
La aparición de las leyes de cupo y paridad en el Estado implica una idea de avanzar en la democratización del sistema, aunque todavía reste mucho recorrido por transitar.
El liderazgo femenino no debe marcar una mera distinción del masculino como reivindicación de la mujer, sino que se trata de una necesidad de la democracia y un instrumento para el desarrollo inclusivo y sostenible.
Entonces, falta todavía lograr una real igualdad de la mujer en el acceso a la política y a otros ámbitos de decisiones y, la mujer debe hacer valer ese derecho e instalar políticas de género que nos permitan crecer como sociedad.
Estudios empíricos muestran que la condición femenina mejora la democracia, por determinadas cualidades que generan un progreso positivo debido a las prioridades que imponen, que son diferentes a las de los hombres.
Ocupar lugares no alcanza
En este sentido, ocupar lugares o defender los intereses no es suficiente, es necesario tener conciencia de género para que en la práctica sea real la implementación de políticas de género, den respuesta a las necesidades y que supongan un avance en la igualdad y la equidad de género.
Ya sólo por ser víctimas directas de determinados conflictos, el aumento de la representación política femenina incrementó la legislación en asuntos como la paridad electoral, la violencia doméstica, la familia y la discriminación laboral.
No obstante, las mujeres todavía tienen poca representación como votantes y también en los cargos directivos, ya sea en el ámbito público, privado como en el académico.
Barreras
La lucha debe avanzar para romper con las barreras estructurales, como las relacionadas a las leyes y las relativas a las capacidades, que entienden que las mujeres tienen menor probabilidad que los hombres de contar con educación y recursos necesarios para convertirse en líderes eficaces.
En la historia se fueron desarrollando tres generaciones de cupos: la primera caracterizada por buscar el equilibrio de género en los parlamentos y partidos políticos; la segunda por promover la participación de las mujeres en los consejos consultivos de la administración pública; y la tercera por tener el objetivo de lograr la paridad en los consejos de administración de las grandes empresas, públicas o privadas.
Los primeros cupos legislativos fueron adoptados en América Latina (en Argentina, específicamente) y posteriormente se extendieron en Europa Occidental, África y Asia.
Estás leyes de cupo -como señalan diversos trabajos- son el mejor mecanismo para garantizar el acceso a cargos representativos, lo que suele significar voz y liderazgos, aunque no siempre es así porque obedecen a multicausales que hay que analizar. Generan sólo un avance en la representación parlamentaria, evidenciando entonces que aún restan reformas culturales, legales y políticas para que el cambio sea determinante.
La paridad aparece en la “Cumbre Europea de Mujeres en el Poder” como un reclamo justo y necesario de una verdadera y duradera democracia, para asegurar la representatividad en términos de presencia y capacidad del sistema político ante las necesidades de la ciudadanía. También como respuesta al hecho innegable de que no hay acceso igualitario, aun cuando desde lo formal se tienen los mismos derechos.
En esta línea, durante el 2018 la provincia de Buenos Aires aplicó por primera vez su Ley de Paridad, lo que incrementó la presencia de mujeres del 25 al 35% en la Legislatura provincial y del 33 al 40% en los Concejos Deliberantes. Ahora, se está aplicando una ley similar a nivel nacional.
Paridad y cuotas: similitudes y diferencias
Entre esta paridad y los cupos hay similitudes y diferencias. Si bien ambos buscan revertir la tendencia de no participación de las mujeres y aumentarla en cargos políticos, en los cupos se establece un porcentaje mientras que la paridad no establece un piso mínimo. Además, el cupo es un número arbitrario mientras que la paridad es igualitaria y busca una medida definitiva para que el poder sea compartido y se enriquezca la democracia.
El hecho de que las mujeres se encuentren cada vez más presentes en los espacios de poder es un avance en el camino hacia la igualdad entre mujeres y varones. Pero la desigualdad no se soluciona simplemente con más cantidad o más protagonismo de las mujeres, es necesaria una propuesta que implique una transformación social.
Hay que superar el techo de cristal, que se ha definido como aquella barrera o conjunto de barreras invisibles que impiden que las mujeres ocupen posiciones de responsabilidad, tanto en el ámbito político, económico como social.
Ex secretaria de Políticas Universitarias de la Nación. Vicerrectora de la UNNOBA. Miembro de la CONEAU
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