Pasaron más de 35 años del estreno de Top Gun: reto a la gloria, película que significó un enorme éxito en la crítica (no desde la primera hora), la taquilla, y también se convirtió en un icono de la época. Durante años y décadas se habló de ese film que hoy es un ejemplar indiscutido del cine de Hollywood de los 80. El director, Tony Scott, realizó un film como los que solo él sabe hacer: popular, con mucha onda, sin perder vuelo cinematográfico. En esta secuela, repensada como un homenaje, pero también con la idea de volver a ese cine de acción que se siente en el cuerpo, que se percibe como “cercano”, Joseph Kosinski logra una continuación como las que le gusta a Tom Cruise: para ver en pantalla grande.
Top Gun: Maverick sucede tres décadas después. Pete Mitchell, alias Maverick, es uno de los mejores pilotos de las fuerzas armadas de los Estados unidos con un historial impecable: condecoraciones, medallas, pero sigue siendo Capitán. En esta oportunidad, bajo las órdenes de Beau Cyclone Simpson (Jon Hamm), tendrá una nueva tarea: entrenar a un grupo de pilotos, lo mejor de lo mejor, para cumplir una misión suicida que solo un humano (y no un dron) puede llevar a cabo. Pero a Maverick todavía lo persigue la pérdida de Goose (Anthony Edwards en Top Gun) y su hijo, Bradley Bradshaw, alias Rooster, interpretado por Miles Teller, volverá a encontrarse con Maverick luego de que este le haya impedido entrar en la academia Top Gun. Esta enorme carga, pero a su vez, responsabilidad asumida por el propio Mitchell, será el conflicto principal en medio de su nueva asignación.

Hay muchísimas cosas para decir sobre esta Top Gun: Maverick, pero la principal es la lucha de Tom Cruise por lograr que sus películas tengan un cierto estándar de calidad y de experiencia cinematográfica. Aquí lo logra. Además de protagonista, es productor de la misma y defiende la realización de sus proyectos como una experiencia para ver en salas de cine. Se percibe esa búsqueda, se siente en el cuerpo, se vive como algo más tangible y palpable. El sonido, la imagen más solida, el riesgo en el rostro del actor y de su equipo. Realmente el actor, dueño de una filmografía envidiable, decide perdurar en el negocio pero no de cualquier forma, sino de una manera específica. Como Maverick con los pilotos y aviones.
Y en este caso, Cruise y su equipo decidieron volver con Top Gun para revalidar la experiencia y mejorarla. Dura tarea para los guionistas Peter Craig (The Batman) y Chris McQuarrie (las dos últimas Misión imposible), que tuvieron que abordar una historia de 1986, pero actualizada al 2022 con la lucha entre los drones vs. los pilotos reales, además del conflicto personal del Capitán Mirchell. El objetivo está cumplido: mantener la esencia de su predecesora, pero superarla en todo sentido. No faltan las escenas videoclip y una secuencia de inicio perfecta que nos sitúa directamente en la historia.

Hay que destacar el trabajo de quienes acompañaron a Tom Cruise en esta nueva película: Joseph Kosinski (Oblivion) y Chris McQuarrie. El primero, director de la película, exhibe todo su pericia para cumplir el deseo de Cruise: una de aviones con entrenamientos, batallas (de las mejores filmadas alguna vez), y algo de nostalgia en el tramo final de la película, todo contado con una claridad que no tenía la anterior versión. El segundo es el mejor socio que pudo haber encontrado el protagonista. Debutaron como dupla actor-director en la muy buena Jack Reacher y luego dirigió los últimos dos capítulos de la saga Misión imposible y repetirá una vez más en la que se estrenará el año que viene: Misión imposible: sentencia mortal. McQuarrie sabe hacer brillar a su socio y estrella, le cumple los caprichos y logra historias sólidas con la cuota de acción y locura necesaria para que Cruise se luzca.
Sobre la concepción de Top Gun Maverick, lejos está la de ser una obra destinada a lavar la imagen del ejército norteamericano luego de la Guerra de Vietman. Hay banderas estadounidenses, claro, una constante en este tipo de producciones, pero el foco no está puesto en ese aspecto. Ni siquiera en su enemigo, al no identificarlo como un rival a vencer (no hay banderas ni menciones específicas), sino un escollo (de vida o muerte) a superar por los pilotos.

De nuevo con Tom Cruise, la estrella indiscutida, el actor se luce, conoce sus herramientas y todo está dado para que él sea una de las razones del éxito. Sabe como nadie lo que quiere el espectador y lo lleva a cabo. Un galán maduro, sensible, pero que sigue enamorado de sus pasiones. Incluso en su historia de amor, esta vez con el regreso de Jennifer Connelly, Cruise recuerda en pantalla por qué es una figura de las más buscadas en Hollywood desde hace 30 años.
Top Gun: Maverick es una película de acción llena de momentos emotivos, que homenajea el material de base, pero lo hace con una idea bastante fresca que mejora muchos aspectos de la original. Esta secuela es puro espectáculo y diversión garantizada. De esas que te dejan con ganas de extender la experiencia un rato más, incluso en una obra de 130 minutos.
Top Gun: Maverick se estrena este 26 de mayo en los cines de América Latina.
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