Las memorias de Darío Franco: las locuras del primer Bielsa, sus hitos en la Selección y el Instituto que le dio pelea a River Plate en la B Nacional

El ex mediocampista repasa su carrera con los botines y el buzo de DT: de las enseñanzas de Bielsa en Newell’s a sus goles a Brasil e Inglaterra con la Albiceleste y a cómo acompañó el despegue de Paulo Dybala en la Gloria

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 Darío Franco como entrenador de Universidad de Chile
Darío Franco como entrenador de Universidad de Chile

“Soy un agradecido por la carrera que tuve, lo que el fútbol me permitió, ya sea por conocer gente, descubrir lugares nuevos o tener contacto con grandes personalidades”. Casi como una carta de presentación son la sinceras palabras de Darío Franco, aquel volante derecho del Newell´s de Bielsa que llenaba la cancha con su dinámica y buen cabezazo, que cautivó al Coco Basile, siendo clave en sus primeras formaciones al frente de la selección en 1991 y 1992, hasta que una lesión truncó en parte su promisoria carrera. Actualmente es entrenador y a la espera de volver a estar al frente de un equipo, repasa una vida llena de anécdotas y de fútbol.

“Soy de Cruz Alta, provincia de Córdoba y me crié desde chico junto con Eduardo Berizzo, porque los patios de nuestras casas se comunicaban y apenas terminábamos de almorzar, tras volver de la escuela, salíamos con la pelota bajo el brazo, para cruzarnos al potrero de enfrente. Así fuimos creciendo y ya a los 7 años empezamos a jugar en el club Newerton, donde estuvimos hasta los 14, cuando llegó el momento de emigrar a Rosario, con la idea de querer ser futbolistas”.

Eran tiempos donde las ilusiones de llegar a las grandes ligas desde un pueblo del interior de cualquier provincia, muchas veces concluían allí, apenas en un sueño que se esfumaba. Pero en otras ocasiones, la capacidad y la suerte van de la mano, para cambiar el destino, como ocurrió aquella tarde de diciembre del ‘84.

“Hubo un torneo que se jugó en Casilda, ciudad de Santa Fe que se encuentra entre Rosario y Cruz Alta. Uno de los invitados a participar en nuestra categoría era Newell´s, cuyo entrenador era Marcelo Bielsa. Al finalizar uno de los partidos, nos juntó al Toto Berizzo y a mí con nuestros respectivos padres, para saber si nos interesaba jugar en su club y allí viví mi primera anécdota con Marcelo, porque apenas él nos lo preguntó, yo respondí: “Y, no sé”. Me miró fijo y dijo: “Bueno, eso ya es preocupante” (risas). A la semana fuimos a hacer una práctica en Rosario en una prueba general y quedamos”.

Marcelo Bielsa y parte del plantel de Newell´s en su primer torneo como DT (Apertura 1990). Darío Franco, Ariel Boldrini, Fernando Gamboa, Mauricio Pochettino, Cristian Ruffini, Eduardo Berizzo y Julio Saldaña
Marcelo Bielsa y parte del plantel de Newell´s en su primer torneo como DT (Apertura 1990). Darío Franco, Ariel Boldrini, Fernando Gamboa, Mauricio Pochettino, Cristian Ruffini, Eduardo Berizzo y Julio Saldaña

Los dos chicos llegados desde Córdoba se insertaron en unas divisiones inferiores que dominaban buena parte de las distintas categorías, bajo el comando de Jorge Griffa y Bielsa, que ya se destacaba por su apasionamiento: “Entrenábamos de lunes a viernes, competíamos los sábados y descansábamos los domingos, sin dejar de lado el estudio. A Marcelo lo agarré en sus inicios, imagínate la intensidad que tenía (risas). Pero en él había unas ganas tremendas y demostraba su enorme capacidad. Ya nos mostraba videos, algo no habitual para la época y los entrenamientos eran hasta que caía el sol. Por otro lado, las charlas técnicas podían durar hasta dos horas y recuerdo tener que jugar un sábado a las 9:30 y que nos citara a las 7 de la mañana.

