
La manera en la que nos hablamos a nosotros mismos, aunque pueda parecer un detalle completamente nimio, tiene una influencia muy fuerte en nuestro autoconcepto, en el estado anímico y las expectativas. Es por este motivo por el que la gran mayoría de los psicólogos inciden en la importancia de aprender a dirigirnos a nosotros mismos en buenos términos, ya que muchas veces somos nuestros peores enemigos.
Y es que, mientras que hay ciertos comentarios que no le haríamos al resto, no solemos tener reparos en señalar continuamente nuestros propios fallos y en dedicarnos palabras de desaliento completamente negativas. Esta práctica puede parecer inofensiva, pero tiene un poder muy grande.
De esta manera, es posible que la frustración, la culpabilidad, el estrés o el desánimo se conviertan en protagonistas porque nos enfrentamos a una negatividad que se retroalimenta así misma.
Loren, una experta en neurociencia, destaca que la mente tiene un poder enorme que, si aprendemos a “controlar”, puede utilizarse en beneficio propio: “Me hubiera encantado saber esto antes porque me hubiera ahorrado un montón de años de frustración y culpa hacia mí misma”, destaca. Y es que, según explica, el cerebro “no cree lo que es cierto, cree lo que le repites una y otra vez”.

Tejer las conexiones neuronales de una manera distinta
La experta en neurociencia subraya que esto se debe a la plasticidad neuronal: “Nuestro cerebro es capaz de crear nuevas conexiones y hasta abrir caminos completamente nuevos cada vez que repetimos un pensamiento o una acción". Así, esta es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a lo largo de la vida.
Cada vez que repetimos un pensamiento o realizamos una acción, las conexiones entre neuronas se refuerzan, como si estuviéramos trazando un camino en un bosque: cuanto más lo recorremos, más fácil resulta transitarlo. Esto explica por qué los pensamientos negativos, cuando se repiten, terminan influyendo en cómo nos percibimos y actuamos.
“Por eso cuando repites frases negativas como ‘no sirvo’, ‘no voy a ser capaz’, ‘voy a fallar en esto’, tu mente refuerza esas conexiones aunque sean mentira”, explica Loren. No es que el cerebro no sepa distinguir lo verdadero de lo falso, sino que tiende a dar más relevancia a aquello que escucha con frecuencia.
Sin embargo, esto “también puedes usarlo a tu favor”: “Si eliges conscientemente repetir mensajes positivos y objetivos claros, estás entrenando a tu cerebro para creérselos". No es que esto funcione como una especie de manifestación (un ritual espiritual que se realiza con la creencia de que lo que se piensa con suficiente intensidad se atrae) y que lo que nos repetimos vaya a ocurrir, sino que estamos reforzando circuitos más saludables que nos permiten enfrentar la realidad de una manera distinta, con más positividad y sin ponernos a nosotros mismos barreras en el camino.
En este sentido, no basta con repetirse frases positivas de forma mecánica, sino que lo realmente transformador es acompañar esas afirmaciones de pequeñas acciones coherentes. El cambio ocurre cuando el pensamiento y la conducta se alinean, de modo que el cerebro recibe señales consistentes que fortalecen aún más los nuevos caminos neuronales. Así, aprender a hablarnos con amabilidad, reconocer nuestros logros y practicar la autocompasión no son gestos superficiales, sino verdaderas estrategias de higiene mental que pueden marcar una gran diferencia en la manera en que afrontamos los desafíos del día a día.
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