
Para el lunes 13 de agosto de 2018, el día en que Cristina Fernández de Kirchner se presentó por primera vez en Comodoro Py por el caso de los cuadernos, la historia monopolizando el centro de la grieta, el fenómeno que dominó la discusión judicial, periodística y política durante más de una década y que convirtió en estrellas a sus jugadores. Y en el centro de esos cuadernos, escritos por Oscar Centeno —el chofer de Roberto Baratta, la mano derecha de Julio De Vido—, estaba la ex presidenta.
El caso, investigado en Comodoro Py, había sumado velocidad para ese entonces. Ya habían arrestado al mismo Centeno, a ex funcionarios, a grandes empresarios. Para ese entonces, la causa ya tenía a ocho empresarios arrepentidos, 15 detenidos y 38 imputados.
Ya se había quebrado Ángelo Calcaterra, primo del entonces presidente Mauricio Macri, para declarar como arrepentido ante el fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio. Como tantos otros que lo seguirían, Calcaterra reconoció que pagó para acceder a grandes contratos de obra pública, supuestamente presionado por Roberto Baratta mismo. A CFK, irónicamente, la hundía el remisero de la mano derecha de su ministro estrella.
Baratta, de acuerdo con lo escrito en secreto por el remisero Centeno, recaudaba para depositar al final del día en el departamento de Néstor Kirchner y CFK en Recoleta donde, cuatro años después, Fernando Sabag Montiel intentaría matar a la entonces vicepresidenta de un fallido tiro en la cabeza. Quien recibía la plata era el secretario privado de su marido, Daniel Muñoz, muerto el 25 de mayo de 2016, por cáncer.
Centeno la retrató con ciertas infidencias; por ejemplo, dijo verla en jogging en la Quinta de Olivos, una traición de estilo. También, la ubicó en la cima de la cadena de mando de la presunta asociación ilícita dedicada a la recaudación de sobornos. Lo escribió en una entrada en su diario de mayo de 2013, plena segunda presidencia de CFK:
“Pero decidí nuevamente porque en una reunión que tuvo el ministro De Vido; Baratta y la Sra. Presidenta Cristina F. de Kirchner, en la cual los instruyó para que sigan recaudando de las empresas para las próximas campañas electorales”.
Precisamente, la Justicia Federal acusó a CFK de continuar el esquema de recaudación que habría iniciado y sostenido Néstor Kirchner.

Hoy, más de siete años después, la ex presidenta y vice y senadora, condenada con una tobillera electrónica en la causa Vialidad, espera el largo juicio de la causa Cuadernos, que comenzará este 6 de noviembre en el Tribunal Oral Federal N° 7, acusada de ser la jefa de la asociación ilícita integrada supuestamente por De Vido, Baratta y Centeno, junto a todo un elenco de empresarios que pagaron. Le imputan, precisamente, 32 hechos de recepción de coimas.
El juicio es, también, el comienzo del fin de una era, de un modo que eligió la Argentina para enfrentarse a sí misma. Los procesos en Comodoro Py a la corrupción durante el kirchnerismo prácticamente monopolizaron la narrativa de la política argentina, en todos sus frentes. CFK fue procesada en diez causas; cinco de ellas ya fueron elevadas a juicio. La causa de los cuadernos es, por su volumen y alcance, la más grande de todas.

Ese 13 de agosto de 2018, CFK llegó otra vez a Comodoro Py, para presentarse ante el juez Bonadio. Casi 50 fotógrafos y cámaras la esperaron en la entrada lateral del edificio. Una movilización la apoyaba del otro lado de la reja, con dirigentes como Eduardo Valdés y Juan Grabois; sus seguidores vociferaron su nombre mientras la veían descender de un Toyota gris, un auto bastante similar al que conducía Centeno. Una multitud la acompañó al salir de su casa también.
Allí, en la mesa de entradas del juzgado, la ex presidenta presentó tres escritos. Lo que decían aquellos documentos era notable; a menos de un año y medio de volver a un cargo de altísima jerarquía, CFK reforzaba su narrativa, su nuevo relato en la dinámica de poder. “Niego de manera terminante los cargos”, comenzó.
Lo que seguía era polémica pura, la seductora estrategia de enemigo contra enemigo de la grieta misma. Acusó de forum shopping al fiscal Stornelli y a Bonadio, que recibieron de manera directa los cuadernos del periodista Diego Cabot de La Nación, sin un paso por el sorteo de la Cámara Federal, una crítica que su defensa sostendría durante años. Notó como profundamente sospechosa la confesión de Calcaterra, como si fuera un misil perfecto, salido de la mesa familiar de los Macri.
También, hablaría de lawfare, de la guerra política con el aparato penal de Comodoro Py como arma.

El texto original de CFK en el caso Cuadernos: algunos fragmentos
- “Como puede apreciarse, desde que el Ing. Mauricio Macri asumió la Presidencia de la Nación se han dictado en mi contra cinco procesamientos e, increíblemente, fui imputada y procesada en tres causas distintas por haber sido la jefa de la misma presunta asociación ilícita que, según se afirma en todos los casos, se habría montado para obtener dinero ilegítimo por parte de empresarios que recibieron contratos de obra pública entre los años 2003 y 2015”.
- “En este sentido, la caída abrupta de la imagen del gobierno de turno, el agravamiento de los problemas económicos y las denuncias de corrupción en contra de las máximas autoridades de la alianza gobernante, en particular, la de una de sus figuras emblemáticas por haber recibido financiación para las campañas electorales de los años 2015 y 2017 a través de centenares de personas que negaron haber realizado dichos aportes se constituyó en la oportunidad perfecta”.
- Sobre Bonadio, aseveró: “Para que se entienda, estamos ante una nueva clase de magistrado: el juez enemigo, actor principal del lawfare, doctrina que se despliega a nivel regional como una nueva forma de eliminación y/o supresión de todo aquel dirigente, fuerza o movimiento político que se considere pone en riesgo el status quo sudamericano, que ahora se caracteriza por un fuerte retroceso en materia de derechos, conquistas y avances sociales logrados en el continente durante la primera década y media del siglo XXI”.
Así, seguirían siete años de apelaciones. La semana pasada, los jueces Enrique Méndez Signori,Germán Andrés Castelli y Fernando Canero rechazaron el último pedido de sobreseimiento de la defensa de CFK, a cargo de los abogados Carlos Beraldi y Ari Llernovoy.
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