El predio de entrenamiento era el Batallón 121, un lugar muy lindo. Había seis canchas, una al lado de la otra y detrás de ellas, muchos árboles. Un día, al terminar la práctica, nos puso a patear tiros libres. En un momento determinado, lo comenzamos a buscar y nadie lo encontraba. Se había subido a uno de los árboles para tener mejor visión de cómo hacíamos el ejercicio. Una ocurrencia más de él”.

Darío comenzó a destacarse por su dinámica en el mediocampo, buen porte, juego aéreo y presencia en las dos áreas. A mediados de 1988, Newell´s disfrutaba el merecido e indiscutido título de campeón del torneo 1987/88 con un gran equipo y allí llegó el llamado para sumarse a un plantel de Primera División con muchas figuras.

“En ese tiempo estaba en Reserva y un día, cuando llegué a la práctica, me mandaron de vuelta a mi casa, diciéndome que a la tarde me tenía que presentar con la Primera. No lo podía creer. La citación era a las 3, llegué una y media y 15 minutos después ya estaba cambiado (risas). Soy bastante reservado y no de abrirme tan rápido con la gente, así que charlé un poco con los utileros y al rato comenzaron a llegar los muchachos, todos monstruos, como el Tata Martino, el Chocho Llop o el Gringo Scoponi. Enseguida fue el momento de disputar la Copa Libertadores y en mi caso se dio la situación particular de debutar primero en un torneo internacional que en el ámbito local, porque estábamos en Bolivia para enfrentar al Bolívar por los octavos de final y ese día amaneció enfermo Juan José Rossi, por lo que el entrenador José Yudica me dio la confianza para ser titular. Algo similar le ocurrió a Gabriel Batistuta, que al mismo tiempo se ganó un lugar entre los titulares. Hicimos una gran campaña y se nos escapó la final contra Nacional. Ganamos de locales 1-0, pero en Montevideo fuimos ampliamente superados y perdimos sin discusión”.

Equipo de Newell´s la tarde en que se consagró como ganador del Apertura 1990
Equipo de Newell´s la tarde en que se consagró como ganador del Apertura 1990

La sabia mano de José Yudica ubicó rápido a esos dos pibes en un equipo que venía de ser campeón, pero que necesitaba urgente de savia nueva, porque había perdido dos jugadores de la base (Fabián Basualdo y Abel Balbo), transferidos a River. Tanto Franco como Batistuta demostraron estar a la altura: “Bati fue mejorando con el paso de los años, sobre todo en la definición, pero la potencia y el hambre de gol que lo caracterizaron a lo largo de su carrera ya los tenía desde aquellos tiempos. Eso se lo vi en el primer entrenamiento que compartimos”.

El golpe de aquella final de Copa Libertadores perdida en octubre del ‘88 fue duro para Newell´s, que estuvo un año y medio a la deriva, sin volver a tener buenos resultados. Eso desembocó en el fin del ciclo de Yudica a mediados del ‘90, con un equipo con problemas con el promedio. Los dirigentes se la jugaron por el joven entrenador de las divisiones inferiores y la apuesta salió a la perfección.

“Apenas asumió, Bielsa se apoyó mucho en nosotros, los chicos que él había tenido en las formativas, a tal punto que se produjo una situación inédita, bien del estilo de Marcelo. Apenas arrancamos la pretemporada juntó a los mayores (Llop, Martino, Scoponi, Fullana y Pautasso) para decirles que ellos iban a tener que adaptarse a nosotros, los más pibes, a contramano de lo que ocurrió siempre. Eso demostraba la confianza que nos tenía. Estoy seguro de que no cayó tan bien, pero luego se los ganó a cada uno con su forma de ser y su conocimiento. El arranque del Apertura ‘90 no fue tan bueno, pero luego de algunos ajustes, el equipo se acomodó y fuimos un relojito”.

La consagración fue muy particular, con un toque bien al estilo Bielsa: “Ganamos el torneo en cancha de Ferro empatando con San Lorenzo 1-1. Como terminamos antes, nos quedamos escuchando la radio en el banco de suplentes, porque dependíamos del resultado de River y Velez en el Monumental. Marcelo no aguantó los nervios y empezó a caminar, a tal punto, que salió del estadio (risas). Estaba en la vereda y al escuchar los gritos de la hinchada, regresó para los festejos. Lo quiso vivir a su manera”.

