Por qué hay tan bajas expectativas en el gobierno de Alberto Fernández

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El presidente electo Alberto Fernández (Adrián Escandar)
El presidente electo Alberto Fernández (Adrián Escandar)

Le dicen “efecto winner” y es el habitual incremento en imagen positiva que experimenta todo candidato que gana una elección. Tan normal y humano es ese sentimiento, que las encuestas suelen registrar días después del comicio que más encuestados afirman haber votado al ganador que el resultado que obtuvo en las urnas. Análogamente, el “loser” puede registrar menos votantes en los sondeos que los que realmente lo votaron.

Fue muy fuerte el aumento de imagen positiva que experimentó Mauricio Macri después de su triunfo en el balotaje de 2015: llegó a casi 70 por ciento. Es para un análisis aparte tratar de entender cómo despilfarró semejante capital simbólico.

Análogamente, el triunfo tiende a mejorar las expectativas que el electorado deposita en el futuro de la situación del país.

Pero una encuesta de Trespuntozero muestra un panorama sombrío de las expectativas que los argentinos depositan en el mandato del presidente electo, Alberto Fernández y sus chances de sacar a la Argentina de la crisis.

Trespuntozero es la consultora de comunicación política de Shila Vilker, aclamada en estas elecciones por ser una de las muy pocas que no erró garrafalmente los resultados. Pronosticó una brecha de casi 10 puntos a favor de Fernández-Fernández en las primarias: muy lejos de tantos colegas que vaticinaban un empate técnico, y acertó con mucha precisión en que la brecha en la elección del 27 de octubre se estaba reduciendo paulatinamente a la mitad a favor de Macri.

En una completa “fotografía” del ánimo de los argentinos antes de la asunción de la dupla Fernández-Fernández (encuesta online nacional de 1.000 casos), casi el 60 por ciento tiene sentimientos negativos hacia el futuro del país, y sólo el 39 por ciento siente esperanza. Recordemos: la fórmula kirchnerista obtuvo el 48 por ciento de los votos, pero el 28 por ciento siente incertidumbre, el 24, temor, y el 7, resignación: significa que incluso muchos votantes de Fernández tienen sentimientos negativos hacia el futuro. ¿Dudan del éxito del candidato que ellos mismos eligieron?

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Del lado de los votantes felices, solo un tercio siente esperanza.

Veamos cómo evolucionó la imagen de Alberto Fernández luego de la elección: bajó mínimamente de casi 52 a 51,4 por ciento de imagen positiva. Casi nada, pero muy lejos del respingo esperado por un “efecto ganador”.

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¿Fueron demasiado contundentes los gestos de que Cristina hace y deshace sus propuestas de gabinete y que será ella la que tenga la última palabra en el futuro gobierno? ¿Está en duda la autonomía real que tendrá Alberto Fernández para gobernar?

A la hora de expresar qué esperan del mandato de Alberto Fernández, resolver los problemas de inflación (31,5 por ciento), pobreza (17 por ciento) y desocupación (11,3 por ciento) se llevan todas las esperanzas que los argentinos depositan en la gestión del nuevo presidente. A la corrupción le asignan 3,4 por ciento, y a la inseguridad, 0,2.

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Se podría traducir así: si resuelve los problemas económicos, nadie le pide a Fernández muchas más respuestas por el lado de la corrupción o la inseguridad, temas con los que Mauricio Macri busca compensar el fracaso de su gobierno en el área económica.

De hecho, en las preocupaciones de la ciudadanía, en general, la reactivación y bajar la inflación se llevan más de dos tercios de la tabla, según Trespuntozero.

¿Significa que si Fernández desata ese eterno nudo gordiano de la Argentina, tendría una suerte de “cheque en blanco” para todo lo demás? Por ejemplo: la corrupción o la inseguridad. Dicho de otro modo y parafraseando al gurú electoral norteamericano James Carville: ¿es la economía, estúpido?

“No creo que haya un cheque blanco para robar”, dice la encuestadora y comunicóloga Shila Vilker, pero explica que hay que leer los resultados de su encuesta en clave de “grieta”: los votantes de Macri ponen el acento en la corrupción, aunque su principal preocupación también sea la economía, y los de Fernández, casi exclusivamente en la economía.

“No se puede afirmar que a los kirchneristas no les importa nada si roban”, explica Vilker, pero admite que el mandato de Fernández (en términos de demanda central hacia un mandatario) será enteramente económico.

Vilker prefiere hablar de “cautela y prudencia” de los votantes ante su falta de entusiasmo ante el cambio de gobierno. Y señala que habría además un espíritu antipolítico general en la opinión pública al arranque del mandato de los Fernández. Algo no muy distinto al nefasto período 2001/2002: ante la pregunta de cuáles poderes del Estado inspiran más confianza, gana “ninguno” con el 54 por ciento. El perdedor es el Poder Judicial, con 8,7 por ciento de confianza. ¿Estamos cerca de un “que se vayan todos”?

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No es difícil interpretar que los shows de encarcelamiento de funcionarios presuntamente corruptos, al inicio del macrismo, y el desfile de liberaciones y sobreseimientos que ya se empieza a ver en los medios al final del mandato de Mauricio Macri generan serias dudas en la población. Y si bien hay variaciones, según el lado de la grieta, para todos los votantes la constante es la desconfianza.

Los datos de Trespuntozero llevan a plantear una pregunta estratégica para el éxito económico de Alberto Fernández: ¿si resuelve rápidamente la crisis económica, la opinión pública se encogería de hombros ante una suerte de “absolución general urbi et orbi” para todas las causas de presunta corrupción política -incluyendo a la vicepresidenta Kirchner y sus múltiples procesamientos?

Las encuestas sirven para tomar decisiones políticas. Para eso se invierte en ellas.

Un Durán Barba del gobierno de Alberto Fernández podría recomendarle a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner que el mejor negocio que puede hacer, mirando estos números, es facilitarle a Alberto Fernández la salida más rápida posible a la crisis económica, porque lo demás -por lo menos hoy- es poco relevante para la opinión pública.

Quizás que la opinión pública se olvide por un tiempo de temas como Justicia o corrupción y a la vez buscar una salida ideológica e incierta al entuerto económico sean objetivos incompatibles. Quizás una salida más pragmática del laberinto económico (por arriba) facilite “lo demás”.

Y a todo esto también cabe preguntarse: ¿es tan malo que las expectativas en torno al gobierno de Fernández sean tan bajas?

Vilker compara: “Néstor Kirchner ganó las elecciones de 2003 con apenas 24 por ciento, pero supo rápidamente construir entusiasmo y capital político”.

Quizás Fernández pueda revertir el pesimismo con menos esfuerzo, al arrancar tan abajo.