Lucy Bacigalupo se llevó 15 mil soles en ‘El valor de la verdad’: anunció que tomará acciones legales contra el Rebagliati

Lucy Bacigalupo se sentó a contar su historia. La recordada actriz y comediante participó en el programa “El valor de la verdad” y respondió una serie de preguntas que recorrieron su vida como un hilo de cicatrices.

Desde la violencia sufrida en su primer matrimonio hasta el abandono económico del padre de su hija, la artista chalaca expuso los pasajes más difíciles de su pasado. Aunque algunas respuestas fueron evitadas por sus amigas, el público no necesitó oírlas para sentir el peso de lo no dicho.

Una vida marcada por el miedo y la obligación

Bacigalupo reveló que se fue de su casa al descubrir que estaba embarazada en su juventud. Lo hizo en silencio, sin avisar a sus padres, y regresó solo para enfrentar una imposición: casarse por presión familiar.

Según relató, en aquellos tiempos, una mujer embarazada fuera del matrimonio era condenada al escarnio y la única salida era el altar. La decisión no fue voluntaria.

Fue una rendición. Su pareja de entonces, lejos de ser un refugio, terminó siendo un agresor. Durante una llamada desde un teléfono público, la golpeó al saber que ella no quería retomar la relación. “Me pegó ahí, en plena calle”, recordó, con voz serena, pero con la memoria temblando en los ojos.

Del escenario a las heridas personales

A pesar del sufrimiento, Lucy no se desligó del humor. Relató con timidez cómo al inicio le avergonzaba contar chistes junto a Tulio Loza. Su paso por la comicidad fue empujado por la necesidad y la oportunidad, más que por el deseo.

Fue Jorge Benavides quien la animó a imitar a Gisela Valcárcel, una interpretación que la catapultó a la fama. Pero el aplauso no borró los pendientes. Su exesposo nunca colaboró económicamente con la manutención de su hija, aunque ella aclaró que, emocionalmente, sí cumplió un rol paterno a su manera.

La actriz también admitió haber sido infiel. En sus palabras, fue una venganza juvenil contra un enamorado que la había traicionado. Un error del que no se enorgullece, pero que no quiso maquillar. “Lo hice por despecho”, confesó sin rodeos.

El accidente que lo cambió todo

Lucy atravesó una experiencia médica que puso en peligro su vida y su carrera. Una operación delicada en la columna la dejó inmóvil. Al despertar, no podía respirar por el tubo en su boca. “Sentí que me moría”, dijo.

Luego, una enfermera quiso trasladarla a otra sala sin el cuidado necesario. En ese momento sufrió una caída que le rompió la fístula. La intervención se repitió tres veces más.

Un médico le dijo entonces: “Tú tienes un ángel”. La frase la marcó. Desde ese episodio, su salud física y mental quedó fracturada. Contó que llora todos los días desde entonces. Que ha buscado ayuda profesional, pero aún no logra sanar del todo.

Trabajo duro y migración silenciosa

Pocos sabían que Lucy trabajó limpiando casas en Estados Unidos. Lo dijo sin pudor. Recordó cómo rompió un televisor en una mansión y cómo terminó atendiendo mesas en un restaurante exclusivo de la Quinta Avenida de Nueva York.

Fueron tiempos de necesidad. De cruzar la frontera del estrellato a la lucha diaria por sobrevivir. Esa experiencia, lejos de avergonzarla, pareció devolverle algo que su país le había negado: dignidad sin juicio.

Sobre su esposo actual, contó que la engañó mientras ella estaba embarazada. Lo echó de su casa. Pasaron dos años y medio antes de volver a dejarlo entrar. Esa reconciliación no fue inmediata ni sencilla. Fue una decisión meditada, tal vez por amor, tal vez por costumbre, pero sobre todo por el deseo de restaurar un hogar quebrado.

Una pregunta sin respuesta, pero con eco

La pregunta número 15 fue directa: “¿Has querido suicidarte?”. No hubo respuesta. Sus amigas presionaron el botón rojo y evitaron que Lucy continuara. El silencio fue más potente que cualquier confesión.

El estudio quedó en pausa, la audiencia también. En ese acto, el dolor se volvió evidente. No se necesitó más. Esa pregunta quedó flotando, no como una curiosidad morbosa, sino como un espejo de lo que muchos viven y no dicen.

Lucy Bacigalupo no se sentó solo a contar secretos. Se sentó a recordarnos que detrás de una carcajada puede haber una historia que dolió mucho antes de hacernos reír.