego: Copa Oro y Copa América. En la primera no pudo ganarse la titularidad, pero en la segunda dejó patente su categoría. “En general 2006 y 2007 fueron los mejores años de mi carrera. Me sentía muy bien y estaba en una edad linda. Eso se vio en Olympiacos y en la selección. Hicimos un excelente Copa América”. En aquel torneo marcó cuatro goles y el Tri se llevó el tercer lugar luego de superar a Uruguay.

El momento más pleno de su carrera, Nery tomó una decisión que cambió el rumbo de las cosas. Fichó por el Shakhtar Donetsk del futbol ucraniano. “Nunca debí irme de Olympiacos. En esa época fue una cantidad muy grande la que se pagó por el pase y me obligaron a irme. Pero si pudiera volver el tiempo, no me iría. Creo que todo pasa por algo en la vida: así tenia que ser”, rememora.
Después de la amarga experiencia en Donetsk, Nery deambuló por múltiples latitudes. Desde el Manchester City hasta el Chicago Fire y un regreso a tierras helenas con el Aris Salónica. En 2012, Castillo por fin debutó en el futbol del país donde nació. En Pachuca volvió a cruzar caminos con Hugo Sánchez. “Una experiencia muy linda. Tuve la suerte de reencontrarme con el más grande. Teníamos un excelente grupo. No se le dio continuidad a Hugo para que hiciera cosas grandes en Pachuca”.
Su relación con la prensa marcó su etapa en la Selección Mexicana. Es muy recordaba aquella conferencia de prensa en la que confrontó a un reportero y al final de la querella enunció: “¿Sabes cuál es la diferencia? Que yo estoy en Europa y tú estás aquí en México”. Nery no ha cambiado su opinión a once años de distancia y deja claro su diagnóstico: “Eso se lo respondí a un tonto que nunca jugó al futbol y opinaba. Salen muchas mentiras que la gente escucha y cree que son reales”. Cuando se le pregunta sobre el motivo por el que México no ha terminado de dar el estirón en el plano internacional, es contundente: “esa respuesta la pueden dar los periodistas mexicanos, que saben tanto de futbol”.

Su último equipo fue el Rayo Vallecano. Después poco se supo del delantero. Hace tiempo, diversos medios difundieron la información de que su nuevo oficio era el de pescador. Él se encarga de desmentirlo. “Desde niño siempre me iba de pesca. La tienda que abrí es un hobby. En México salió que me dedicaba a la tienda. La tiene un amigo, no yo. Lo hago por diversión. Cuando quieran los invito a Grecia para que vean cómo me dedico a la pesca”. Castillo sigue ligado al futbol, ahora como promotor de jugadores. “Estoy trabajando con un amigo, para traer jugadores a Europa. Los colocamos en equipos de acá”.
Recientemente el nombre de Nery estuvo ligado al de Uriel Antuna, futbolista que podría recalar en Europa tras su participación en Tokio 2020. “Lo ofrecimos al Olympiacos”, reconoce. Las negociaciones se mantienen en vilo. Castillo mira al retrovisor, agradece el cariño de la afición mexicana y se despide. Nunca hubo otro día como aquel contra Brasil. Es justo que el tiempo quede detenido con esa postal indeleble.
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