
Pablo Escobar no hubiera podido crear solo el cartel más peligroso y sanguinario que ha habido en Colombia, el de Medellín. Lo hizo en compañía de tres hermanos coterráneos provenientes de una emprendedora familia ganadera: Juan David, Jorge Luis y Fabio Ochoa Vásquez, quienes terminaron convirtiéndose en los fundadores del paramilitarismo en Colombia, tras el secuestro de una hermana.
Los hermanos Ochoa eran hijos de Fabio Ochoa Restrepo y Margot Vásquez, criadores de caballos. A temprana edad abandonaron sus estudios para dedicarse a hacer dinero, primero en las vías legales. Jorge Luis emigró a Estados Unidos en busca de mejor suerte y fue entonces cuando conoció el mundo del narcotráfico. Fue él quien consiguió las conexiones para el envío de cocaína desde Colombia, para la empresa criminal que rápidamente tendió redes desde las selvas hasta el país norteamericano.
Con el creciente consumo de droga en Estados Unidos, finalmente se constituyó el Cartel de Medellín en 1978, que llegó a manejar el 80% de la cocaína producida en el mundo. Y jorge Luis incluyó en el multimillonario negocio a sus dos hermanos menores, para formar el Clan Ochoa, los segundos al mando después de Escobar. Así se convirtieron en unos de los hombres más adinerados de Colombia, mientras mantenían una fachada de cabalistas, hacendados y exitosos comerciantes.

Nunca fueron reconocidos como los más violentos, papel que tenían sin esfuerzo otros narcotraficantes del país. Pero fueron ellos quienes terminaron fundando las bases del paramilitarismo, al que se le adjudican 94.754 muertes durante el conflicto armado, entre 1958 y julio de 2018, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Incluso muchas más que las registradas por las a guerrillas, que son 35.683.
El secuestro
Todo empezó el 12 de noviembre de 1981. Martha Nieves Ochoa Vásquez, de 26 años, salía de clases de la Universidad de Antioquia, donde estudiaba Economía cuando fue interceptada por unos hombres que la introdujeron a la fuerza en un Renault 12 color naranja. Ella era hermana de los narcotraficantes Ochoa. Y los captores pertenecían al grupo de izquierda M-19, entonces la guerrilla con más presencia urbana por el propio origen de su fundación, que se dio en las ciudades. Pedían 1,2 millones de dólares de la época por su liberación.

Por aquella época, el aumento de los secuestros, robos de ganado y cobros de vacuna de las guerrillas a terratenientes y ganaderos había generado un malestar generalizado. Y el secuestro de Martha fue el desencadenante para que se unieran a este sector un actor más poderoso, los narcotraficantes. El 1 de diciembre de 1981, los hermanos Ochoa convocaron un encuentro urgente en el Hotel Intercontinental de Medellín al que asistieron 223 personas para discutir cómo se iban a defender de la insurgencia.
Medios de la época, incluso, afirmaron que en el encuentro asistieron hasta miembros del Ejército Nacional y directivos de empresas petroleras y multinacionales. Lo cierto es que ese día cada narcotraficante donó 640 dólares y 10 hombres para formar un ejército privado de 2.230 armados, llamado MAS (Muerte a Secuestradores). Con el único objetivo de asesinar a todo aquel vinculado o que se creyera vinculado con la insurgencia. La guerra en el país cambió el rumbo.

La presentación del MAS al país fue típica de las excentricidades de los narcotraficantes. Cuando se disputaba la final del fútbol colombiano en el estadio Pascual Guerrero de Cali, un clásico entre el América (propiedad del Cartel de Cali) y Nacional (propiedad del Cartel de Medellín), una avioneta sobrevoló el lugar y dejó caer una lluvia de volantes con un comunicado de 11 puntos en el que se explicaba la creación del grupo de autodefensa.
La primera acción del MAS fue el secuestro de 25 personas cercanas a Luis Gabriel Bernal Villegas, el guerrillero que planeó y ordenó el secuestro de Martha Ochoa; entre ellos su esposa Martha Correa Velázquez. Esto presionó al grupo guerrillero que, tras 92 días en cautiverio, liberó a su secuestrada sin recibir un solo peso de recompensa. Mientras que Correa fue liberada frente al periódico El Colombiano, de Medellín, atada de pies y manos.
Pero el accionar del grupo de autodefensas no quedó ahí; por el contrario, se expandió a otras regiones del país como el Magdalena Medio -donde finalmente nacieron las Autodefensas Unidas de Colombia, en manos de los hermanos Castaño-, Meta, Arauca, Casanare y Valle del Cauca. Y las páginas de los diarios nacionales se llenaron de noticias de torturas, desapariciones y homicidios de todo simpatizante de la guerrilla o sospechoso de ello.

Decenas de líderes del M-19 fueron torturados por el MAS, y la "limpieza social" se extendió hacia toda la insurgencia. Fue este grupo de autodefensas que desencadenó el genocidio de la Unión Patriótica (UP), un partido político de izquierda que se conformó como parte de una propuesta de paz de varios grupos guerrilleros como las FARC, el EPL y el ELN. Más de 300 líderes de la UP fueron asesinados, entre ellos dos candidatos presidenciales, Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa. Y el grupo terminó acribillando personas, únicamente por su ideología política, que nunca habían tenido un arma en las manos.
La proliferación de los grupos de autodefensa fue tal, que durante el gobierno de Virgilio Barco ya había unos 264 en todo el territorio nacional; de acuerdo con la revista Semana. Hasta que Carlos Castaño agrupó a todos en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y modificaron su razón social para que fuera netamente contrainsurgente.
Fin del clan Ochoa
Los hermanos Ochoa también hicieron parte de los 'extraditables', conformado por narcotraficantes que se opusieron a los tratados de extradición con Estados Unidos en una guerra a muerte liderada por Pablo Escobar. Pero en los 90's, el conflicto con el Cartel de Cali y la persecución de la DEA y las autoridades colombianas terminaron acorralando al clan.

En esa época el presidente César Gaviria estableció un decreto en el que garantizaba la no extradición, rebaja de penas y juicio imparcial a todos los narcotraficantes que se entregaran voluntariamente a la justicia. Los hermanos Ochoa aprovecharon esa política y terminaron entregándose.
Jorge Luis fue el primero en entregarse, el 15 de enero de 1991, condenado a 8 años y 4 meses de prisión. Cumplió menos de seis años de sentencia y aún sigue libre y vivo. Le siguió Juan David en febrero de 1991, recibió cinco años de pena. Vivió bien hasta julio de 2013, cuando falleció en Medellín por un infarto.
Por su parte, Fabio, el más joven de los hermanos, prefirió seguir traficando cocaína con Escobar. Hasta que fue capturado en 1999 y extraditado a Estados Unidos en 2001, donde fue condenado a 30 años de prisión. Fue señalado del asesinato de Barry Seal, un antiguo piloto del Cartel de Medellín que se convirtió en informante de la DEA; y por conspirar en el contrabando de 30 toneladas de cocaína a norteamérica entre 1997 y 1999.
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