
Punta del Este es lo caro que tiene que ser. Es una concepción compartida por el habitante esporádico y el residente permanente. Acordaron una suerte de pacto tácito que habla tanto del sentido de pertenencia como de la tolerancia y la resignación. Lo piensan y lo expresan: la vida es costosa, los precios son elevados y la exclusividad hay que pagarla. "No hay sorpresas acá. Estamos un poco más caro de lo que estuvimos históricamente siempre", definió Luis Borsari, director de Turismo de Maldonado.
Punta del Este vive un verano tenue, liviano. "Es una temporada más. Vendrán otras. Hemos soportado situaciones con puentes cerrados", se consoló Héctor Araujo, asesor del centro de hoteles de Punta del Este y tesorero de la Cámara Uruguaya de Turismo.
No hay explosiones de júbilo ni manifestaciones grandilocuentes. La gente en la calle opina igual: ven menos turistas y menos argentinos. Las autoridades perciben lo mismo y lo reconocen con más cuidado: recurren a construcciones verbales, a su habilidad discursiva para confesar que no es la mejor de las temporadas.
Pero, advierten ciudadanos y dirigentes políticos, que los que tienen que estar, están. Se refieren a los que siempre eligieron Punta para veranear. La megadevaluación afectó al sector medio de la sociedad que el año pasado había invadido la costa uruguaya atraído por un cambio más favorable y por el festival de promociones. Ese argentino promedio ya no está. Fabián, el empleado de un local gastronómico, graficó: "La temporada pasada lo que estaban llenos eran los supermercados, ahora se volvieron a llenar los restaurantes".

Las heladeritas son, en este contexto, un signo de época. Las hay, en cantidad. Por practicidad o por ahorro, para conservar el frío del champagne o la frescura del fiambre. La carga Pico Mónaco en la parada 31 de la Brava y la lleva Sonia, una uruguaya que aprovechó el fin de semana para visitar la Mansa. "Todo el mundo sabe que en la playa te arrancan la cabeza con los precios", dijo sin angustias ni rencores, con la naturalidad y conciencia de aceptar que Punta del Este es caro y punto. Los estándares de precios son cosa juzgada: no hay reclamos ni protestas.
Llenar una heladerita con comida y bebida cuesta, pesos más pesos menos, 650 uruguayos. En la conversión son casi 750 pesos argentinos. Incluye dos gaseosas (150$), pan de molde (100$), fiambre (aproximadamente 150$ de tres variedades) y frutas (banana, manzana y pera). Hasta cuatro personas pueden comer con este almuerzo casero. En contraste, un único comensal puede gastar hasta 1000 pesos argentinos en un almuerzo en algún parador de la playa.
Carla, una rosarina que se hospeda junto a su familia en un hotel de cuatro estrellas en la península, tiene una heladerita al lado de su reposera. Adentro guarda botellas de agua, gaseosas y helados. Ensayó una comparación de precios para explicar su esquema de financiación de las vacaciones: "Los helados me los traje de casa. En el supermercado me salen 30 pesos y acá en la playa cuestan 100".

Martín es otro argentino con heladerita. Vive en Punta del Este hace quince años. En ella conserva cerveza, champagne, sandwiches de miga comprados y, entre otros alimentos, un tupper con tomates cherry. Está a metros de un parador top de la Mansa. Ratifica que hay menos argentinos y que el turista medio volvió a ser el de clase acomodada: "¿Viste algún taxista argentino por acá? No hay. Ese es un termómetro innegable del tipo de gente que vino este año a Punta del Este. En cualquier lugar de la costa argentina sí los ves".
La costa esteña es costosa para el extranjero y para el residente. Los valores se mantienen incluso cuando la ciudad se libera de los visitantes temporales, responsables en definitiva de abrigar el invierno de los comerciantes. La crítica de Martín apunta al nulo reacomodamiento de precios fuera de temporada: los mismos 60 dólares que cuesta una cena en verano, cotiza una comida el resto del año. "O incluso más, porque van actualizando sus precios", expuso.

La diferencia en los hábitos y formas de consumo la explicó muy bien Andrés Jafif, alcalde de Punta del Este. Estableció un punto de comparación entre la actual temporada y la anterior, con récord de visitantes. "El año pasado no tuvimos un gasto desmesurado. Este año podríamos tener menos gente pero probablemente el gasto sea igual de bueno. Estoy notando, sin embargo, al argentino más controlado en sus gastos, más austero y más preocupado por el rumbo de su economía".
Carlos, que alquila sombrillas y reposeras hace más de 10 años, advirtió una actitud que describe el comienzo de la actual temporada. Identificó un síntoma, un patrón. Cuando se le preguntó qué puede destacar como novedad en este verano no habló de ningún deporte o moda playera. Su testimonio ilustra la tendencia del verano low cost: "Los que bajan de los cruceros vienen con sus bolsitas, se ponen acá a la sombra y se sientan a comer. En la playa no compran nada".
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