Con el fin del Mundial ‘90 concluyó el ciclo de Carlos Bilardo en la Selección y en su lugar fue designado Alfio Basile, quien dio su primer lista de convocados en enero del ‘91. Darío Franco no figuraba en ninguno de los cálculos previos que hacían los periodistas, pero fue citado por el entrenador: “Fue una gran alegría, pero algo totalmente inesperado. Tuve la suerte de ser titular en el debut contra Hungría en la cancha de Rosario Central y, además, marcar el primer gol de la era del Coco. Tengo una anécdota increíble de esa noche, porque mi esposa, en ese momento novia, estaba en una platea en el ángulo del córner. Yo sin saber su ubicación, salí corriendo hacia allí para festejar el gol. Ella tenía una cámara y sacó las fotos con un plano excelente. El problema fue que la cámara cayó al foso y, por supuesto, no se pudo recuperar”.

Debut de Argentina en el ciclo de Alfio Basile. Parados: Fabián Basualdo, Fernando Gamboa, Sergio Goycochea, Oscar Ruggeri, Carlos Enrique, Darío Franco. Agachados: Antonio Mohamed, David Bisconti, Ramón Medina Bello, Diego Latorre, José Luis Villarreal
Debut de Argentina en el ciclo de Alfio Basile. Parados: Fabián Basualdo, Fernando Gamboa, Sergio Goycochea, Oscar Ruggeri, Carlos Enrique, Darío Franco. Agachados: Antonio Mohamed, David Bisconti, Ramón Medina Bello, Diego Latorre, José Luis Villarreal

“Viví un semestre soñado, que jamás hubiese imaginado: campeón con Newell´s, convocado a la Selección, consigo ser titular con continuidad y le marqué un gol de cabeza a Inglaterra en Wembley, con toda la carga de historia que tiene ese estadio. Uno de los mejores momentos de mi carrera. Un mes más tarde comenzó la Copa América de Chile, donde la Selección tuvo un alto nivel y ganamos el campeonato invictos, con un gran fútbol. En lo personal, tuve la suerte de marcarle dos tantos muy importantes a Brasil en la rueda final. Ser campeón con la camiseta nacional es un orgullo inmenso”.

Basile había logrado conformar un cuadro sólido y ofensivo, que salía de memoria: Goycochea; Basualdo, Vázquez, Ruggeri, Altamirano; Franco, Astrada, Simeone, Leo Rodríguez; Caniggia y Batistuta. Darío Franco fue uno de sus puntos altos y eso le permitió emigrar rumbo al fútbol español: “El entrenador del Zaragoza, Víctor Fernández, me vio jugar allí y recomendó mi contratación. Me dio una gran confianza, sobre todo cuando me hizo pasar de mi natural posición de volante por derecha a hacerlo como número cinco. Tuve continuidad y un buen rendimiento”.

Dos temporadas en permanente ascenso le aseguraban a Darío un lugar seguro entre los titulares para revalidar el título de la Copa América en 1993 en Ecuador, la antesala de la eliminatoria rumbo a USA ‘94. Pero el destino se iba a escribir de otro modo, porque en el debut ante Bolivia, sufrió la fractura de tibia y peroné por una entrada de Marcos Sandy: “Esa lesión fu compleja porque me hizo perder el puesto no solo en la Selección sino también en mi equipo. Fueron seis meses intensos de recuperación y en enero del ‘94 fui por primera vez al banco de suplentes en Zaragoza. Tuve la suerte de ser campeón de la Copa del Rey contra el Celta y también de la Recopa ante el Arsenal en el Parque de los príncipes, pero sin ser titular. El objetivo era llegar al Mundial. Basile me citó en la última convocatoria y me puso en un par de amistosos previos. El día que daba la lista definitiva yo estaba en la habitación con el Cholo y Leo Rodríguez y entró el querido profe Echevarría y me dijo: “Franquito, vamos”. Me abrazó y fuimos juntos hasta la habitación del entrenador que me comunicó que me quedaba afuera. En ese momento no pude decirle nada. Me largué a llorar y salí de allí con todo el dolor”.

