A nivel mundial, estamos protagonizando la mayor transferencia histórica de riqueza, que será heredada por los Millennials y los Centennials. Según Cerulli Associates, se estima que se transferirán alrededor de 124.000 millones de dólares en los próximos 13 años. Sin embargo, los beneficiarios serán pocos, porque la mayor proporción de dicha fortuna provendrá de aquellas personas que integran el 1% de la población mundial, que concentra casi la mitad del patrimonio global.
También, de acuerdo con el último Global Wealth Report de UBS, el mayor banco suizo, el 1% más rico de la población adulta concentra casi el 45% del patrimonio global, mientras que la mitad más pobre apenas accede a menos del 1% de la riqueza.
No obstante, el informe de UBS revela que la riqueza privada neta mundial aumentó un 4,6% en 2024, debido al crecimiento de los valores en los mercados financieros y al alza de los precios inmobiliarios; dicho incremento no se tradujo en una mejor distribución, porque la concentración en los segmentos más altos se mantiene intacta: alrededor de 60 millones de personas poseen patrimonios superiores a un millón de dólares y concentran, como mencioné, casi la mitad de la riqueza global, mientras que 2.500 millones de adultos poseen menos del 1% de dicha riqueza, lo que refleja una exclusión estructural que los actores sociales y políticos no pueden o no quieren cambiar. Este escasísimo acceso a patrimonios más equitativos impide que la mayoría de la población pueda invertir en educación, vivienda o emprendimientos.
Unas 60 millones de personas poseen patrimonios superiores a un millón de dólares y concentran, como mencioné, casi la mitad de la riqueza global
Las futuras generaciones no tendrán una menor formación y por tanto una relajación de sus principios éticos. En cuanto a la clase media global, esta representa alrededor del 19% de la riqueza, mostrando algún crecimiento en Asia y América Latina. Respecto a Argentina —país que nos interesa en particular— todos sabemos que atraviesa un momento de contrastes en materia económica y social.
Por un lado, si bien los datos muestran una reducción de la pobreza y un crecimiento sostenido de la clase media en la última década, la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini (en el que el valor 0 representa perfecta igualdad y el de 1 absoluta desigualdad), se mantiene prácticamente inalterada y la capacidad de ahorro de los hogares se ha deteriorado de manera alarmante.
Dicho índice se ha mantenido en torno a 0,42 puntos en los últimos 10 años, con leves variaciones. En 2020, con el impacto de la pandemia, hubo un repunte en la desigualdad, asociado a la pérdida de empleo y la caída de ingresos en los sectores más vulnerables. Desde 2021 se observa una leve tendencia descendente (un mejoramiento de la igualdad), pero insuficiente para modificar el panorama general. Tomando en cuenta las cifras de la EPH del Indec, la pobreza (los pobres más los vulnerables), esta vez medida como ingreso y no como patrimonio, también se ubica, como en el resto del mundo, en alrededor del 50 por ciento.
Si bien la clase media argentina creció, su capacidad de ahorro se redujo drásticamente
En cambio, la clase media, según sus ingresos anuales, tiene una participación del 40% —mayor al 19% a nivel mundial— con retribuciones de bolsillo entre USD 15.000 y USD 25.000. Como referencia, tomemos en cuenta que el ingreso per cápita del país en 2024 fue de USD 13.900, según el Banco Mundial, muy por debajo —a pesar del retraso cambiario— de los USD 20.000 de Uruguay y USD 17.000 de Chile. Si bien la clase media argentina creció, su capacidad de ahorro se redujo drásticamente.
En 2025, solo entre el 13% y el 20% de los argentinos logra ahorrar regularmente, mientras que el 40% no puede ahorrar nada y el resto utiliza sus ahorros para gastos cotidianos. Según el Indec, 37% de los hogares usó sus ahorros para cubrir gastos diarios, y en la clase media 53% recurrió a ahorros, endeudamiento o venta de bienes para llegar a fin de mes.
La inflación crónica, que superó el 100% anual en 2022–2023, y posteriormente la disminución drástica de los subsidios y el retraso cambiario, erosionaron el poder adquisitivo de los hogares y los obligaron a consumir sus ahorros.
El crédito en cuotas y tarjetas reemplazó al ahorro como estrategia de supervivencia: el porcentaje de hogares endeudados pasó de 22% en 2003 a más del 50% en 2025. Adicionalmente, los ahorristas (entre el 13% y el 20% de la población) muestran desconfianza en el peso y en el futuro económico del país, lo que queda evidenciado en un crecimiento de su ahorro informal.
La riqueza está tan concentrada que, en 2025, ese pequeño porcentaje de argentinos que en general componen el segmento de los Millennials y miembros de la Generación X, debido a su estabilidad laboral e ingresos más altos, mantienen más de 200 mil millones de dólares fuera del sistema financiero, principalmente en dólares billete guardados en hogares y cajas de seguridad, casi la mitad de nuestro Producto Bruto Interno (PBI).
Es claro que Argentina enfrenta un dilema estructural: mientras la clase media crece en número debido a la baja de la inflación en los últimos 20 meses, su capacidad de ahorro se reduce, y la desigualdad se mantiene estable. Lamentablemente, desde el punto de vista del bienestar financiero, la mayoría de los hogares enfrenta hoy un nivel creciente de estrés económico.
El autor es economista especializado en bienestar financiero
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