El comercio crea bienestar y el Estado debe distribuir los beneficios

No hay dudas que el fomento del intercambio internacional genera riqueza pero puede causar costos desproporcionados a grupos específicos que necesitan de la intervención pública

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Hay una oportunidad y una necesidad para la Argentina, que debe integrarse a ese mundo sin demora, por conveniencia y por convicción (Reuters)
Hay una oportunidad y una necesidad para la Argentina, que debe integrarse a ese mundo sin demora, por conveniencia y por convicción (Reuters)

Primer descargo: si usted cree que el comercio crea bienestar y que corresponde al Estado gestionar la distribución de los beneficios, siga leyendo. Si usted descree del comercio como instrumento para el desarrollo y el crecimiento de un individuo, una empresa o un país no tiene sentido que siga leyendo porque cada uno, usted y yo, tendrá argumentos para sustentar lo que dice y probablemente no llegaremos a ninguna conclusión. Segundo descargo: este no es un artículo académico, es una propuesta política de gestión.

En la actualidad, el volumen del comercio mundial es aproximadamente 43 veces el registrado en los primeros días del llamado Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, en inglés). Es decir, un crecimiento del 4300% entre 1950 y 2021. Dicho de otro modo, los valores del comercio mundial se han multiplicado casi 347 respecto de los niveles de 1950. El volumen y el valor del comercio mundial han aumentado en promedio el 4 y el 6% respectivamente desde 1995, año en que se estableció la Organización Mundial de Comercio (OMC). Y eso en un contexto en que los aranceles Nación Más Favorecida (NMF) aplicados actualmente en el mundo son del 9% en promedio.

Evolución del comercio global, 1950-2021
Índice de volumen, 1950=100
Evolución del comercio global, 1950-2021 Índice de volumen, 1950=100

Pero demos otro paso, si le parece. La economía mundial se ha configurado, según diversos autores, en oleadas de integración impulsadas por cambios tecnológicos, en el transporte y en las comunicaciones que redujeron los costos del comercio en una gama cada vez mayor de actividades económicas y condujeron a niveles de integración y conectividad de las economías nacionales cada vez más amplios y profundos, y que, a su vez, requirieron nuevas normas e instituciones para consolidar y reforzar esas tendencias.

Así, podemos afirmar que desde la Revolución Industrial, hace unos 200 años, el desarrollo económico se ha ampliado, profundizado y acelerado. Las sucesivas olas de desarrollo tanto en Europa y América del Norte en el siglo XIX, en las economías recientemente industrializadas después de mediados del siglo XX y finalmente en las grandes economías emergentes en los últimos 25 años, han dependido tanto del aprovechamiento de los cambios en las tecnologías como de la integración en una economía cada vez más mundializada.

Pero –y siempre hay un pero- el progreso económico continuo depende de la capacidad de las sociedades para adaptarse y fomentar la inclusión. Aunque los costos totales de la adaptación del mercado de trabajo suelen ser mucho menores que los beneficios totales asociados al comercio y al cambio tecnológico, a menudo recaen desproporcionadamente sobre ciertos grupos o comunidades, en forma de una disminución de ingresos o de la pérdida de puestos de trabajo. Allí es donde se requiere la intervención estatal para asegurar la inclusión y la equidad en la distribución de los beneficios.

“El progreso económico continuo depende de la capacidad de las sociedades para adaptarse y fomentar la inclusión”

Los conflictos geopolíticos que se desarrollan en la actualidad han llevado a una reconsideración del comercio internacional no solo en base a la eficiencia de los costos sino a la eficacia y sustentabilidad de los suministros confiables. Se abre el mundo de las cadenas de valor confiables. Y allí hay una oportunidad y una necesidad para la Argentina, que debe integrarse a ese mundo sin demora, por conveniencia y por convicción. En el mundo que viene, el comercio se va a producir por necesidad con quien posea un recurso escaso y por decisión con aquellos con los que se tenga firmado un contrato de compra venta tanto de bienes como de servicios que establezca las reglas del intercambio y la forma de solucionar los problemas que puedan surgir.

La pregunta es cómo. Y allí es donde reside la gestión como factor clave. Argentina debe iniciar el proceso de acceso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) inmediatamente de asumido el nuevo gobierno luego de las elecciones de octubre e iniciar asimismo un camino largo de inserción en el comercio internacional. Para ello debe impulsar una renovación de facto del Mercosur concretando el acuerdo con la Unión Europea, proponer la profundización de los acuerdos de complementación económica en la ALADI, iniciar conversaciones con China y los Estados Unidos (probablemente luego de las elecciones de 2024) para un acuerdo de comercio e inversiones integral de última generación y finalmente impulsar un acuerdo de comercio y cooperación con el Área Continental Africana de Libre Comercio. Esto en paralelo con la conclusión de las negociaciones en curso con la EFTA, Singapur, Egipto, India, Vietnam e Indonesia.

Argentina debe salir a competir con el mundo al mismo tiempo que ordena su economía y el Estado cumple su labor subsidiaria de ocuparse de la distribución de los beneficios.

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