
El sistema de reseñas de los restaurantes, bares y otros locales en los que se sirven comidas resulta muy útil para que las personas que quieran visitar el establecimiento conozcan de antemano las experiencias de otros clientes. De esta manera, además de saber más o menos el dinero que se gastarán, sabrán cómo ha sido la experiencia de los consumidores.
Sin embargo, en algunas ocasiones, estas reseñas reflejan cuestiones que nada tienen que ver con el servicio ofrecido por los trabajadores o la calidad de los productos gastronómicos. Esta puntuación negativa injustificada puede llegar a mermar el cómputo total del establecimiento, lo que repercute en que otros potenciales clientes acudan o no al restaurante.
Lo mismo ocurre con las hojas de reclamaciones: son un sistema necesario para que los consumidores puedan exponer un conflicto o desacuerdo con la empresa o el profesional que le ha vendido un producto o prestado el servicio y soliciten una solución o una compensación por lo ocurrido.
El problema reside en que, al igual que ocurre con las reseñas, una dinámica práctica y necesaria pierde utilidad cuando los clientes exponen reclamaciones injustificadas, que nada tienen que ver con el servicio o que no afectan a los derechos de consumo.
Jesús Soriano, conocido en redes sociales como Soy Camarero, se ha erigido en los últimos años como altavoz de quejas de clientes, camareros y dueños de establecimientos. Así, en sus perfiles oficiales publica frecuentemente contenidos relacionados con malas experiencias, ofertas de empleo con condiciones pésimas o reseñas injustas.
En una de sus últimas publicaciones, Soy Camarero comparte la queja y reclamación que el dueño de un restaurante recibió por parte de una clienta que quería celebrar un cumpleaños en el establecimiento: “Nosotros aún estamos flipando”, afirma el trabajador en el mensaje enviado a Jesús Soriano en el que expone la situación.
“Un poco más de profesionalidad y empatía”
"El restaurante está cerca de la playa, hace un airecillo que se agradece tener abierto", comienza explicando el dueño. La clienta había solicitado al restaurante que trajesen una tarta con velas para sorprender a quien cumplía años, pero el viento hizo que estas se apagasen cuando los camareros se acercaron a la mesa. “Además, lo hicimos con buena fe lo de ponerle una vela de 50 años, ya que ella ni traía”.
Este pequeño incidente, aunque fue totalmente nimio y no suponía arruinar ni la sorpresa ni el cumpleaños, provocó una queja por parte de la consumidora “que es para reírse”, aunque el dueño expone que pasaron “un mal rato con la mala educación de la clienta”. Una vez se fueron del establecimiento, la reacción fue distinta: “Nosotros, ya pasado el rato, nos tuvimos que reír”.
En la hoja de reclamaciones que se solicitó y cuya fotografía se adjunta en la publicación de Soy Camarero, se observa que la principal queja fue que las velas llegaron a la mesa apagadas: “¡Vaya fiesta y sorpresa!“. Además, en el apartado correspondiente a la petición, la cliente solicita ”un poco más de profesionalidad y empatía", añadiendo un “no volveremos más”.

Esta publicación ha causado una gran cantidad de reacciones en los comentarios, donde algunos usuarios han utilizado la ironía para exponer su opinión sobre la reclamación: “¿La queja era al restaurante o al viento?" o “Lo mismo también quería que le cantaran el cumpleaños feliz en varios idiomas”. Otros, por el contrario, han señalado la pérdida de tiempo que suponen este tipo de quejas: “Habría que sancionar reclamaciones absurdas que solo saturan el sistema tontamente”, expone otro usuario.
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