“Sé que hice todo lo que estuvo a mi alcance para tener un lugar, incluso preparándome en Navidad y Año Nuevo, pero no pudo ser. Basile me invitó a quedarme y acepté por dos motivos fundamentales: poder seguir entrenando y vivir una Copa del Mundo desde adentro, incluso entrando a la cancha y sentándome en el banco de suplentes. Yo me ponía la camiseta, el short y estaba al lado de mis compañeros. La verdad que lo capitalicé porque fue una experiencia enriquecedora. El equipo estaba muy bien, con gran vocación ofensiva, porque de mitad de cancha en adelante formaba con Simeone, Redondo, Maradona, Balbo, Batistuta y Caniggia. Diego estaba imparable y por eso lo que sucedió fue un golpe muy duro que nos afectó en la parte emocional”.

Pese a estar desafectado se quedó a vivir el Mundial '94 con sus compañeros y estuvo en el banco de suplentes en los partidos
Pese a estar desafectado se quedó a vivir el Mundial '94 con sus compañeros y estuvo en el banco de suplentes en los partidos

Más allá del trance doloroso de esos dos años (93 – 94) en la Selección, con las lesión y la desafectación del Mundial, a Franco le quedó el dulce sabor de haber compartido el plantel con Diego Armando Maradona: “Tuve la fortuna de estar en una cancha con él y fue algo increíble. Me llamó la atención su humildad, el hecho de pretender ser siempre uno más dentro del grupo, jamás hacía ver que él era el mejor. Compartía las sobremesas y siempre se enganchaba con cualquier actividad que hiciera el grupo. Y en los entrenamientos te dejaba con la boca abierta, porque entraba en contacto con la pelota y quedabas asombrado. Una cosa era verlo por la tele y otra en vivo”.

El puñal que significó ese Mundial para todos los futboleros argentinos, también lo sintió Darío Franco. Regresó a Zaragoza, pero sin continuidad, hasta que a mitad del ‘95 llegó la hora de iniciar el periplo por un país con el que se abriría un especial lazo de afecto: México: “A través de Berizzo que estaba en Atlas de Guadalajara llegué al equipo, con Eduardo Solari como entrenador. Estuve allí hasta comienzos del ‘98 que pasé a Morelia, el club donde pasé mayor cantidad de tiempo en mi vida, una institución muy importante para mí, porque allí me retiré y luego inicié mi carrera como DT, primero en las inferiores y más tarde con la primera. En los últimos seis meses en Atlas lo tuve como técnico a Ricardo La Volpe, alguien que ha influido mucho en la historia del fútbol de ese país, por su forma de trabajar que es muy atractiva. Sin dudas, hizo escuela, al igual que Rubén Romano, que era su ayudante”.

Poco tiempo después regresó al país y en una de sus primeras experiencias aquí condujo a un equipo que fue sensación, por su manera de jugar, pero que quedó a las puertas del ascenso la temporada que River disputó el Nacional B: “Ese equipo de Instituto es muy recordado. Creo que nos faltó un poco de suerte en el partido con Ferro, donde no jugamos bien y lo lamentamos hasta el día de hoy, pero creo que no haber logrado el objetivo no empaña todo lo bueno que hicimos: líderes de la tabla casi todo el certamen, un cuadro sin altibajos y con excelentes jugadores, como el caso de Paulo Dybala, que luego el club pudo venderlo obteniendo una interesante entrada de dinero. Fue un fracaso deportivo, pero todo lo que menciono tiene una gran relevancia. Luego de allí nos fuimos a Universidad de Chile, donde ocupamos el lugar de Jorge Sampaoli, quien había dejado la vara bien alta, pero creo que estuvimos a la altura, ganando la Copa Chile, aunque se nos escapó el título local a dos fechas del final”.

El derrotero de entrenador continuó por varios equipos del exterior y también de Argentina, con un regreso a Instituto y el debut de Defensa y Justicia en Primera División, entre otros. Actualmente Darío descansa en su Cruz Alta natal, a la espera de una nueva chance. Estuvo cerca de Newell´s en los últimos meses, pero no se dio. Lo que sí se da, en este tipo de charlas, es la posibilidad de conocer a un protagonista que repasa sus recuerdos futboleros con la misma pasión con la que jugaba o dirige. Un estilo Franco.

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