
El contexto favorable se consolida, pero la estabilidad requiere intervenciones en el manejo de divisas y la política monetaria para asegurar un crecimiento sostenible.
El Gobierno dispone de una oportunidad relevante para afianzar la dirección actual de la economía, impulsada por el triunfo electoral de octubre, el respaldo de Scott Bessent durante la crisis cambiaria y la mejora reciente en los índices de confianza tanto en la gestión como entre los consumidores. Además, la estrategia oficial prioriza el fortalecimiento de la gobernabilidad, propiciando un diálogo más fluido con los gobernadores.
El informe del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de septiembre arrojó un resultado positivo y disipó las previsiones sobre dos trimestres consecutivos de caída. La información generó debate respecto al nivel real de actividad y motivó que el Indec ofreciera precisiones técnicas sobre la metodología del cálculo.
Persisten marcadas diferencias sectoriales. Los rubros ligados a recursos naturales -agro, energía y minería- registran una expansión, aunque con poco impacto en el empleo, mientras que los servicios basados en el conocimiento y las entidades financieras también muestran dinamismo.
Debería plantearse una política industrial hasta tanto las reformas estructurales tributaria y laboral logren, junto a otros factores, impulsar la productividad
Sin embargo, la apuesta exclusiva por recursos naturales plantea limitaciones, ya que Argentina cuenta con una dotación significativamente menor en comparación con referentes como Australia o Canadá. Esta restricción podría impedir que la economía alcance un crecimiento robusto de manera sostenida.
Surge, además, el riesgo latente de caer en la denominada “enfermedad holandesa”, un fenómeno en el que la llegada masiva de divisas por recursos primarios aprecia el tipo de cambio real, genera atraso y acaba restando competitividad a las industrias exportadoras ajenas a esos sectores. El ingreso de dólares fruto del agro y la energía puede, de hecho, producir un tipo de cambio bajo que obstaculiza la expansión de otros rubros industriales.
Política industrial de transición
En respuesta, resulta conveniente diseñar una política industrial de transición mientras se implementan las reformas estructurales en materia tributaria y laboral, elementos imprescindibles para elevar la productividad general.
La competitividad de la economía enfrenta desafíos: las importaciones procedentes de China crecieron 60% en lo que va del año, un factor que condiciona industrias sensibles como la textil y la de línea blanca. El tipo de cambio debería reflejar de manera más precisa la realidad de la productividad local, actualmente muy reducida.

Las proyecciones para 2026 anticipan una expansión moderada. El año será más exigente que 2025 por la falta de arrastre estadístico. Pese a la paulatina desaceleración de la inflación -anotando tasas cercanas al dos por ciento mensual en los últimos meses-, el aumento del tipo de cambio nominal no se trasladó de inmediato a los precios.
Para 2025 se prevé un repunte inflacionario anual cercano al 20%, aunque en el presupuesto oficial se estima en diez por ciento. El principal desafío será no acelerar el proceso de estabilización si eso interfiere con otras metas como la acumulación de reservas internacionales.
Un informe de Gabriel Palazzo, Martín Rapetti y Joaquín Waldman sobre planes de estabilización en América Latina revela que, en la mayoría de los casos, el retraso cambiario funcionó como ancla, pero muchas veces derivó en crisis por desequilibrios en la cuenta corriente.
La consistencia fiscal es hoy relevante, pero el foco pasa por consolidar la cuenta corriente. Sería óptimo estimular el ingreso de divisas a través de exportaciones y servicios más que mediante flujos financieros de corto plazo. Actualmente, la balanza comercial es positiva, principalmente debido al sector energético, con un superávit estimado en USD 7.000 millones.
La mayoría de los planes de estabilización de la región retrasaron el tipo de cambio real como ancla y esto supuso, en algunos casos, crisis por deterioro de la cuenta corriente
Este resultado, sin embargo, enfrenta desafíos vinculados al turismo y a la dinámica con Brasil, además del impacto que generará el Mundial de Fútbol en 2026. La cuenta corriente muestra un déficit próximo al 2% y, a pesar de las expectativas puestas en el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), la inversión extranjera directa permanece negativa este año.
La crisis cambiaria registrada en septiembre y octubre fue significativa. La intervención de Scott Bessent contribuyó a moderar el cuadro, aunque el problema no se ha resuelto. En la actualidad, el esquema de bandas cambiarias implica un dólar cuasi fijo, una dinámica utilizada para reducir la volatilidad. Esta postura ilustra el fenómeno de “miedo a flotar” -la inclinación de muchos países a intervenir en el mercado aun bajo el discurso de flotación libre, como describió Guillermo Calvo-.
Dadas las limitaciones del marco actual, sería recomendable recalibrar las bandas cambiarias o incluso avanzar hacia una mayor flexibilidad, permitiendo que el tipo de cambio se establezca en función de la oferta y demanda reales. El FMI sugiere un esquema de price discovery donde el mercado determine el punto de equilibrio.
El mercado de divisas experimentó una fuerte presión por la demanda de dólares, con compras superiores a USD 30.000 millones. El Gobierno, en la práctica, no ha priorizado la compra de reservas, que hoy se encuentran en niveles negativos de USD 16.000 millones. El Fondo Monetario Internacional estableció una meta de USD 3.000 millones negativos para diciembre, objetivo que también requiere definiciones claras sobre el nivel óptimo del tipo de cambio.
Mientras algunos economistas proponen dejar flotar el mercado y que el dólar se ubique donde marque el libre juego de fuerzas, otros, como Orlando Ferreres, utilizan la serie histórica de tipo de cambio real y sitúan la paridad de equilibrio en torno a los 1.650 pesos.
Resulta imprescindible reducir los encajes bancarios y continuar bajando las tasas de interés para estimular el crédito y la actividad
El ajuste también debe involucrar la política monetaria. Resulta imprescindible reducir los encajes bancarios y continuar bajando las tasas de interés para estimular el crédito y la actividad. El Fondo propuso una meta de superávit primario de 2,2% del PBI para 2026, pero el Gobierno aspira a uno de 1,6%. Pese a una posición fiscal sólida, acumular reservas es indispensable para reducir el riesgo país y reabrir el acceso a los mercados internacionales, condición común en las principales economías de la región con baja inflación.
En conclusión, la dirección económica adoptada hasta ahora muestra señales de acierto, pero exige reformas adicionales en los frentes monetario y cambiario y una agenda estructural que permita aprovechar las oportunidades de crecimiento y consolidar la estabilidad.
El autor es profesor de Economía en IAE Business School. Esta nota se publicó en el IEM de noviembre del IAE, Escuela de Negocios de la Universidad Austral
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