
Por Cholo Sottile
Hace mil años que se discute en qué lugar juega Tevez. El mismo Carlos responde la pregunta desde que era chico y Bianchi lanzó el interrogante para bajarle los primeros humos. Afuera de la cancha hay menos debate: es un estratega de la palabra. Siempre ha sido inteligente y astuto para declarar en los medios. Fundamentalmente en la Selección, cuando peleó por meterse en los equipos de Maradona -accedió a cambiar el módulo táctico-, de Checho Batista -al final cedió presionado fuertemente por un brazo político- y de Sabella -amenazó con renunciar si se lo imponían en el grupo- antes del Mundial 2014. La última jugada de Tevez es en Boca. Su cadena nacional llegó por una causa noble: la presentación de un torneo de golf organizado por su Fundación par recaudar fondos. Aunque detrás surgió una búsqueda más personal. Tevez sabe que en los últimos tiempos no se pudo defender en la cancha. Su status de último ídolo del club lo protege más que sus pocos goles. De China para acá fue otro Tevez y hasta él lo reconoció públicamente. Salir a hablar, entonces, pone en foco una decisión compleja para Riquelme. “Sigo en Boca o me retiro”, fue el título del muchacho de la serie. Y puso momentáneamente el revólver en el escritorio de Juan Román...
Jugadores como Tevez saben la potencia que tienen sus apariciones en pantalla. Cranean qué van a decir antes de hablar. Aun cuando después se los vea espontáneos. La puesta en escena, de hecho, arrancó antes de las últimas entrevistas. El Apache que volvió de jugar la final de la Champions entre Juventus y Barcelona se embarró en la política del club. Caminó de la mano con Daniel Angelici por los medios. Eran épocas en las que ganaba partidos y podía incidir en una elección. Esta vez se corrió premeditadamente de la zona de fuego. Unos días antes de la paliza histórica de Riquelme en las urnas apenas susurró que se sentaría a tomar unos mates con el otro crack en caso de que llegara al club. Ahora le subió un poco el perfil que Román hablara con cariño de él. En los últimos partidos que jugó antes de lesionarse se había empezado a despedir y abrirle la puerta a otros clubes. Ahora avisó que su contrato se arregla en cinco minutos, ratificó la filtración que decía que resignaría plata con tal de seguir y puso en la mesa un posible retiro para el que asume no estar preparado. Ni otro club de la Argentina ni irse a vivir afuera. En términos futboleros, presionó a Riquelme en la primera pelota que agarró. No es fácil firmar el certificado de defunción de un ídolo.

El gran dilema es en qué terreno se evalúa a Tevez. A Gallardo se le aplaudió mil veces que a la hora de decidir su River deja el corazón en la mesita de luz. Le pasó con Saviola y Pablo Aimar. Desde ese punto surge la contradicción con Carlitos. Es el único crack que tiene este golpeado plantel de Boca. Salió del club, fue campeón en todos lados, se transformó en el jugador del pueblo, la gente dejó de cuestionarle el feo modo en el que se fue a China... ¿Pero cuál es el Tevez de la cancha? Hay dos miradas sobre su potencial a los 35 años, uno menos que Lisandro López, a quien no se lo discute en Racing. Unos piensan que Tevez no jugó bien porque Alfaro no lo puso; otros entienden que el entrenador no lo puso porque Tevez no estaba bien. No es cuestión de empatar las ideas pero hay parte de razón en las dos. El gran problema de Alfaro fue la utilización del apellido del ídolo. Al llegar sin espalda usó a Tevez para construir poder. Era fácil de descubrir su táctica de palabras ampulosas. “Dijo que era su emblema y me sacó a los dos partidos”, blanqueó Carlitos. El punto cumbre fue contra River en el Monumental por la Superliga. “Fue la única cara de culo que le puse. Se me había faltado el respeto. Me dijo en el vestuario que no jugaba. Yo veía a Soldano de 8 y pensaba ‘¿tan mal estoy para no jugar?’”, recordó Tevez con razón. Durante esos días pensó en retirarse pero estaba cerca la ilusión de la Copa. A uno se lo respeta con hechos, no por llamarlo cariñosamente en las ruedas de prensa.
La otra cara de la historia es que Tevez no la rompió en el 2019. Es verdad que el entrenador no potenció a los jugadores de ataque. Su esquema era más amigable con los centrales Licha López e Izquierdoz y con el arquero Andrada. Pero Alexis Mac Allister, utilizado fuera de su puesto, rindió más que el 10. Zárate pareció más peligroso y hasta fue el goleador de ciclo, aun cuando jugaba un partido bárbaro y al segundo no podía ratificar el nivel. El propio Bebelo, expuesto por no asimilar la temperatura del partido con River por la Copa, por momentos fue más reclamado que Tevez. Son pocos los partidos que se le recuerdan en el año por jugar a lo Tevez. Una mañana con Arsenal que no definía nada, un juego con Patronato arrancando más cerca del volante central que del centrodelantero... Con River no pesó tampoco cuando jugó en la Bombonera. De hecho, cerca de Riquelme se filtró que no lo quería a Tevez agarrando la pelota al lado del 5. Y no lo considera armador. O sea que tal vez podría pelear de 9, si es que acepta tener un rol secundario otra vez mientras espera qué dice el nuevo entrenador. Habrá que esperar esa cumbre. Desde afuera sólo se puede imaginar que Román se sentará, le pondrá agua a un mate y le preguntará “¿vos, Carlos, qué querés hacer? ¿Qué estás dispuesto dar realmente por seguir en tu club?". Riquelme es nuevo en su función de vicepresidente pero hace años que sabe jugar este juego. No se guiará por las declaraciones en TV sino por el compromiso que asuma el jugador cara a cara. Lo escuchará como corresponde hacer como un ídolo. Ahí Tevez sacará ventaja porque Román no le hará lo mismo que le hicieron a él cuando lo mandaron a retirarse a Argentinos Juniors... Tal vez esta vez puedan ponerse de acuerdo y no haga falta que alguien apriete el gatillo.
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