En el año 2020 se estrenó el documental The Last Dance, una serie que contaba la última temporada de los Chicago Bulls y el reinado de Michael Jordan. En paralelo se estaba armando otro proyecto vinculado con la NBA: la historia de la década dorada de Los Angeles Lakers. El nombre de dicha serie de ficción terminó siendo Lakers: tiempo de ganar (Winning Time: The Rise of the Lakers Dynasty) y se ha estrenado dos años más tarde que el documental de los Chicago Bulls, en HBO Max.

La serie cuenta cómo Los Angeles Lakers se transformaron de forma explosiva en una de las dinastías más importantes del deporte en la década del ochenta, y cómo su fama consiguió trascender a todo el mundo.
Una edad de oro que tuvo su fin, como la serie astutamente anuncia al comienzo. Pero lo que narra principalmente es el recorrido que hace el empresario Jerry Buss (John C. Reilly), quien decide comprar a los mediocres Lakers y jugársela por un novato llamado Earvin Magic Johnson (Quincy Isaiah).

Está el atormentado y nunca feliz entrenador Jerry West (Jason Clarke) y la responsable de que los alocados números de la aventura cierren, Clarie Rothman (Gaby Hoffmann). Además de las estrellas del básquet y la farándul, aparecen también, poco a poco, aquellos que se convertirán en grandes figuras del deporte, delante y detrás de cámaras. Ver a un Pat Riley (Adrien Brody) fracasado y en las últimas al ser presentado es muy impactante.
La serie se basa en el libro Showtime: Magic, Kareem, Riley, and the Los Ángeles Lakers Dynasty of the 1980s escrito por Jeff Pearlman, autor especializado en temas deportivos. Los creadores de la serie son Max Borenstein y Jim Hecht, pero el resultado artístico parece haber recaído en Adam McKay, el productor ejecutivo y director del episodio piloto.

Famoso por sus comedias como Anchorman (2004), Talladega Nights (2008), Step Brothers (2008) y Anchorman 2 (2013), McKay se volvió un director político en los últimos años con The Big Short (2015), Vice (2018) y Don’t Look Up (2021). Es justamente el estilo de estos últimos tres films el que asoma de forma aún más intensa en Lakers: tiempo de ganar.
La estética de la serie es particularmente notable, un poco al uso que McKay viene trabajando desde hace años. El montaje acelerado y la multiplicidad de formatos le dan una textura particular al relato. Emulando los soportes de la década del ochenta, el paso del Súper 8 al VHS, el videoclip y la publicidad, toda la historia salta de manera frenética para mostrar la velocidad de aquella época y el ascenso de la forma de juego que fue llamada Showtime.

Como riesgo estético extra hay que sumarle el significativo recurso de los personajes hablando a cámara. No uno sino muchos, lo cual rompe la cuarta pared mucho más de lo que habitualmente se hace. Es un desafío importante, porque el espectador entra y sale del drama, se distancia y se conecta alternativamente. La locura frenética del éxito, el dinero y la victoria se muestran tanto como el ego de todos los participantes: la serie no se conforma con explicar mediante el guión, sino también con la forma misma en la cual está filmada. Tómalo o déjalo, no es para todos los gustos.
Lakers: tiempo de ganar tiene licencias poéticas, correctamente advertidas al comienzo para que nadie le reclame algunas alteraciones de la historia real. El puñado de personajes principales que elige retratar conforma un interesante entramado que describe todos los aspectos, deportivos y económicos, del básquet. Pero también acompaña el momento en el cual una revolución llegó al deporte y nació un concepto de espectáculo que terminaría adueñándose de la NBA, y de allí se expandió hacia otros deportes.

La serie de HBO Max es, a su manera, una mirada del mundo del espectáculo. Una mirada sobre el poder, la lucha de egos, la competencia despiadada.
Curiosamente Lakers: tiempo de ganar ha traído una consecuencia negativa inesperada. Luego de 25 años de trabajar juntos y tener una gran amistad, el productor y director McKay se peleó con Will Ferrell.

El actor soñaba con interpretar a Jerry Buss en la serie y —al menos, de palabra— McKay había aprobado su rol cuando todo era apenas un proyecto. Pero luego cambió de opinión y eligió a un amigo de ambos, Reilly. McKay no le avisó a Ferrell, quien decidió romper la sociedad y la amistad. Aunque en un comienzo McKay creyó que era algo pasajero, admitió luego que creía que el actor no le volvería a hablar jamás.
Más allá de que pueda no ser una producción para todos o que resulte abrumadora desde lo visual, el deporte sigue siendo una enorme fuente de inspiración para hablar de diferentes temas. McKay tiene su propia agenda e intereses y, a su modo y con variados resultados, es capaz de trabajar varias capas en una misma historia. Lakers: tiempo de ganar es otra serie que parte del mundo del básquet y consigue al mismo tiempo ir más allá. Seguramente no será la última.
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