
La década del 90 fue de las supermodelos. Por encima de las actrices y las cantantes, eran las celebridades máximas. Trascendieron la moda, saltando de las pasarelas a las pantallas televisivas y los sets de filmación del cine. Acapararon la atención de la prensa. Marcaron tendencias, impusieron modas. Protagonizaron los romances más comentados. Cindy Crawford, Naomi Campbell, Helena Christensen, Kate Moss, Linda Evangelista, Tyra Banks y Elle Macpherson. Y por sobre todas, la gran estrella: Claudia Schiffer, la más famosa de las top models.
Nació el 25 de agosto de 1970 en Rheinberg, Alemania. Sus comienzos en el mundo del modelaje se dieron a sus 17 años. Antes, esos 180 centímetros de altura que cautivarían a las pasarelas más prestigiosas los sintió como una condena. La acomplejaron en su etapa escolar. Sus compañeros se burlaban por esa característica que la distinguiría en la moda: sufrió bulliyng por eso solo hecho de tener una estatura superior a la mayoría de los varones.

A la par, por provenir de una familia alemana acomodada económicamente, también vivía cuestionamientos. Todo cambió en la secundaría, ya en plena adolescencia, ese estilo que la marcó de grande, lo inició en sus últimas periodos en el colegio.
En un momento la situación se revirtió. Y aquellas risas hirientes se convirtieron mutaron en adulaciones que, de todos modos, la adolescente Claudia jamás buscó. Ese giro a la popularidad y el reconocimiento la tuvo sin cuidado. “Nunca tuve la necesidad de estar en el foco de atención. Nunca me interesó buscar eso cuando era chica ni tampoco de grande”, contó en alguna oportunidad durante la presentación de una campaña para la marca de ropa Guess, cuyas publicidades asentaron su fama.
Claudia no tenía pesando dedicarse al modelaje cuando el agente Michel Levaton la descubrió en un pub de Düsseldorf y le recomendó que se presentara en su agencia. Esa joven de 17 años, integrantes de una familia adinerada, aceptó el consejo y al otro día fue, con un book precario bajo del brazo. “Cuando empecé, no fui a la agencia y dije: ‘Quiero ser modelo’. Nunca lo vi como: ‘Quiero ser famosa’. Lo enfoqué más bien como: ‘Quiero ser buena y llegar a lo más alto’”.

Recién una vez que terminó sus estudios se mudó a Francia, donde empezó a trabajar y ganarse un nombre en la capital de la moda. Una de sus primeras producciones fue para la portada de la publicación ELLE. Casi en simultáneo, cuando las firmas se peleaban por ella, firmó contrato con Chanel para ser el rostro visible de la marca. Cuando la vio, Karl Lagerfeld, diseñador y dueño de la firma, suspiró: “El sol aún sigue brillando”. Al comienzo de los 90 Schiffer ya había desfilado para las principales pasarelas del mundo, con firmas como Versace, Valentino y Dolce & Gabbana, entre otras.
Su llegada representó un cambió de paradigma: fue la primer modelo en aparecer en la tapa de RollingStone, Vanity Fair y The New York Times. Algo que parecía impensado en aquellos años, ella lo hizo posible. Nada ni nadie salía de su eclipse. Al pasar, dejaba su estela. Eso hizo que hasta las bandas de rock la convocaran para sus videoclips, como sucedió en “Say it isn´t so”, de Bon Jovi.

El cine no podía quedar ajeno: los grandes productores también se interesaron en Schiffer. Más allá de que no era actriz, se las ingenió para encontrar su lugar. Su primer trabajo en el séptimo arte fue en Richie Rich, en 1994. Esa interesante participación le valió varias nuevas apariciones en otros filmes, como Zoolander y Love Actually. En la pantalla grande, también brillaba.
Las luces que la seguían adonde fuera, la propia Claudia las apagaba en su vida privada: siempre intentó mantener un perfil bajo, tratando de que no trascendieran ciertas cuestiones íntimas. No obstante, una de sus relaciones más recordadas fue la que mantuvo con el mago David Copperfield. Estuvieron seis años juntos, hasta que se distanciaron en 1999. Ese fue su romance más mediático, siendo los dos, por aquel entonces, grandes figuras.

En el 2002 conoció al amor de su vida: el cineasta Matthew Vaughn. Tienen tres hijos: Caspar, Clementine y Cosima. Dicen los rumores -que ella nunca desmintió- que cuando Vaughn le pidió matrimonio, en vez de entregarle la clásica alianza, le obsequió una tortuga. Esa situación, fuera de lo común, parece que la terminó de enamorar. El tiempo finalmente les dio la razón a Matthew, ya que todavía siguen unidos, dos décadas después de haberse visto por primera vez.

En 2010, cuando se hablaba de su retiro a los 40 años, Claudia Schiffer saltó a las pasarelas: presentó la nueva colección primavera/verano de Versace, firma que nunca abandonó. Ella misma contó que no se imaginaba desfilando a esa edad, pero lo hizo por quien la había convocado.
Hoy, a los 51 años, sigue ligada al mundo de la moda desde el aspecto empresarial y como productora. La última vez que desfiló fue en 2017 en La Semana de la Moda, en homenaje a... sí, Gianni Versace, claro, el desparecido diseñador al cual siempre le estará agradecida. Uno de los roles de los que más disfruta por estos días es el de comisaria de una exposición de moda que está en Captivate. Allí hay muestras fotográficas inéditas de toda su trayectoria. Material que nunca vio la luz en los medios y solo se puede encontrar ahí.
En busca de tranquilidad, no hace mucho la familia se mudó a una casa de campo, procurando otros aires y alejarse del ruido. Residen en Suffolk, un pueblito de Inglaterra. Solo se mueven de allí cuando el trabajo lo requiere, y solo si es realmente necesario. Schiffer convivió con tanta exposición durante su época de gloria que ahora parece que ahora precisar todo lo contrario para resguardar a los suyos.
No hace mucho, en una entrevista le preguntaron por las nuevas generaciones. Al surgir, a ella la consideraron la sucesora de Brigitte Bardot. Ahora que ya no está, la necesidad de llenar ese espacio se vuelve algo complejo. Incluso, la alemana sostiene que no ve a nadie con esa capacidad. “No voy a un desfile desde hace siglos, y cuando voy, viendo caminar a las modelos, sinceramente pienso que gracias a Dios no soy una de ellas”.
“Cuando empecé como modelo no hablaba nunca, odiaba ser el centro de atención. Ahora es distinto; las chicas piensan en ser famosas. Eligen la profesión por la fama, no porque les gusta la carrera”, agregó Claudia Schiffer. Sus palabras quedan plasmadas en su nuevo estilo de vida, lejos de todo, intentando pasar lo más desapercibida posible, sin que siquiera se la nombre.

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