
La crisis en la que está inmerso el país no tiene antecedentes históricos, se convirtió a la Argentina en un laberinto en que la psicosis e insensatez dominan los pensamientos, acciones y proyectos, tal es el grado de desvarío y confusión en el que se está inmerso que no se logra advertir lo irracional de la realidad y proceder.
Al presidente Alberto Fernández se lo ve buscando erráticamente un rumbo o destino que aparentemente desconoce. El cargo que detenta lo busco y pidió, confiadamente se le dio el voto solicitado. Sin embargo, solo simulaba, porque ungido abjura de sus dichos y escritos y obedientemente recibe, acepta y cumple los dictados de Cristina Fernández de Kirchner quien sin pausa y con serena seguridad conduce a la autocracia.
Con descreimiento, desasosiego y extraviados se ve cómo se derrumba la República, se pierden libertades, aumenta la pobreza, la seguridad personal y material cada día es más débil, vulnerable, y violentada, la educación involuciona hacia la barbarie.
Se pretende imponer un impuesto a la riqueza y cabe preguntar ¿a qué riqueza se intentan gravar? Si esta ya no existe y si alguna queda con estas medidas solo se acelera la partida o extinción, dentro de la lógica que hoy parece gobernar. Lo sensato es que se piense en un impuesto a la pobreza que es la única realidad existente. Se pretende elevar el tributo sobre las ganancias cuando solo hay pérdidas. El ministro de Economía habla de un próximo veranito económico cuando se ve por delante solo un gélido invierno.
Se habla de reforma judicial cuando solo se encubre una amnistía para algunos que cometieron actos de corrupción, pero también encubiertamente una censura previa a la libertad de expresión.
Se dicta un DNU para promover y desarrollar la Argentina Digital que solo significa más limitaciones, más control, más incertidumbre y menos inversiones.

Bajo aparentes normas de índole sanitaria (plomo en las letras de los libros) se restringe la importación de libros. La vocación por querer volver al pasado llevará a “alpargatas si libros no”. Se habla de diálogo político y solo se tiene un monólogo y exclusión; se habla de proteger a la clase media y día a día se la destruye más para sumergirla en la miseria, se habla de libertad política y gremial; y se apoya y sostiene a quienes la monopolizan y prostituyen.
Se vive angustiado, pendiente de la lotería que digita el Gobierno e intendentes para conocer quiénes tienen derecho a trabajar y quienes no; si se podrá y cuándo ver a un familiar directo, como padres, hijos o nietos; pedir permiso para comprar alimentos, medicamentos o concurrir a un médico, hospital o sanatorio. Se vive confinado en las casas y está vedado transitar por los pueblos o ciudades. Se quitó el derecho básico de circular libremente, se prohíbe despedir a los seres queridos que se lleva la pandemia.
Mientras tanto, los delincuentes que deberían cumplir sus condenas en prisión ahora gozan de indebida libertad.
Prioridades postergadas
Es anatema hablar de plan económico, de equilibrio fiscal, de reforma tributaria, de legislación laboral, de la pobreza, de quiebras de empresas, de índices de desocupación, de la toma y usurpación de propiedades privadas y públicas que es considerado por las autoridades lógico y normal.
Y que justifican como consecuencia de la necesidad habitacional, de grupos que se dicen pueblos originarios mapuches que no se reconocen argentinos que toman tierras públicas y privadas para integrar una supuesta nación, mientras las autoridades desestiman el hecho por trivial e intrascendente en tanto desde algunos sectores del gobierno los incentivan, justifican, protegen y hacen negocios.

Desde el Ministerio de Acción Social, distraídamente olvidan, ningunean y dejan librados a una suerte de incertidumbre y miseria a aquellos empleados, obreros, artesanos, monotributistas, cuentapropistas, artistas que perdieron sus trabajos definitivamente, nadie los escucha; nadie los atiende, nadie los protege, simplemente representan una cifra estadística que no atienden pero que si volverán a revivir para cuando haya que votar.
Esta apretada síntesis de calamidades, desdichas, hechos, realidades, reclamos, desencantos, frustraciones y bronca es tan incomprensible, disparatado y suicida que no se encuentra explicación a tamaño dislate de décadas de decadencia y corrupción. Gobierna el pasado que es el resultado de desencuentros, odios y rencores que condujeron a desatender y perder las virtudes que habían dado a los argentinos identidad, con innata necedad se acepta el desorden como norma de conducta.
Se repite hasta el cansancio que la paciencia de los pueblos tiene límites; la historia recuerda y demuestra que en similares situaciones donde el desorden es norma de conducta, derivan siempre primero en la resistencia civil, luego en caos social, para finalmente terminar en cruentas definiciones.
Señor Presidente deje de ser el vocero del Ministerio de Salud Pública y asuma todas las responsabilidades que implica su cargo, que demanda la ciudadanía y que le exige la calamitosa realidad que se vive. A usted como profesor universitario con muchos años de cátedra me permito recordarle a Plutarco: “Sabed escuchar y sacareis partido aun de los que hablan mal”.
Presidente IADER (Instituto para el Desarrollo de las Economías Regionales)
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