
La nueva generación de líderes del crimen organizado en México, conocidos como “narcojuniors”, enfrenta una vulnerabilidad que sus antecesores no tuvieron: la huella digital que dejan al exhibir su vida en redes sociales.
Según el periodista Óscar Balderas, estos jóvenes capos han crecido en un mundo hiperconectado y han incorporado la tecnología como parte fundamental de su identidad, lo que los vuelve más rastreables y propensos a cometer errores que facilitan su captura.
En una entrevista con Adela Micha en el programa Me lo dijo Adela, Balderas explicó que estos criminales, en su mayoría millennials de entre 30 y 40 años, han transformado la manera en que operan los cárteles.

A diferencia de capos históricos como Ismael “El Mayo” Zambada, cofundador del Cártel de Sinaloa y quien priorizaba la discreción y evitaba la exposición pública, los “narcojuniors” han construido su imagen a partir de una presencia constante en TikTok, Instagram, YouTube y otras plataformas digitales.
“Hoy no explican su existencia, fama o su infamia, sin una cuenta de TikTok, sin una cuenta de Instagram, si no te presumo por acá el hashtag”, señaló Balderas.
La trampa de la vanidad digital
Uno de los casos más emblemáticos de cómo la exposición en redes sociales puede ser letal para los criminales es el de José Rodrigo Aréchiga Gamboa, alias “El Chino Ántrax”, exlíder de Los Ántrax, un brazo armado del Cártel de Sinaloa encargado de la protección de “El Mayo” .
Balderas relató cómo la actividad digital de “El Chino Ántrax” llevó a su detención en 2013. “Él ya tenía su cuenta de Instagram, una cuenta pues muy likeada, fotos con Paris Hilton, incluso sus vehículos a todo lujo, viajes en primera clase, puras marcas”, describió el periodista sobre el estilo de vida que el sicario exhibía en internet.

Pero fue un error lo que lo llevó a su captura. Durante un viaje desde la Ciudad de México hacia Ámsterdam, Aréchiga Gamboa publicó en su cuenta de Instagram su itinerario, sin prever que estaba siendo monitoreado.
“Pone ‘ya voy para Ámsterdam, espérenme’”, relató Balderas. Esto permitió que la Interpol (Policía Internacional en español), que tenía infiltrados siguiendo sus redes sociales, organizara un operativo para capturarlo al aterrizar en el Aeropuerto de Schiphol.
Tras su detención en los Países Bajos, Aréchiga Gamboa fue extraditado a Estados Unidos, donde se declaró culpable de cargos de narcotráfico. Años después logró escapar de la prisión domiciliaria en la que se encontraba, pero su vida terminó de manera violenta cuando fue asesinado en Culiacán, Sinaloa.
Este caso es sólo un ejemplo de cómo las redes sociales han cambiado las dinámicas del crimen organizado. Según Balderas, la necesidad de ostentar lujos y ganar seguidores hace que los ‘narcojuniors’ dejen un rastro que las autoridades pueden aprovechar: “Lo que uno hace en internet, por más que lo borre, siempre deja rastro”.
Herramientas de propaganda y lavado de dinero
Más allá de exponer su ubicación y sus movimientos, los ‘narcojuniors’ han convertido plataformas como YouTube y TikTok en canales para difundir su imagen y, en algunos casos, lavar dinero. Óscar Balderas explicó que los cárteles han detectado que estos espacios digitales no sólo les permiten ganar adeptos, sino también generar ingresos de forma difícilmente rastreable.

Uno de los casos que mencionó fue el de Markitos Toys, un influencer originario de Culiacán, Sinaloa, cuya rápida ascensión en YouTube levantó sospechas. Según Balderas, este joven pasó de hacer bromas en la calle a exhibir una vida de lujo con autos de alta gama.
“Su historia es la de un chavo que, supuestamente, empezó a trabajar en un autolavado, le empezaron a gustar los coches y, al mismo tiempo, crea un canal de YouTube en el que hace bromas. Y el canal empieza a despegar de una manera, yo diría, sospechosa”, afirmó el periodista.
De acuerdo con la información del periodista, el influencer habría recibido apoyo financiero del grupo de Los Chapitos, la facción del Cártel de Sinaloa liderada por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán. A cambio de esta inversión en su canal y negocios familiares, se le exigió compartir una parte de sus ganancias.
Este tipo de dinámicas han hecho que YouTube, TikTok y otras plataformas sean utilizadas no solo como herramientas de exhibición, sino como mecanismos para mover dinero de manera difícil de auditar.
“Lo que gana alguien por un canal de YouTube con los mismos suscriptores que tiene otro puede ser radicalmente distinto”, explicó Balderas, señalando que la falta de regulación en los ingresos digitales permite que el crimen organizado los use para lavar dinero.
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