
El cambio climático está detrás del retraso de la llegada de la nieve. “El aumento de las temperaturas provoca que las precipitaciones en forma de nieve sean cada vez menos frecuentes y que, en muchos casos, pasen directamente a ser lluvia. Como consecuencia, en las próximas décadas las nevadas serán más cortas, menos intensas y más irregulares”, pronostica la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que ha publicado un artículo en el que analiza el grado de retraso de la primera nevada en los principales macizos españoles y la posible evolución de esta tendencia si el cambio climático sigue intensificándose.
El análisis del organismo meteorológico, con datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, ha reflejado la fecha del primer día de cada año en el que se registra una nevada superior a 30 centímetros en los puntos más altos de los principales sistemas montañosos de España. Pero, también han calculado cómo será el cambio con proyecciones futuras en un escenario de máximas emisiones.
El futuro de las nevadas en España
En los Pirineos y la Cordillera Bética, que concentran las mayores altitudes, actualmente se acumulan más días de nieve que en el resto de sistemas. Sin embargo, para el periodo 2081-2100, las previsiones indican que las primeras nevadas del año llegarán, de media, un mes más tarde que en la actualidad, y el manto nivoso desaparecerá un mes antes respecto al periodo de referencia. Este acortamiento del invierno se atribuye al aumento progresivo de las temperaturas en ambos sistemas. En los Pirineos, el incremento previsto de las temperaturas medias y máximas a largo plazo supera los 5 grado en algunas zonas, y la cordillera ya experimenta un ritmo de calentamiento superior al promedio global.

En la Cordillera Bética, el calentamiento será igualmente significativo, con aumentos similares o incluso ligeramente superiores en las temperaturas medias y máximas, mientras que las mínimas muestran una mayor estabilidad. En determinadas áreas de este sistema, el cambio proyectado también supera los 5 grados.

En los sistemas Ibérico y Central, las proyecciones para las dos últimas décadas del siglo XXI son especialmente contundentes: para finales de enero, no se registrarán días en los que el espesor de nieve supere los 30 centímetros, lo que implica que, incluso en pleno invierno, la acumulación será insuficiente para mantener un manto nivoso continuo.

En el Sistema Central, esta tendencia ya se ha manifestado. Según el informe CLIVAR-Spain, entre 2000 y 2021 se ha registrado una disminución significativa en la duración del manto de nieve, equivalente a 0,5 días menos de nieve por año. Todo apunta a que esta tendencia se intensificará en el futuro, impulsada por deshielos más rápidos y una reducción de las precipitaciones sólidas. En la Cordillera Cantábrica, el retroceso ha sido aún más acusado: entre 1960 y 2000, la duración del manto nival disminuyó a un ritmo de 1,5 días por década, lo que constituye un indicador temprano de la vulnerabilidad de esta cordillera al calentamiento, según ha detallado la Aemet.

Caerá agua pero en forma de lluvia
La previsión para los próximos años apunta a un descenso generalizado de las precipitaciones en forma de nieve, aunque la magnitud de esta reducción varía considerablemente según la región. En los sistemas montañosos con las cumbres más elevadas, como los Pirineos y la Cordillera Bética, la tendencia no es uniforme. Aunque ambos experimentan una disminución de nieve, en los Pirineos el descenso es más gradual y, aun así, se mantendrán en torno a 200 milímetros anuales a 2.600 metros de altitud. En cambio, en la Cordillera Bética esta cifra se reduce aproximadamente a la mitad, lo que pone de manifiesto una mayor vulnerabilidad de este sistema.
En la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y el Sistema Ibérico, cuyos picos presentan altitudes similares —Torre Cerredo (2.648 metros), Almanzor (2.592 metros) y Moncayo (2.315 metros), respectivamente—, la pérdida de precipitación en forma de nieve también es desigual. En la Cordillera Cantábrica, las previsiones indican un descenso de alrededor de 300 milímetros a unos 150 milímetros. Por su parte, en los sistemas Ibérico y Central, se pasará de los 200 milímetros actuales a unos 100 milímetros, lo que confirma una tendencia clara de debilitamiento del manto nivoso en estas regiones.
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