
El telescopio espacial James Webb ha permitido a un equipo internacional de astrónomos observar una sorprendente supernova generada en los albores del universo, cuando apenas habían transcurrido 730 millones de años desde el Big Bang.
Este fenómeno ofrece una ventana insólita hacia las últimas etapas de vida de una estrella masiva surgida en una época en la que las primeras galaxias apenas comenzaban a emerger, según informaron investigadores del University College de Dublín.
Al analizar la explosión, designada SN en GRB 250314A, los científicos han destacado la relevancia de este hallazgo y han replanteado la evolución estelar en el universo primitivo.
El Dr. Antonio Martín-Carrillo, astrofísico y coautor del estudio, subrayó: “La observación clave, o prueba irrefutable, que conecta la muerte de estrellas masivas con los estallidos de rayos gamma es el descubrimiento de una supernova que emerge en el mismo punto del cielo”.

El experto añadió que la confirmación de la antigüedad de esta supernova abrió una oportunidad única para examinar cómo era el cosmos y qué tipo de astros surgieron y desaparecieron en ese periodo.
El evento fue inicialmente identificado el 14 de marzo de 2025, cuando el Monitor de Objetos Variables (SVOM), un instrumento astronómico multibanda basado en el espacio, detectó un potente estallido de radiación de alta energía conocido como estallido de rayos gamma de larga duración (GRB).
Las observaciones de seguimiento realizadas con el Very Large Telescope del Observatorio Europeo Austral confirmaron la distancia extrema de este fenómeno, situándolo como uno de los más antiguos registrados.
La contribución esencial del James Webb se produjo alrededor de ciento diez días después del estallido inicial, mediante la utilización de la Cámara de Infrarrojo Cercano (NIRCAM). Este instrumento permitió a los científicos separar la luz de la explosión de la tenue galaxia anfitriona subyacente, aislando así los detalles del evento supernova.

Los autores del estudio explicaron que, tradicionalmente, la mayoría de los estallidos de rayos gamma de larga duración se vinculan con el colapso de estrellas masivas, convirtiéndolos en rastreadores privilegiados de la formación estelar a lo largo de la historia cósmica.
En el propio artículo los investigadores precisaron: “Se cree que la mayoría de los estallidos de rayos gamma (GRB) de larga duración surgen del colapso de estrellas masivas, lo que los convierte en poderosos rastreadores de la formación estelar a lo largo del tiempo cósmico. La evidencia de este origen proviene de la presencia de supernovas (SNe) tras el evento GRB, cuyas propiedades a su vez se vinculan con las de la estrella en colapso. En principio, gracias a los GRB, podemos estudiar las propiedades de estrellas individuales en el universo distante”.
La comparación con modelos desarrollados a partir de supernovas asociadas a GRB dentro de nuestro entorno cósmico permitió a los científicos anticipar la emisión esperada del evento y solicitar una observación adicional con el James Webb. Tal como relató el equipo, el modelo aplicado funcionó excepcionalmente bien y la supernova observada coincidió plenamente con las muertes estelares habituales, lo que además facilitó vislumbrar la galaxia que albergaba la estrella agonizante.

Uno de los elementos más llamativos del estudio es que la supernova identificada, pese a su antigüedad y a encontrarse en un universo con condiciones físicas muy distintas —como una baja abundancia de metales—, presentó brillo y propiedades espectrales sorprendentemente similares a SN 1998bw, prototipo de supernova vinculada a GRB y registrada en el entorno local. Los investigadores resaltan que la supernova observada no fue significativamente más brillante ni distinta respecto a las progenitoras de GRB analizadas en épocas mucho más recientes.
Según los autores, esto permitió descartar la presencia de un evento superluminoso (SLSN), es decir, una explosión mucho más energética de lo habitual. Por el contrario, los datos indican que la muerte estelar reseñada fue extraordinariamente semejante a la de las estrellas estudiadas en la actualidad, incluso pese a las diferencias ambientales del universo primitivo.
Esta constatación desafía la suposición previa de que las condiciones extremas de baja metalicidad propiciarían explosiones más luminosas o azules. Por el contrario, la uniformidad observada suscita nuevas preguntas sobre la verdadera diversidad de estos cataclismos cósmicos y plantea interrogantes sobre la evolución estelar en los primeros tiempos del universo.
Los especialistas han anunciado su intención de llevar a cabo una segunda ronda de observaciones con el James Webb durante los próximos uno o dos años. Durante ese plazo, se espera que el brillo de la supernova haya disminuido en más de dos magnitudes, permitiendo así un análisis más preciso de la galaxia anfitriona y de la contribución real de esta supernova al entorno donde ocurrió.
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