Hace un año, al cumplir los 60, Diego decidió dejarse morir

Se sentía solo y abandonado. El pedido que le hizo a Tinelli en medio del acto donde le entregaron una plaqueta. Y el brindis con un Maradona silencioso y lejano que moriría pocas semanas después

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La recepción a Diego Maradona en su cumpleaños 60 en la cancha de Gimnasia (Foto Baires)
La recepción a Diego Maradona en su cumpleaños 60 en la cancha de Gimnasia (Foto Baires)

Veo aún aquel espectro decrépito y fatal intentando llegar hasta algún lugar indefinido.

Escucho el sonido festivo de la multitud coreando su nombre: “¡¡¡ Maradoo, Maradoo,Maradoo…!!!. Son los hinchas de Gimnasia que le acarician el alma para desearle un feliz cumple sin que él, por primera vez en sus 60 años, alcance a disfrutar del tributo.

Qué triste fue aquel 30 de octubre del año pasado cuando sin saberlo lo estábamos viendo por última vez. Y cuánto costó que finalmente aceptara ir al estadio. Tal vez lo impulsó la vuelta del fútbol tras los 228 días sin actividad por la pandemia. O acaso la estimulante presión de 20.000 camisetas de Gimnasia que los socios compraron en todas las filiales del club para ir en caravana a pedírselo a las puertas de su casa.

Hasta el miércoles 28 no iba. Se sentía triste. O abandonado… Y quienes estaban con él en la casa del country Campos de Roca -que le había prestado el socio de Gimnasia Mauro Tartaglia- lo escuchaban recurrentemente. Fue esa noche del miércoles cuando les comunicó a todos que prefería no ir el sábado a dirigir al equipo en el partido contra Patronato.

A pesar de ello comenzó a firmar su contrato con el club para que fuera a registrarse a la AFA y así renovar su carnet de director técnico para la temporada 2020/2021. Puesto que cada uno de ellos tenía 15 páginas y había que firmar las tres copias (una para él, otra para el club y una tercera que quedaría en la AFA), Matías Morla se ofreció a suscribir la mayor parte de las páginas en su condición de apoderado.

Pero al día siguiente, el viernes 29, fue tal la presión que le llegaba desde todos los ámbitos que aceptó ir al estadio. Esa noche, durante el asado que hicieron sus asistentes Charlie y Maxi se lo notó más triste que nunca. Evocaba su ilusión de juntar a todos en la celebración de su cumpleaños: mujeres, hijos y nietos. Esa era su ilusión y lo reiteraba como si intuyera un último deseo. Además, los verbos los invocaba en tiempo pasado: “Menos mal que disfruté a Dieguito Fernando y que lo de Jana con Dalma y Gianinna quedó arreglado“, decía, asignándole a estos hechos un ayer inexorable…

A pesar de haberse hecho un traje a medida y tener preparadas la camisa y la corbata italianas, cuando fueron a buscarlo para ir al estadio tenía puesto un buzo negro usado, zapatillas de igual color con suela blanca, una gorra negra con la inscripción 16 DM 60, anteojos espejados, un barbijo de neoprene que luego fue cambiado por otro con los colores del club y una alarmante palidez en la piel de su rostro hinchado. Explicó que debía ponerse esa ropa por un tema publicitario… Bajó así de una camioneta ploteada con el logo de la bebida Speed y al arribar lo condujeron a una carpa levantada en la cancha de tenis con mesas y sillas para el plantel. Balbuceante, Diego pidió que luego de la entrada en calor, quería hablar con los muchachos del equipo. El primero en llegar fue Paolo Goltz y cuando todos estaban sentados, Diego les pidió disculpas por no haber estado durante gran parte de la pandemia, por no haberlos podido acompañar y agregó tomando a Licht de un brazo, una frase perturbadora para aquellos jugadores de Gimnasia que enfrentarían a Patronato. Diego, balbuceante, les dijo: “Yo siempre los quise, siempre, acuérdense…”.

