Lula da Silva y Jair Bolsonaro se lanzan a la conquista del nordeste de cara al ballotage en Brasil

La campaña en esa región impone a los candidatos un viaje de la esperanza que, además de mover votos, puede mover símbolos

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Simpatizantes muestran banderas de Jair Bolsonaro y Lula da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino)
Simpatizantes muestran banderas de Jair Bolsonaro y Lula da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino)

No se trata de un éxodo bíblico -aunque a veces lo retratan como tal las redes sociales- el que iniciaron ayer Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Messias Bolsonaro en el nordeste de Brasil, sino de un viaje de la esperanza que además de mover votos puede mover símbolos.

Si bien es el sureste de Brasil, con los estados de San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro, el que resulta decisivo en la balanza de la victoria, el nordeste está cargado de símbolos que esta acalorada campaña electoral no puede ignorar. De hecho, esta región de Brasil siempre ha sido la tierra de Lula y su Partido de los Trabajadores (PT). El presidente metalúrgico nació en Caetés, en Pernambuco, hace 77 años, y su modesta casa de barro y madera ha sido incluso reconstruida con fines hagiográficos.

Lula se ha hecho famoso a lo largo de los años en el nordeste por sus políticas que han permitido a esta zona menos desarrollada del país beneficiarse de importantes programas sociales que han cambiado la vida de muchos. Uno de los ejemplos más famosos es el programa social “Luz para todos”, creado en 2003 durante el primer gobierno de Lula, que llevó por primera vez la electricidad a las zonas más remotas de la región y de Brasil.

Sin embargo, en los cuatro años de gobierno de Bolsonaro, el nordeste ha sido olvidado. Un ejemplo entre todos es la interrupción, el pasado mes de septiembre, del programa Cisternas, depósitos que garantizan el agua al Sertão, en la zona más seca y con mayor inseguridad alimentaria de Brasil. Si de 2003 a 2018 el gobierno federal había entregado 929 mil cisternas de agua, en los cuatro años del gobierno de Bolsonaro se han reducido a 37,6 mil. De los 74,7 millones de reales, unos 12 millones de dólares, previstos en el presupuesto federal, sólo se han invertido 2,5 millones de reales, unos 500 mil dólares en 2020 y 160 mil reales, 30 mil dólares este año.

Jair Bolsonaro (REUTERS/Diego Nigro)
Jair Bolsonaro (REUTERS/Diego Nigro)

Por eso no es de sorprenderse que en los nueve estados del nordeste Lula haya ganado la primera vuelta con el 66,7% de los votos frente al 27% de Bolsonaro. Se trata de la mayor diferencia entre los dos candidatos en todo Brasil, lo que explica que el actual presidente se apresure a recuperar el mayor número de votos posible en esta parte del país.

Irónicamente, Lula hace ahora lo contrario, es decir, intenta ganar votos en el sureste, donde es más débil. Ambos han gastado más de 8 millones de reales, alrededor de un millón y medio de dólares, en publicidad en las principales plataformas, Instagram, YouTube y Facebook. Mientras que Lula ha invertido más para el público en San Pablo y Río de Janeiro, Bolsonaro ha favorecido a Bahía y Pernambuco. Y es impresionante escuchar en el feudo de Lula jingles que ensalzan a su contrincante: “Hoy gano un voto más para Bolsonaro, hoy cumplo la misión del capitán”.

No faltó por supuesto la polémica. Tras la primera vuelta, una desafortunada frase de Bolsonaro desató la ira de Lula: “Lula ganó en 9 de los 10 estados brasileños con mayor índice de analfabetismo”. Que sería alto para Bolsonaro “porque el PT lleva 20 años gobernando allí y ni siquiera ha conseguido garantizar un subsidio razonable”. El pensamiento se amplificó luego en las redes sociales y en los grupos de Whatsapp y Telegram bolsonaristas que no escatimaron en ofensas a la gente del nordeste. Lula reaccionó diciendo en una entrevista con una radio brasileña que “Bolsonaro no quiere a los nordestinos, sólo le gustan sus milicianos”. En Twitter escribió también que “Bolsonaro no tiene la menor noción de la fuerza de la cultura del nordeste, por lo que cualquier persona con una sola gota de sangre del nordeste no puede votar en este ‘ciudadano’”.

Lula da Silva (REUTERS/Jonathan Lins)
Lula da Silva (REUTERS/Jonathan Lins)

Ayer Lula viajó a Sergipe y Alagoas y luego a Pernambuco, mientras que Bolsonaro aterrizó directamente en Pernambuco en busca de votos evangélicos. Lula dijo a la prensa local, antes de dar un giro en la ciudad de Aracajú, que “cuando se gobierna no se puede establecer una relación de amigos” y que si es elegido se relacionará con todos los gobernantes “incluso con los que me odian, con los que dicen que no les gusto, no tengo ningún problema”.

En cuanto a Bolsonaro, el presidente aprovechó su viaje al nordeste para reiterar que tanto su hija como su esposa tienen sangre nordestina y luego se disculpó por sus palabras durante la pandemia. “Creo que he hecho todo lo posible en la lucha contra el COVID. He exagerado en algunas de mis palabras, pero es parte de la emoción y quizás también de la educación bastante estricta que recibí”.

Tanto Lula como Bolsonaro, si ganan, se encontrarán con una región que tiene las peores cifras de desempleo, 15,5% en Bahía, 13,6% en Pernambuco y 12,7% en Sergipe. La lucha será realmente hasta el último voto. A pesar de que la última encuesta del Ipec muestra a Lula ganando en el nordeste con el 70% de los votos y a Bolsonaro detrás con el 26%, el presidente ya se ha asegurado el apoyo del alcalde de la capital de Alagoas, João Henrique Caldas, que el 7 de octubre se afilió a su partido, el Partido Liberal (PL).

También es probable que tenga un impacto en agregar votos para Bolsonaro el escándalo que ha envuelto al gobernador del estado de Alagoas, Paulo Dantas, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) y aliado de Lula. Fue acusado de participar en una trama delictiva que malversó 54 millones de reales, unos 10 millones de dólares, de la Asamblea Legislativa de Alagoas. Fue destituido por 79 días, una estratagema que le permitirá en caso de reelección asumir el cargo de gobernador. Lula en su viaje al nordeste no dudó en desfilar con él, convirtiéndolo en víctima de la injusticia. “Sé por lo que estás pasando”, dijo, comparando el caso de Dantas con el Lava Jato y el triplex de Guarujá, que para los jueces brasileños fue un soborno y, por eso, lo condenaron en dos grados de juicio a 12 años y 11 meses.

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