
La historia de Maximiliano de Habsburgo es una historia llena de tragedia y traición. Y es que el segundo emperador mexicano no tuvo un desenlace feliz, pues fue ejecutado en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, el 19 de junio de 1867, al lado de sus generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.
El imperio de Maximiliano de Habsburgo comenzó en el años 1864, por lo que duró únicamente tres años.
Antes de que fuera fusilado, la esposa de Maximiliano, Carlota de Bélgica, viajó a Europa para pedir ayuda al emperador francés Napoleón III y al Papa Pío IX, sin embargo, no fue escuchada.
Tras esta negativa, Carlota comenzó a tener severos problemas mentales, al grado de no querer tomar agua que no fuera de las fuentes públicas, pues decía que las bebidas que le ofrecían estaban envenenadas.

Pero Carlota no fue la única que busco desesperadamente salvar la vida de Maximiliano. Agnes Elisabeth Winona Leclerc Joy, una mujer de origen estadounidense, y quien es conocida comunmente como la princesa Inés de Salm Salm, fue famosa por sus múltiples intentos por salvar la vida del emperador austriaco y la de su esposo, el príncipe Félix de Salm Salm, al grado de haberse arrodillado ante el presidente mexicano Benito Juárez para que se apiadara de Maximiliano.
En 1867, el Imperio Mexicano liderado por Maximiliano de Habsburgo enfrentó su ocaso. Tras la caída de Querétaro en mayo de ese año, Maximiliano y sus principales aliados, incluido el príncipe Félix de Salm Salm, fueron capturados. La princesa Inés de Salm Salm desempeñó un papel crucial al intentar rescatar a su esposo y al emperador, proporcionando provisiones a los prisioneros e iniciando negociaciones con los líderes republicanos.
Inés gestionó un salvoconducto con Porfirio Díaz para visitar a su marido en Querétaro. Sin embargo, al llegar al cuartel del general Mariano Escobedo, este le negó la autorización tras un tenso encuentro. Decidida, se trasladó a San Luis Potosí para solicitar directamente al presidente Benito Juárez el permiso para ver a los prisioneros. Juárez accedió, permitiendo una visita y un trato más digno para ellos, como el traslado al convento de las Capuchinas. A pesar de los esfuerzos de la princesa, Maximiliano ofreció su rendición y una retirada pacífica, pero su propuesta fue rechazada.
Inés ideó un plan para liberar a su esposo y al emperador sobornando a los guardias con 3 mil pesos en oro. Aunque el príncipe Félix intentó convencer a Maximiliano de huir juntos, el emperador titubeó, lo que permitió que el plan fuera delatado por uno de los custodios. Inés fue escoltada de regreso a San Luis Potosí.
En junio de 1867, Maximiliano fue condenado a muerte junto con el príncipe de Salm Salm. Inés rogó de rodillas a Juárez por sus vidas; como reconocimiento a su valentía, Juárez perdonó al príncipe pero no a Maximiliano, cuyo fusilamiento fue pospuesto solo unos días.
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