Diego Armando Maradona junto al presidente de la AFA, Claudio Tapia, y Marcelo Tinelli, durante el reconocimiento que le hicieron en la cancha de Gimnasia, en su último cumpleaños y aparición en público
Diego Armando Maradona junto al presidente de la AFA, Claudio Tapia, y Marcelo Tinelli, durante el reconocimiento que le hicieron en la cancha de Gimnasia, en su último cumpleaños y aparición en público

Mientras las tribunas cantaban: “Ole, ole, ole, ole…Diegooo, Diegoo”, el profe Cristian Jorgensen continuaba protegiendo su paso y su estabilidad cruzando la mano derecha sobre el antebrazo izquierdo de Diego. Primero saludaron al árbitro Diego Abal y a sus asistentes pidiéndole tolerancia si retrasaban el horario de comienzo pues el paso era muy lento. Ya en la manga por donde la última luz solar se colaba dejando ver el césped fresco con aroma a fútbol, Diego empezó a gritar: “Me quiero ir, me quiero ir” y lo repetía como si el pánico lo hubiese atacado justo en el momento en que Claudio Tapia, Tinelli, Pellegrino (presidente del club), lo esperaban en el centro del campo de juego para entregarles sus presentes institucionales de cumpleaños: de parte de la Liga (plaqueta), de la AFA (banderín con el N° 10) y de Gimnasia y Esgrima (camiseta bordada).

Hizo un gran esfuerzo para recibir los regalos y mucho más para llegar hasta el sillón Imperial, al lado del banco, que inauguró Newell’s y que luego los demás clubes, menos Boca, imitaron. Desde su sillón Diego pidió si podía ir Tinelli y cuando éste llegó, le repitió lo que le había dicho en el centro del campo: “Fijate si le podés dar un laburo a Rocío en tus programas, dame tu teléfono…”. Marcelo, conmovido se agachó para escucharlo bien y Diego le reiteró: “Fijate si le podés dar una mano a Rocío…”. Fue entonces cuando Tinelli le dijo que lo iba a intentar, pero que Rocío tenía un contrato con América, “pero quédate tranquilo Diego que lo veo…”, le reafirmó Tinelli.

Con las tribunas vacías por la pandemia, un solitario cartel le desea feliz cumpleaños a Diego. Fue el 30 de octubre de 2020, cuando el Diez llegó a los 60
Con las tribunas vacías por la pandemia, un solitario cartel le desea feliz cumpleaños a Diego. Fue el 30 de octubre de 2020, cuando el Diez llegó a los 60

Luego del pedido y mientras estaba sentado en su sillón imperial autografiado, Diego insistió con irse. Iban 3 minutos de partido y junto a Cristian que lo sostenía y guiaba, Maradona se fue alejando lentamente hacia el corner donde se hallaba la ambulancia; pero no la camioneta . Después de unos gritos de Diego ( “me cagaron, me cagaron”), lo sentaron en el asiento del tractorcito que corta el césped mientras Tito, el chofer, salió corriendo a buscar la 4x4 para regresarlo a su casa.

Por la noche, en lo que tristemente resultaría su última celebración de cumpleaños, Diego continuaba deprimido, silencioso, lejano. No estaban a su alrededor los rostros del cariño, las manos amigas, las miradas sinceras… tampoco el sentir de corazones cercanos.

El año pasado Diego celebró en soledad aún rodeado por decenas de personas cuyas copas en alto no significaron ni afecto ni emoción. Eran sonrisas sin pasados comunes y cantos sin presentes; apenas los amigos del campeón…

Ah, si hubiera estado Doña Tota… Y que distinto hubiese sido todo con la mirada profunda y buena de Don Diego… Acaso con ellos sentados a tu mesa, como siempre, los demás amores, los amores de su sangre le hubiesen afianzado el sentido de la vida hasta hacerle comprobar que la suma de los momentos alegres no implican felicidad.

Es el primer 30 de octubre sin Diego y no cambiaremos con palabras sin sentido el dolor que nos deja su muerte en soledad. Hace un año cuando miró a su alrededor y no halló a nadie a quien decirle cuanto lo quería, brindó por ellos y dejó que la muerte le llegara…

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