
Un reciente hallazgo científico reveló que los cerebros de los bebés y los adultos no procesan la información visual de la misma manera: lo hacen a ritmos distintos.
En los más pequeños, la actividad neuronal avanza a un compás más lento, lo que los coloca en un estado de aprendizaje constante, absorbiendo conceptos casi sin pausa. En cambio, el cerebro adulto parece haber ajustado su maquinaria para otra tarea: recuperar y aplicar con eficiencia los conocimientos ya adquiridos, priorizando la experiencia sobre la exploración.
Según expertos del campo, esta diferencia rítmica podría explicar por qué los niños pequeños tienen una extraordinaria capacidad para asimilar nuevos conceptos de forma casi constante.

Metodología y experimento con bebés
El estudio, llevado a cabo por Moritz Köster y su equipo de la Universidad de Regensburg, Alemania, reclutó a 42 bebés de 8 meses de edad con la colaboración de sus padres. La actividad cerebral de los participantes se registró utilizando electrodos colocados en el cuero cabelludo, mientras observaban decenas de coloridos dibujos animados.
Estos personajes se presentaban en una pantalla durante intervalos de dos segundos cada uno, a lo largo de varias sesiones que sumaron unos 15 minutos en total.
Para poner a prueba la sincronización neuronal, los investigadores hicieron que las imágenes parpadearan a distintas velocidades: ocho frecuencias que iban de 2 a 30 hertzios. Con este método lograron medir cuántas neuronas reaccionaban y se alineaban con cada ritmo de destello, revelando así la sensibilidad del cerebro a diferentes compases visuales.
Resultados principales
Al analizar los datos, el equipo encontró que la corteza visual de los bebés producía una sincronización neuronal más marcada a una frecuencia de 4 hertzios en respuesta a los estímulos visuales. Esta respuesta se mantenía incluso cuando las imágenes parpadeaban a diferentes velocidades, lo que sugiere una preferencia natural del cerebro del bebé por trabajar a ese ritmo.

Los resultados mostraron que la frecuencia de 4 hertzios, típica de la banda theta, se activaba con fuerza en los bebés. Esta franja de ondas cerebrales ya se había vinculado antes con la formación de nuevos conceptos, y ahora los investigadores comprobaron que se propagaba desde la zona visual hacia otras áreas del cerebro encargadas de crear conocimiento. El hallazgo refuerza la idea de que los más pequeños viven en un estado permanente de aprendizaje, absorbiendo información a medida que exploran su entorno.
Comparación con adultos
El experimento fue replicado con siete adultos, confirmándose en este grupo la activación más intensa de la corteza visual a una frecuencia de 10 hertzios, incluso cuando los estímulos visuales se presentaban a distintas velocidades.
Estos resultados se alinean con investigaciones previas que muestran cómo, en la adultez, el cerebro prioriza frecuencias más altas, lo que podría ayudar al adulto a filtrar información irrelevante y a centrarse en la recuperación de conceptos almacenados en la memoria.
Esta diferencia sugiere una especialización del cerebro adulto en el manejo de conocimientos ya adquiridos y en la eficiencia cognitiva, a diferencia del cerebro infantil, orientado a la adquisición de nuevo saber.

Implicaciones del hallazgo y líneas de investigación futura
Expertos como Emily Jones, de la Universidad de Londres, indican que estos hallazgos abren la puerta a nuevas preguntas sobre las condiciones óptimas para el aprendizaje en la infancia. Una de las vías futuras de investigación consiste en determinar si la exposición a imágenes parpadeando a 4 hertzios podría potenciar la capacidad de los bebés para aprender conceptos novedosos.
El equipo de Köster trabaja actualmente en experimentos adicionales para profundizar en esta relación, con la esperanza de avanzar en el entendimiento de los procesos cerebrales que subyacen al aprendizaje temprano.
El descubrimiento de variaciones en los ritmos cerebrales entre bebés y adultos no solo añade una nueva dimensión al estudio del desarrollo cognitivo, sino que también sugiere posibles estrategias para estimular el aprendizaje en la primera infancia.
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